[Duane Hanson: Young shopper]
Vas a buscar al crío al cole y puaj, marujas blableantes salivando. Cuarentonas de ojera, jaqueca y diafragma poco amortizado... Conversaciones de besugo a nueve euros el kilo. El exceso de amabilidad y la hipocresía de algunos días temerariamente soleados ha hecho un daño irreparable. Esas señoras ahora saben que existo, y no dejan de ametrallarme con sus abrillantadores y nimiedades de supermercado, me asquean con su aislamiento doméstico, su énfasis en la otredad marital y todas esas poquedades de espíritu y chismografías del tedio. Yo debería escaquearme ipsofácticamente y fagocitar nubes un rato: esos horizontes soñados más allá de las dos lavadoras diarias y las pelusas de moqueta, esas danzas cósmicas ajenas a todas las obsesiones celulíticas de faja y crema antiarrugas.
¡Aléjense de mí, marujas-zombies!
Les saludé por compasión, y ahora formo parte de sus festines lingüísticos, garrapatas horteras con los labios pintados. El hombre con el que no estoy casada sabe freír un huevo y cambiar pañales. El hombre con el que no estoy casada no me trata como a un mueble. El hombre con el que no estoy casada no es la niñera de su hijo: es su padre.
Veo rostros que no sonreirían ni ante un Humpty Dumpty reproduciéndose (apostilla al anónimo). Veo frustraciones mastodónticas y una moral por los suelos: eso sí, suelos impolutos, lejiados y encerados hasta la extremaunción...
¡Aléjense de mí, marujas-zombies!
Les saludé por compasión, y ahora formo parte de sus festines lingüísticos, garrapatas horteras con los labios pintados. El hombre con el que no estoy casada sabe freír un huevo y cambiar pañales. El hombre con el que no estoy casada no me trata como a un mueble. El hombre con el que no estoy casada no es la niñera de su hijo: es su padre.
Veo rostros que no sonreirían ni ante un Humpty Dumpty reproduciéndose (apostilla al anónimo). Veo frustraciones mastodónticas y una moral por los suelos: eso sí, suelos impolutos, lejiados y encerados hasta la extremaunción...