[Cuadro: El amanecer patológico, by Maga Despistada]
Pero es cierto. Ese sol inmenso reflejado en el gimnástico y espectacular mar Mediterráneo, cuna-balancín de civilizaciones, me saluda hoy con su mano izquierda y un clavel en la solapa.
El sol tiene sonrisa de mafioso.
Mi mamá ha dormido como un tronco, le ha bajado la fiebre, no ha tenido hemorragias. Una pequeña victoria cuando se sabe que ahora es imposible vivir de otro modo. Ha llegado al martes. Hace unos días lo dudábamos.
Esta noche he conocido a un par de locos de psicólogo (que no de psiquiatra), de esos que blablean y blablean y no escuchan. Tampoco he insistido demasiado en hablar y me he conformado con ser una oreja. A mí me hace gracia. Estos encuentros desapegados dan cotidianidad a cualquier martillazo metafísico.
El primero era un tipo que venía de urgencias. Se había jodido un pie tras quedarse tirado en una autopista y caminar quince kilómetros en busca de ayuda. Me ha visto fumándome un pitillo en la puerta del Hospital del Mar, sentada poéticamente en un banco. Já, y entonces, claro...
- Qué noche más bonita. -me ha dicho.
Le he visto en los ojos que se aburría soberanamente, unas ganas inaguantables de hablar.
- Según se mire.- le he respondido.
Le he sonreído e inmediatamente ya estaba sentado a mi lado en el banco contándome la vida. Ha empezado preguntándome si había ido a alguna subasta de pescado y ha terminado explicándome que tenía cuatro hijos, todos casados con braguetazo, y que su madre había muerto de cáncer, que estuvo a punto de cargársela con su escopeta de caza para que no sufriera.
Pero, como comprenderéis, en cuanto el tipo se ha ausentado para pedir más tabaco por ahi, yo me he escaqueado y he vuelto al incómodo butacón de hospital, a cantar canciones con el pensamiento y a recordar cosas bonitas, mientras escuchaba con alivio a mi madre roncar.
Horas después, me he topado con una cubana, hasta el coño de su suegra, que estaba enferma de algo poco relevante y no paraba de darle la brasa. Tampoco me ha dejado abrir la boca, mientras se desahogaba, me decía que llevaba días sin dormir una mierda y que su marido curraba pero que al menos cobraba pasta, cosa que a ella no le pasaba. Se ha quedado a gusto. Y mi oreja a rebosar.
El primer rayo de sol, y mi madre, como una bella durmiente, ha despertado.
- Qué bien, he pasado esta noche.
La mañana está bañada de oro y, por eso, apuro unas horas todavía y decido dormir por la tarde.
Hoy me pintaré unos zapatos viejos con betún negro, spray y purpurina azul (escribiré sobre ellos: "caminante, no hay camino" -zapato izquierdo-, "...se hace camino al andar" -zapato derecho-). Y me gastaré la pasta en ropa interior de buena calidad. Dado que mi alma está en decadencia, al menos, que algo de mi "interior" -materialismo irónico- luzca bien.
PD: La vida explicada así, según la propia experiencia, siempre tiene el aspecto de mala literatura. ;)