lunes, 27 de noviembre de 2017

El amor y la muerte de TAZ y WU WEI





Los guardianes de la vida descendieron a la tierra para susurrarnos al oído. Lo hicieron de madrugada, después de un sueño muy largo en el que volábamos a Viena un viejecito sin techo y yo y una pareja de amigos enamorados. Los amigos enamorados tenían que quedarse al lado de una fuente que estaba en medio de un parque, y pelearse para besarse después. El viejecito tomó un tren hasta Barcelona, allí fue asesinado nada más llegar. Yo me quedé paseando sola en la ciudad, trazando mapas astrales, al borde de la lucidez. Las voces dijeron las siguientes palabras:

- Habéis soñado con vivir una historia de amor única. Lo pedíais al soplar todas las velas de cumpleaños y al ver todas las estrellas fugaces.

Yo asentía sin dejar de caminar, mientras me miraba las botas. Iba demasiado bien vestida, con conciencia en cada átomo de mi piel, cada átomo de mi piel que imaginaba caricias OVNI y poemas que desnudan.

La voz seguía hablando:

- Tu historia de amor es tan grande que no te conformas con ser un único tú. Has creado un racimo de seres y cada uno de esos seres, como un racimo de uvas, es tocado por la lengua de un dios ebrio.

Caminando así de rápido por la ciudad de noche no sentía el frío. La melancolía es un buen combustible para el amor. La nostalgia de nuestro paraíso, la paz de la compañía absoluta, la presencia consciente de alguien que conoce mis sueños y necesidades, y de quien conozco sueños y necesidades, y con quien me uno renunciando a lo anterior, en un pacto simbiótico. También la presencia de un amante telépata, fresco y creativo, juguetón y aventurero, rebelde y radical, que destruye con amor todo lo antiguo profano y lo convierte en eterno y sagrado. 

 ***

Después de cinco años de prisión en sus respectivos cuerpos y géneros, el pirata TAZ y la princesa WU WEI decidieron donárselos mutuamente para operar genéticamente. ¿Eso marcó el fin de una etapa que parecía sin fin?

A veces, en la mirada profana, el pirata TAZ se convertía en la pirata TAZ y la princesa WU WEI era el príncipe WU WEI.


En ocasiones, los seres humanos han prolongado hasta la extenuación el proceso de conquista de las relaciones amorosas por miedo a la falta de imaginación y la muerte de la creatividad que ha supuesto el matrimonio. Parece ser que el hilo conductor de las mejores historias es el conflicto, y en las mentes simples, el amor vive el conflicto de la posesividad. Una vez atrapada la presa, el cazador anda en pos de la siguiente.

No era así para nosotros.
Para nosotros el conflicto era la identidad, el yo. La resolución de esa espina, del elitismo, de la soledad irradiante, se hallaba en la fórmula "nosotros". Irremediablemente, en el afán de ser nuestra mejor versión, nos habíamos convertido en incestuosos y narcisistas. Porque, ¿no es acaso el narcisismo el mayor exponente del incesto?


Más allá de nosotros, que éramos una feria de vanidades, existía una estirpe de niños, una tribu de voces de infancia, tiernas, supraconscientes, vivas, que querían autocrearse para destruir lo viejo caduco y devolver la tierra al reino de los cielos. Esos niños éramos nosotros y, tras el transcurso de los años, debían pervivir como nuestros hijos, que comerían el dulce de nuestra muerte feliz.

Porque el amor y la muerte son dos ejes de coordenadas sobre los que bailan los superseres.


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