domingo, 20 de mayo de 2007

Malabarismos con mariposas



El cuerpo está cambiando a una velocidad vertiginosa. Las caderas se ensanchan, los senos se han vuelto más carnosos y el vientre es una esfera cada vez más perfecta. También por dentro hay una fiesta sin medida. Esta segunda pubertad se vive con rubor e incertidumbre. Quisiera que fuera secreto pero ni siquiera los secretos son iguales. Los secretos son secretos porque son imposibles de expresar. Hasta mi rostro está cambiando y no reconozco a esa mujer que posa desnuda en las fotos, más fuerte y vulnerable que nunca, envuelta de una serenidad salvaje. No sé quién soy pero tengo que dejarme llevar. He de fluir sin pensar qué está pasando. El dinamismo es desbordante y preguntarme dónde estoy ahora mismo sería apagar la música y matar el misterio.

El embarazo es una especie de Satori en el que te sientes como el Job bíblico. El milagro de la creación está manifestándose en tu propio útero a pequeña escala. Hasta qué punto puedes sacrificar todo aquello que has sido hasta ahora. Sólo importa todo el amor que te cabe en los bolsillos. Todo lo demás es superfluo.Lo que antes era importante deja de serlo, y la vida se convierte en la búsqueda a ultranza de la armonía química. La realidad es ahora un océano de olores, los perfiles se desdibujan y los matices importan poco, porque lo esencial es la música térmica, el incendium amoris.
Intento mantener el equilibrio en un mundo que -esta vez sí- cambia de nombre cada cinco minutos. La única manera de vivir es bailando. Es la única soportable. No puede comprenderse el lenguaje de las oficinas y de los cajeros automáticos. Hasta la mujer más atea percibe que una presencia telúrica y ancestral quiere comunicarse con ella. De ese magnetismo animal aprende las canciones sin lenguaje que empieza a tararear mientras se acaricia el vientre. Esas Venus prehistóricas de formas abrumadoramente redondeadas cobran sentido. La sensualidad es más compleja, porque el deseo se ha materializado y los escarceos del amor hablan un lenguaje más profundo, como los surcos de arado en la tierra fértil, calan hasta lo hondo y disuelven al individuo en una neblina irreal. El sexo es voluptuoso como el fruto de un árbol y todo -la luz, la noche, los astros- grita que sí en silencio.
Y, mientras tanto, alguien me habla por dentro. Ahora sí, literalmente, hablar con Madame H es hacer malabarismos con mariposas.