martes, 10 de diciembre de 2013

Epístola autocaníval y sublimante trobairitz

 "Nada hay tan sublime como una pasión noble, en el momento oportuno, que respira entusiasmo como consecuencia de una locura y una inspiración especiales y que convierte a las palabras en algo divino"


Longino, De lo sublime


I

Dice usted que nunca fui santa,
pero juro que me he corrido
en las frentes de los santos 
que he leído con voluptuosidad.


II

Sé que es difícil, señor:
nadie comprende cuanto jamás se vio.

El vestido rojo está humeante,
aunque sigo masturbando mi alma
con estambres de flores y recuerdos
de difuntos trovadores.,


III

Sé contenerme,
estos versos construyen presas
para el amor:

Un día en que tuve imaginación
imaginé que ah, oh, uy.

Estoy lloviendo toneladas de deseo
que me visten de imán y purpurina.
Y yo nunca jamás querré ser su novia,
aunque quiero que usted me coma
como si fuera un pastel de bodas. 

IV

Los párpados, al cerrarse,
son guillotinas del mundo,
Todos morimos allá dentro,
señor.

Pero antes de morir, 
antes de hacerlo,
he de clavarle esta pluma en la espalda
como si fuera una estaca
y usted ha de clavarme su lingam en el culo
como si fuera un conjuro.

(¡Sé que nos dolerá,
pero podremos volar después!)




Usted era una ínfima parte de mi ser; 
usted era yo:
y me devoró, vampiro,
y me hizo autocaníval. 

El Santo Grial: 
lengua antediluviana,
una cinta de Moebius
capaz de gemir diásporas
en el  silencio. 

La fiebre amante:
un panel de abejas
subterráneo. 

Usted me mordió en el cuello
y me arrancó la poesía.

Subió el volumen del amor
modulando ese pezón.

VI

Jugábamos al amor sublime.
Los pájaros explicaban
en lenguaje de signos
nuestros procesos comunicativos
no identificados por la ley humana.


(Su paquete duro
manantializa las antípodas de mi ser).

Sin embargo,
escribí la historia de un pozo
en el que se autoinmolan los héroes
que lloran cantando.

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