Captatio malevolentiae
¡Imbécil!
¡Desimbecivilízate!¡Desimbecivilízate!¡Desimbecivilízate!
¡Huye de la imbecivilización!
Imbécil
habitante del encefalograma plano y la cartografía del tedio,
Imbécil
de deseos abortados en la lengua y llagas en los genitales,
Imbécil
que destrozó su juventud en el templo de la sabiduría académica,
Imbécil
correcaminos prediseñados por sabandijas marisabidillas,
Imbécil
“haz esto, haz aquello”, plagiasinapsis anteriores,
Imbécil
inlúcido, inlunes, inalegre, inaguantable, imbécil que incomprende,
Imbécil
que implanta lacrimales en los poros y labra laberintos en el ADN
Imbécil
que inunda civilizaciones sembradas por gilipolleces
¡Desimbecivilízate!¡Desimbecivilízate!¡Desimbecivilízate!
¡huye de la imbecivilización!
Imbécil
acuñarrutinas con restos de maquillaje malgastado,
Imbécil
exhibicionista de lozanía hipertrofiada,
Imbécil
ambulante que desangra el óleo de su entraña ficticia y no lee el
paisaje,
Imbécil
que mendiga utópicas autopistas autómatas con peaje,
Imbécil
fabricado en serie y pelele de coltán soldado con el miedo,
Imbécil
borracho de números en rondas aburridas que suman 666,
Imbécil
hueca clueca de juerga muerma,
¡Desimbecivilízate!¡Desimbecivilízate!¡Desimbecivilízate!
¡huye de la imbecivilización!
Imbécil,
no pierdas el tiempo escuchándome.
Me
lloran incienso, oro y mirra los ojos bulímicos de mundo absurdo.
Me
llora alquimia el sexo triste. ¡Cómo hiere ser espectador de esta
lepra!
¿Qué
haces aquí, idiota ingrato?
¿Qué
te llevó a la orilla de esta música que destroza los tímpanos?
Imbécil
por desertizarte,
Imbécil
por exterminar tu plenitud e incrustar el corazón en escayola.
Tú,
fósil de sueños nublados, que ignoras qué es bailar hasta el
amanecer.
Tú,
que has llegado hasta aquí sin un solo beso ni una sola torta en la
mejilla.
Bienvenido
a mi infierno
(letras
impresas sobre un FELPUDO en miniatura)
Las
Parcas prohíben saber lo demás.
Virgilio,
Eneida, III.
Captatio
excesiva
No
sé quÉ decir, tras tantos años gritando insultos de amor y odio al
mundo. Menuda decepción: ¿Tanto tiempo pensando para no decir
después? ¿Blablablá, blablabá ... para esto?
Ya
he destrozado mis mejores versos y he hecho el amor con el hombre por
el que aullaba atada a los árboles. Abracé a un mendigo cuando
estaba medio loca, y sus canas me prohibieron llorar después de
aquella noche, en que aprendí la más importante lección:
sólo
tenemos aquello que nos falta
Ya
he amado a dios, reptando en los rayos del sol, tras intoxicarme el
cuerpo de buena mañana; he visto morir a niños punkys drogados de
sueños y vivir un día más a dictadores ancianos sin escrúpulos.
Antes
lograba
cantar sobre el misterio,
describía
con metáforas cromáticas
aquello
que todavía no podía saber
e
imaginaba.
Ahora
todo es mucho más prosaico, y desciende la diosa altiva adolescente
para recibir las inefables bofetadas de la vida real.
Ayahuasca
Mujer rebelde con alas en la boca,
dirás
el taco más salvaje
(lo
escupirás gimiendo).
Revienta
de una vez el ciberhombre:
se
cortocircuita y regresa al Paleolítico.
El
diacepán de las multitudes
saluda
a la cortisona de los amaneceres.
Se
extingue a contraluz el pelacables
y
sonríe como un clown sobre el abismo:
los
cuentacuentos conocen su fin trágico,
sus
sueños absurdos que obstruyen el poniente.
Por
las noches, las brujas órficas
preparan
la vigilia de los que creen en la Luna.
A
fuego lento se rasuran los vellos púbicos
de
los bosques. Lo viejo se hace nuevo.
La
Madre Tierra merece una venganza:
los
árboles compiten por su sangre vacunada.
Venid,
estrellas y galaxias grandes,
lapidad
a este maldito Hombre Orgulloso.
Estornudabroncas
Cabrearse: ése era el concepto, el hilo, el sentido de la trova de gritos, desguaces,
ases
de picas subiendo por las escaleras, reinas de corazones
(descorazonadas),
acueductos
de labios que fingían sonreír.
¡Cuánto
dolor en mi diafragma de vinilo! Necesitaba... ¡Independencia!
¡Pulmones
bandera!
¡Cuánto peaje para que la vena sea autopista!
I
felt a Funeral in my Brain! Un remo de tristeza me amarra
- galeote- a este sudor de
medianoche;
siento un trastorno y la nostalgia de ese sueño que es bueno porque
duele
estar despierto.
Cómo
me grita Mr Hyde:
Subo
risueña los peldaños de la sonrisa del doctor Jeckill.
Haz
la prueba del algodón que demostrará que la realidad está sucia:
lo soso, lo
aséptico,
lo tímido y normal embadurnarán los labios de la noche con su
vaselina
vírica y entonces los ideales deberán ponerse a cuatro patas para
que al
fin,
en la Barceloneta, Don Quijote sea enculado por la cordura repentina.
La
fiera se ha despertado
¡Despertad,
Hombres Huecos que habitáis las mazmorras de vosotros mismos!
Huérfanos
de pensamientos, ¡clavad una mirada ulcerante en el paisaje que os
duele! Vosotros sabéis lo incólume que es la realidad. Vosotros
intuís lo lejos del amor que corre el mundo: atlético Sísifo,
homérico surcador de nimiedades.
¡La
fiera se ha despertado! Si el universo es una esponja de materias,
fusiono las artes
en
la olla a presión de mis infartos. Taquicardeo las lecciones útiles.
Inflamo las venas y las vendas que me cubren la mirada tenebrosa.
¿Oyes tú los pasos? Se acerca una multitud de moscas listas, con
Constituciones bajo el brazo, corbatas proletarias y camisas de
camareros ahorcados en cuerdas de títere.
Habito
en una fiebre creacionista, agito un cóctel de bomba y de burbuja y
te lo sirvo
aquí
mismo (es una absenta casera: agua del Polo Norte). Congrego
máscaras, canicas por ojos, rostros histriónicos que fingen
carcajear hasta la madrugada, deseos resentidos en los globos
pinchados de una fiesta, verbos -cigarro apagados en el estómago
cardiovascular, montañas rusas en los labios.
¡Diablos,
cuántos te quiero habré de escupir para que me deje de
llorar la boca!
Sostened
mi mirada terca, sangrienta vereda de trazos múltiples. Reventemos
en esta fiesta de espíritu. ¿De dónde venimos? Del muro de las
promesas, del sello de los profetas enloquecidos por la conciencia,
del mito vanguardista, del conjuro de Isolda. Escribamos, pues, en el
reverso de la vida.
-
¡Desvergüenza, estoica criatura!-
La
carretera sale de las manos, quiromántica accidental, pero sigo
persiguiendo al tranvía llamado deseo. Hay un lotófago
detrás del murmullo de cada acera. Y una oruga-intuición nutre
de seda la palpitación del enigma.
Vulgares
coleópteros
Estoy
vacía como el buche de un somalí. Escribo versos ante una Comparsa
de Sordos
Crónicos.
Tengo la impresión de no cruzar ninguna barrera de fuerza. Inútil.
Poco rentable. Cuánto tiempo hace que habito en el Sinsentido.
Soy
pobre, me tumbo en el césped y no llevo bragas bajo la falda. Los
senegaleses se
divierten
adivinando el coño de debajo. Me preguntan de dónde viene mi acento
extraño. Dicen que no soy de aquí. ¡Es cierto, no soy de aquí!
Visualizo
armas bioquímicas para demoler dentaduras de gilipollas. Aspiro por
la tocha
y
un bla bla súbito me aplaude en las sienes. Los hermanos punkys me
miran con ese brillo opaco de pájaro ahorcado por su propio vuelo.
Cada
palabra pronunciada me produce dolores de parto. Lloraría todas las
noches por la
Frustración
de los Camioneros que no ven a sus hijos jugando en las plazas
públicas. ¡Esos pobres tartajas con pulmones-chimeneas!
La
luna me ha puesto enferma, porque la he insultado. La he llamado
"esfínter del
cielo",
"puta" y "vanidosa" y ella ha sabido espejar mi
ira monstruosa.
¡Malditos
sean los Burocratizadores de la vida! El espejo refleja diariamente
mi
juventud
cubierta de brea. ¡Vulgares coleópteros! ¡Escoria del mundo!
El
deseo del mal
¿Quién
no vendería su alma en el preludio de un Orgasmo?
¿Quién
puede sostener un zeppelín en el diafragma?
¿Quién
sobrevivirá sin el aliento del Depredador en la nuca?
¿Quién
se resistirá a una Felatio Universal sigilosa?
Desea
la Manzana Roja, golosa y rezumante como la Peste
Bubónica.
Garantía
de Cielo, Pentáculo dandy en la copa de vino.
*
Eva
arde y se masturba con una rama de olivo. Su gesto endurece el
paquete coagulado del Diablo. Querría estremecerse entre la
viscosidad de la escama, volverse líquida bajo el esperma de su
violador sangriento.
Eva
lúbrica, de agua: meandros de sidra subiéndole por la retina,
ojos llorando porque
anhelan
eróticamente a la Luna, pezones atravesados por estrellas promiscuas
de burdel.
Eva
había estado triste (sí, triste), porque el Tedio abrumaba
los bolsillos. Había estado
(re)triste
porque vivía en un Edén sin rastrillos donde comprar Señales de
Tráfico o Clarinetes oxidados.
Eva
gime con ayes ambiguos, rezumando cerveza por la boca, y formula un
subjuntivo
sabroso;
dice: “Ojalá”. La mano alzada frota la lámpara de Aladino. Mira
los astros y desea fumarse lentamente el opio de la Vía Láctea.
Eva
se pone de puntillas y arranca el jugoso testículo del árbol.
Eva,
boca aguada, relincha cual yegua en época de celo,
muerde como si quedara
encinta
del parto deseado, muerde inyectando saliva, se traga el
miembro de Satán.
¡Eva
arde ante la Amanita Muscaria! ¡El deseo refleja las ventanas
y los espejos no
dicen
nada!
*
Entonces
las mujeres miramos los placeres prohibidos.
Entonces
las mujeres hacemos que crezcan palmeras en medio del asfalto.
Entonces
las mujeres somos preludios del regreso del Salvaje.
Estar
vivo basta para fluir en el vendaval. Estar vivo basta.
¡
!
Quién
no encendería un fósforo para ver el rostro de Eros.
Quién
no acariciaría la piel fina del prepucio de Baco.
Desea
la Manzana Roja, golosa y rezumante como la Peste Bubónica.
Cuando me ahogué en el río de Heráclito
Soy
infeliz. Una lata de coca-cola aplastada. Amanezco en la noche y
bostezo de día.
Soy
infeliz a las 10 a.m. No me despierto antes porque pienso, barroca,
que mi alma es
insecticida
en el mundo.
Deambulo
mi nada y la exhibo.
Mi
dolor es travestido. Lo maquillo de fuxia y de rubio putón.
Envidio
el glamour de la luna.
Busco
la seducción de la lágrima discreta, porque útero e
histeria proceden del mismo
étimo.
Canto
y me acomplejan mis notas musicales.
Perseguí
un cometa llamado Deseo. Entonces era bella, me sentía grande,
orgullosa, y
Tántalo
pudo reventar de hambre. ¿Y si hubiera descubierto que las
manzanas estaban
podridas?
¿Habría aprendido a sonreír?
¡El
veneno nace de la cantidad, (ya lo decía Paracelso)!
Malhuriosa
Soy
el monstruo que os devora, Hombres Tranquilos, vosotros que
contempláis pasivos
la
caída de Ícaro, mientras mis ojos diluvian vajillas rotas. No puedo
soportar vuestra calma ante un mundo que se derrumba. No pensaréis
nunca en nada para no sufrirlo. Un corazón de piedra se engarza en
vuestra existencia tediosa.
Os
odio, Hombres Tranquilos, porque vosotros no sentís mi misma
angustia, y me
acariciáis
el lomo con delicadeza o me llamáis la Fiera para después
adormecerme en vuestro hombro cargado de leyes y deberes.
Hace
tiempo que estoy en mi jaula de circo y no piso los bosques
porque me los han
prohibido
vuestras cadenas morales e invisibles. Mi alma está
cantando como un pájaro herido, dice que no resiste más el
amor falso, quiere un viento ligero y eterno a su disposición,
pero los Hombres Tranquilos prefieren los aviones fieles al
horario, el precio estipulado y el destino de la agencia de
viajes.
Y,
entonces, nos mira a los ojos el suicidio: contemplamos la rama
sinuosa de un roble
desnudo,
vemos los metros de barranco ante las piernas cobardes: y sólo
bastaría una barandilla, un puente apropiado, para que nuestra vida
pirueteara hacia el fracaso definitivo.
Pero
no os mováis de vuestro hierático sillón, pasmados Hombres
Tranquilos: jamás
llegaréis
a comprenderlo. Desconocéis la necesidad del sol y la lluvia, no
sentís la cera derretirse, ni os humilláis ante lo innombrable.
¿Para
qué sirven la poesía? ¿Para qué sirven los amaneceres? ¡Idiotas!
El paisaje no
existe
para vuestros ojos ególatras. No vivís, siquiera, un estrabismo.
Barbie
nihilista
Pedid
a Papa Noel la nueva Barbie
Nihilista, apretadla con cariño, sólo una vez y
suavemente.
Ella dirá: "El mundo es una mierda y
encima te mueres". Frotadle cuidadosamente las manos
frías revestidas de mitones: "No tengo un
céntimo y no me llega pal café". Os preguntará, ya no
rubia platino, sino agitanada: "¿Cómo
puedo sobrevivir donde naide
me entiende?" Y luego, si le acariciáis las mejillas,
manarán lágrimas verdes.
La
Barbie nihilista
es aquel maniquí joven que se pincha heroína para sentir;
desnudadla
lentamente
y veréis cómo dice muy bajito: "Tengo
frío". Y luego: "Nunca se
cumplen mis deseos". Y más tarde: "Nadie
me quiere". ¡Oh, pobrecita muñeca de plástico! Si la
sacáis a pasear con vosotros, mirará los rostros nublados y
convencionales, después intentará suicidarse cinco veces pero no
podrá, porque todos odian la eutanasia.
¡Mendigad
pasivamente, no folléis aunque se queje el cuerpo lozano, malvivid,
haced
deberes,
comed las porquerías prefabricadas! Si tenéis a la Barbie
nihilista en el bolsillo, Pepito Grillo desinteresado, os
soplarán vendavales de tópicos mugrientos y os sangrará la brea
por los ojos, los dedos y el forro de la chaqueta.
¡Este
es el márketing de la muñeca supracomún, de la jubilada con veinte
años!
Pero,
¿no hay alternativa? ¿La Barbie
mecagoendios ha de regresar a los escaparates del tímpano,
ha de nublar las estanterías de literatura francesa y ha de conocer
la presencia de malevos bravucones que emergen del asfalto justo a
las tres de la mañana, sólo entonces, compinchados con las
intuiciones de las madres-oráculo que te hacen volver a una hora
exacta? ¿No hay alternativa? ¿Sólo podrá elevarnos la repetitiva
voz del asco?
Sssssss.
Silencio. No toquéis. La muñeca perversa duerme recostada en los
párpados.
Silenciad
sus quejas, descomulgadla de vuestra pequeña religión de
esperanzas diarias y, justo cuando todo parezca un horizonte
tranquilo, mirad la UTOPÍA: caminaréis cinco pasos y se alejará
otros cinco; corred un kilómetro y se escapará lo mismo. Y cuando
os hayáis hartado de perseguir mariposas, grabad una nueva frase en
la memoria de la Barbie nihilista.
En
el fondo de las botellas
Querido
Infierno:
Tus
besos fueron morfina. Tus llamas fundieron mis plomos como a tiernos
fusibles.
Y
ahora entras tú, aquí, por qué.
Has
llegado manchada de barro.
No
sabes nada de mí.
No
conoces el petróleo de mi sangre,
ni
mis patadas a las farolas,
ni
mi tórax muriéndose porque quería Aire y no Humo,
porque
quería Aire, aire limpio, limpio como un desierto.
No
importa que jamás llegue a explicarlo.
Me
creará angustia. Sufriré. Estallaré y cada
palabra
reventará en mí,
pero
no importa que jamás llegue a explicarlo.
Porque
Ella está aquí y me pide que cante,
Ella
está y tiene mi nombre incrustado y se llama
Llegaste
al fin, Infierno, a prender dinamita en mis costillas. Eras ligero,
húmedo y resbaladizo: como pintar una acuarela, dar un trago, decir:
"No existes"; decir: "Qué más te da, si Ella, la
Turca, está aquí, al fin la has pillado y ya no se irá hasta
mañana.
Jerga & besos
Hasta
ahora se acumula la roña en el estratocúmulo del corazón.
Me
duele la mandíbula de sonreír llorando.
Borrachos
y putones verbeneros deambulan y hacen cenefas en la calle. Entablan
una
ficción
viscosa que apuntan los bohemios en sus hipócritas cuadernos.
Hoy
es el interminable Lunes, el Lunes eterno.
Debe
llover, lo exijo:
Punkys
heroinómanos rebuscan en la basura los escollos del capitalismo.
Punkys
utópicos de porros enhiestos imploran sucesivas primaveras.
Punkys
de padres muertos mascullan a la noche con cantos tribales y navajas.
El
miedo tiene los muslos forrados de medias negras.
La
luna es puta y te cobra demasiado cara su luz ambigua.
Los
maderos eyaculan con la porra en alto: no tenemos tiempo para amar a
las sombras
que
nos desbordaron cuando la vida aún no rozaba la veintena.
Me
encierro en mi calabozo de signos. una vida folletinesca conspira en
mi hombro para
que
te escriba, poema cabrón y egoísta: no me dejas respirar para
nacer, me obligas a aguarme las entrañas.
Latas
de cerveza
Entras
en el párpado de mi vientre. Forzada infidelidad, quieres soñar por
mí. Pero no
bastas.
Estás aquí. Después de tantos siglos olvidando. Y hoy un dios se
posa en mí a cuatro patas, Perro.
Camino
diariamente y (diariamente) el silencio degüella mis mentiras.
Siento el placer a
medias
porque me muerdes un poco más la cadera:
soy
esa mujerzuela tonta que respira, va
y
se muere.
Imaginen
ustedes este metro cuadrado sin poder bailar ("Las mujeres no se
comprenden,
se
bailan", decía el boquirrubio y sonriendo).
Imaginen
ustedes un rincón sin amor, los sujetadores y las bragas muertas en
el féretro,
la
carne cocida bajo tierra como nuevo abono de cipreses.
Imaginen
ustedes el alma cantando entre raíces y evaporándose hacia las
nubes de
tormenta.
Qué
agonía hermosa ver la taxidermia de la Naturaleza.
¡Vaya
carajo de destino, Muerte: tú que nos conviertes en caníbales de
nosotros
mismos!¡Ah,
Muerte necrofílica, polla de vidrio, ven a privarme del amor!
¡Desnúdame con tu mirada de hueso de aceituna!
-
Me matas o yo muero, no sé...
Ciudad
Submarina
Y
entonces, si viajar ya era mirar por la ventana y caer como un buzo
en la ciudad
submarina,
cuántos pasos he de dar para decir que me he marchado. [...Date
cuenta: no, viajar no es mirar por la ventana; viajar es gastar la
suela del zapato.]
Y
entonces, veía a los borrachos buscando sexo, ahogados en los
mensajes de las
botellas.
Sólo sabían leer curvas fatales. Y rescataban al piropo de las
gárgaras: “¡Mirad a la puta del sombrero y el cancán!”
Tantos
zumbados. Y esa niebla. Y la nada.
Cigarrillos
fálicos pendían de labios fatigados, babosos ante un escote. Yo
parecía una zorra con un vestidito ajustado, cara de veinteañera
inexperta y falsa ingenuidad. Querían trincarme, de mil maneras.
Pero a lo lejos, a lo lejos sonaba un saxo. Un mendigo duerme en un
portal y sueña. Gimen las farolas que nos miran. Y esa niebla. Esa
niebla que irrealiza y me hace de mentira.
Husmeo
lo negro con mi olfato canino. Desfase en los andenes. Entro en un
bar, y en el
fondo
del vaso vuela una libélula. Es un pensamiento de cuatro alas. Un
pensamiento antiguo: “sólo tenemos aquello que nos falta”.
Un
cortado en una plaza. Cielo nublado y viento. Descargo mi cuerpo
sobre las ubres
de
la noche. El óvulo y el esperma que nos engendraron, mira cómo han
mentido al amor. Mira, ellos me apuñalaron con los primeros planos.
Y entonces caminar sola, por todas las noches, presa fácil de
borrachos violadores, puta ficticia de rincones sin sombra.
Árbol
frustrado
Qué
sucede. Qué te estalla en el fondo de los huesos. No llevas ropa
interior: serás
violada.
Miras desbarrar a la noche. Algún voyeur te fffff a través
de su balcón estratégico. Te señala con el índice soberbio, desde
un aburguesado monte de la Luna: tú huyendo de la vida, loca sin
motivo, gimiendo entre el cemento y las estrellas. Te quedan una
piedra blanca y los baños marinos imprudentes. Tu amargura congenia
con la arena.Y la arena es metáfora de tus muslos astutos.
Temes
tu profundidad eterna de preguntas. Te has dejado la música
encendida. Has
corrido
de un solo ramalazo, dejando un reguero de nuncas, airosa
magadespistada a través de las cenefas del viento. Extraña y sola.
Te asusta tu sombra si se proyecta sobre un árbol. Hay un graffitti
en los muros de tu alma. Y hoy un pájaro negro sonríe con las
encías sangrantes.
Urticaria.
Sólo miras -vanidad- el reflejo de tu ira en el bolígrafo. Un
voyeur te fffffff
ansioso.
Desea tu COÑO y es sólo un cuerpo biodegradable. Tu asesino tendrá
una colección de secretos. Su esperma lloverá sobre tu sangre
trementina. Aguarrás, óleo paisaje, estratosfera telúrica para la
femme plaisir; pero el Príncipe Blue (que no querría serlo
nunca) te vendrá a buscar -pese a todo- porque te sssssss.
Devora
esperanza. No llores, mística leprosa. No llores, aún. Lame las
heridas de la
noche.
Cómete la polla de Zeus, mastúrbala hasta que reviente y te
responda. Niña, tienes la tráquea llena de humo. La paracélsica:
palabras de pergamino en el tímpano. Pero. La luna está llena y tú
quieres agua.
Ataque de nervios
Soy
una loba analfabeta que escribe jeroglíficos. Hay una muerte en cada
ingrediente de
mi
cuerpo. Ya no existe más que la grieta. Estalla la Arcadia. Los ojos
vomitan lava. Y me cruzo con todos los pasos de la rayuela.
Estallo
y se esparcen colgajos de óleo rojo; qué apatía me impide salir
del fango.
Cáncer.
Enfermedad. Empiezo a entender qué significa Trauma. La herida ha
supurado un flúor que jamás la cierra. El amante está a mi lado
pero sus besos no eran el fin de ninguna historia.
Frankesteins
y novias de Frankestein. Cada uno necesita su espacio para morder
aquello
que del alma no puede explicarse. Día extraño, resacoso. No sabes
qué ha pasado. Quizá te duele un poco la confusión en el hígado.
Necesitas tu espacio y te sacudes las pulgas del corazón: ¿Amar es
esta desidia? Mierda.
Me
destruye la abulia y entonces, qué entonces, me hartan los gemidos.
Aún no llevo
bragas.
Él se ha ido. No entiendo qué sucede. Pírate, me digo. Es uno de
esos días en los que no se entiende la dislexia entre el yo y el no
yo. Nebulosas, mundos nublados, tierra húmeda anunciándose: por qué
me miras continuamente bajo este cielo sucio, por qué con esa cara
de cordero degollado.
No
digas paraíso cuando quieras decir vicio
Estoy triste, me pitufo un porro broncodilatador; quiero ser libre. Me aburro soberanamente en este mundo de sufrimiento acuedúctico. Estoy triste y Peter Punk se ha ahorcado en una piruleta de diez centímetros.
Tal vez vuele en tu lengua como en la aterciopelada alfombra de un mago árabe. (La bohème, la bohème, qu'est-ce que c'est la bohème?). Ofeleizo. Kill your idols. ¿Otro Quijote más?: pretendo -junto a ti, hipócrita aullador- lo imposible. Los filósofos neoplatónicos miran, espectrales, a los labios que escogen la colilla y ahogan al beso. No habríamos aprobado un casting de ateísmo.
Pero
volved, agujetas en los muslos, no me dejéis sola. Volved a
recordarme la dulce
tempestad
del sexo, y que ronroneaba en un camastro, con la cabeza recostada
en
el pecho de alguien que almizclaba lo invisible. Agujetas benditas,
socorredme con los ecos delirantes del orgasmo, sanad mi mal,
agujetas de acupuntura, saturad mis arterias de feminetilamina. y
dejadme pasear tranquila y escuchar a los acordeonistas que
sobresalen como relieves entre el murmullo de la muchedumbre.
Estoy
triste, pero pienso en tu sexo: pitufaré al vibrador del
sueño, le rogaré que me
acoja,
me seque, me unte la felicidad en las tostadas-mejillas y que deje a
mis caderas cantar flamenco en el anillo de Saturno. El porro
broncodilatador que me estoy pitufando operará una ecuación de
segundo grado sobre la abulia de este lunes bronquítico, lleno de
cariados pensamientos.
Marginalia
Utopía
Quisiera
ver
esa
cara de malfollada
aplastada
por
una sonrisa
*
Casi
me llora la vagina, tras los ojos,
porque
él se ha marchado al planeta del curro.
Ya
sólo la caja torácica de la tele,
y
el ovillo de las lavadoras.
La
alegría está en los álbumes de fotos.
La
nada escala el Everest
de
las tareas domésticas.
La
chacha
Los
objetos hablan.
Dicen
cosas constantemente.
A
veces, no nos dejan en paz:
tienen
polvo; exigen ser barridos
por
una mirada o un plumero.
Antes,
en el júbilo -ese colibrí leproso-,
los
objetos aparecían envueltos
en
un papel de colores y con lazos.
Parecían
promesas de futuro.
Pero
esos objetos están hoy
sucios.
Y
la fregona, esa plañidera horrible,
pretende
limpiar el suelo
con
su llanto lejiado.
*
Tomar
el café con la maruja interior
[zapatos:
dijiste no a los tacones]
Frente
a usted, seguramente habrá alguna silueta humana.
Alcáncela.
Escrute las salpicaduras violáceas de sus venas.
Intente
rozarla, sólo para que los mecanorreceptores
de
sus dedos se regocijen ante el tacto ajeno.
[¿Se
ha preguntado por qué no se asombra cuando se toca
a
sí misma? Otra pregunta (se lo digo desde mi agujero,
esa
casita que me ha fabricado en su ombligo):
¿De
qué sexo es el paisaje? ¿Un hombre? ¡Ah!
Sí…ya
veo. Él tiene un porte roído por la virilidad.
¿Le
asustan las ratas?]
Detrás
de sus patillas – las de Él, las del objeto
directo -,
se
traza un inmenso amuleto azul, pesado y mate.
[¿Podría
alcanzarme esa botella de la mesa? Mmm, gracias;
estos
tragos de hipocresía una los agradece toda la vida.]
Como
decía, él la está mirando.
Creo
que se ha percatado de su deseo.
Sí,
le pende un interrogante con forma de baba
y
todos piensan que no se encuentra en ninguna parte
(ni
siquiera en los catálogos).
[¡Menudo
fogonazo lleva usted atado a…!]
[sin
medias]
¿Es
que eso es una falda? ¡Cuántas veces le he dicho
que
las mujeres de hoy deben llevar panta-cones!
Espere.
No se mueva. Se le ha corrido el carmín de los labios.
[¿Qué?
¿Cómo iba a ser sangre? ¿ Que se está desangrando?]
Tenga,
un kleenex.
Así…(no
se desborde, me está manchando de notas musicales).
Ay,
perdone, sin querer le he borrado un poco la cara.
¡Es
que soy tan torpe! No se preocupe,
[ahora
la acompaño al lavabo y le fabrico unos labios nuevos.]
¿Decía?
Hable un poco más alto, es que no la oigo.
(Por
cierto, ese abrigo negro hasta los tobillos le sienta de maravilla).
¿Cómo?
¿Que se siente incómoda? Vamos, mujer, si no es
[para
tanto…]
Él
sólo quiere morderle un poquito los genes, ya sabe. Así son ellos.
Y
lo de las peras y las manzanas es sólo un juego de anatomía.
(Quiero
irme… ) Pero bueno, si se empeña, le dejo las llaves en el bolso.
[¿No
cree que sus codos son atractivos?]
Ya
está. Me está diciendo que él no es digno de violarla.
¡Tan
atractivo como es! ¡Menuda frígida!
Parece
que lleva el catecismo tatuado en los ojos. ¿Qué?
¡Esto
es el SUMMUM! ¿Sabe usted sumar bayetas?
[¿Cuántas
veces se prostituye al día con la silla?
¿No
le avergüenza mear secamente sentada,
con
un bisturí en los oídos, sin un polvo…?]
¡Como
que la muy se queja de irrealidad!
[bragas,
de gitana, mercadillo]
¿No
le he dicho que ahora le hacía otros labios nuevos,
jugosos,
a rebosar de jergas picantes?
(Me
mí, conmigo solo)
Ya
está. Se lo advertí.
Ha
llegado el momento de confesarle lo que debí decirle desde
su
nacimiento, desde los últimos cinco minutos: [en voz baja]
(
Me deprime. )
Si
estoy hablando con usted es por pura obra de caridad.
Creo
que es una mal follada.
La
follan los días con su pene rígido,
le
mienten los zumbidos atroces de la propaganda
con
sus susurros que son vientos grises,
con
sus lenguas-pulsera y tilín tilín cascabel.
El
golpe de las horas le enreda el cabello.
El
silbato del macho le aprieta círculos concéntricos.
Cuando
publiquen sus alambres, ya nada será;
ya
nada será más sutil ni más fino que la línea borrada de un labio.
[Usted
no será nadie.]
[Pudo
serlo, pero resbalará por el tobogán de su nariz no operada]
Todo
su dolor tiene un anzuelo: me contamina de angustia.
[Desnuda
ante el lodo]
Tienen
culpa los párpados de levantarse siempre,
de
acudir siempre a la llamada fláccida del “buenos días”.
Un
viso lo cubre todo.
Dice
usted que algún dedo debe tocarla,
pero
no estalla, pero no estalla el garfio que asfixia,
siempre
es sacarina, siempre es siempre,
noningún,
noningún
[sabor]
en los peldaños de la escalera mecánica.
píntese
una nueva excusa en los ojos
barra
el cadáver de su ilusión cocida
¿Aprendió
a sumar bayetas?
¿Sabe
usted cocinar gafas de sol?
(Soy
sólo ficción, soysóloficción, un titiritero me tensa los pechos.
Mala
hostia
En
ocasiones sucede que tu corazón dormido
se
cree rehén del mundo criminal.
Entonces
todos llevamos una mudable
cara
de perro. Te sientan mal las voces
de
las pijas y frunces el ceño cada vez
que
encuentras un estanco cerrado.
Te
joden los mohínes de las mojigatas
y
la cara de pena de las niñas traviesas
que
duermen en tu cama grande
y
comen chocolate cuando no puedes atenderlas.
Ni
siquiera te gusta el cuerpo
de
las mujeres coquetas que se vuelven sirenas
por
ti en el río de la calle. Es como
si
olvidaras que pueden meterse dentro de tus ojos
y
nadar en un mar cuyo fondo es un enorme arrecife.
Sin
embargo, qué fácil sería pedir un rescate.
Yo
llegaría en moto, rápida y sonriente
para
aporrear a los malos
y
bajar el telón con un morreo de película.
Vida
laboral
Casi
siempre yo te llamaba, y tú venías.
Yo
te buscaba, cuando dolía vivir un poco.
Al
amanecer tú en mi visión,
surgías
de un ángulo de la tierra,
y
la vieja incertidumbre,
esa
desdentada solterona,
reía
a carcajada limpia.
Pero
hoy no vienes.
Estás
metido en la jaula del trabajo
y
yo he de ir a pagar el alquiler.
Nana a un dictador
Usted
puede ulcerar las tardes con su tedio
Usted
dirá a los cataclismos “no hay remedio”
Usted
mascará discursos bajo su bigote
Usted
aplastará sin yunkes al Coyote
Usted
deprimirá las órbitas lunares
Usted
deshará las olas de los mares
Usted
detendrá las corrientes de los ríos
Usted
hará sangrar el libre albedrío
Usted
escarbará en la frente de los locos
Usted
limitará Alemania con el Congo.
Usted
detonará sueños inalienables
Usted
bailará en la hora punta de los martes
Usted,
papel carbón, genocida de la historia,
Usted
será el alzhéimer que mata la memoria
Vih
Pienso
en tu sexo.
Simplificado
el corazón,
pienso
en tu sexo.
César
Vallejo
Mis
piernas te sonríen
a
través de un cascabel.
Sabes
a full
y,
mientras clavas tu pupila azul...
¿llevas
condones?
Móvil
de cuna
Pájaros
-invisibles- pájaros. Labios aéreos,
pájaros.
Los oigo y no los veo -libres, voladores,
pájaros-.
Entonces todo duele: los guantes, los siempres,
el
beso de ron en los colmillos, el libro perezoso desplegado.
Y
la niebla. Y el sol. Y los otros.
Las
aves migratorias han escupido sus vuelos.
Y
él llora porque la nube se ha olvidado de llover.
Alma
en código MORSE. Terquedad de uña rota.
El
cuerpo es un envoltorio de caramelo.
[Ojalá
existiera un recipiente y un pasado.]
¿África?
La necesito ardiendo en la boca,
y
el verso líquido empapado en gasolina.
Gotea.
Gotea el sol -con su luz-
y
me inunda de tibieza inmerecida.
¡Soy
tan libre que duele!
El
viento salvaje perfora los ojos del poeta.
Nadie
intuye el averno de su mirada.
Inventan
un cielo
a
juego con el bolso y los zapatos.
Los
ojos del poeta son flores:
mirad
a ese hombre deshojado por sus lágrimas,
la
secuencia de Fibonacci cayendo en cascada.
Un
hombre que, asomado a su ventana,
ha
sido guillotinado por el paisaje.
Las
grúas constructoras son el móvil de cuna
de
la ciudad dormitorio:
luna,
estrellas y murciélagos
giran
alrededor del óxido;
los
ciudadanos duermen en la vigilia
observando
cómo también
el
sol, las nubes y las aves migratorias
se
aburren en su absurdo tiovivo.
Pájaros
-invisibles- pájaros. Labios aéreos,
pájaros.
Los oigo y no los veo -libres, voladores,
pájaros-.
Entonces todo duele: los guantes, los siempres,
el
beso de ron en los colmillos, el libro perezoso desplegado.
Y
la niebla. Y el sol. Y los otros.
Costumbre
Digamos
que, hace mucho tiempo, tenía la extraña costumbre de enamorarme.
Lo
hacía por aburrimiento y en las horas más insospechadas. A veces,
veía a un joven
tirando
la basura, o pedaleando una mountain bike; en ocasiones, se me
antojaba el flash de una palabra, me invadía un dulce aroma a
dentífrico de menta o veía unas piernas noblemente torneadas bajo
el sol.
¿Y
qué hacía yo, entonces, en cuanto me sobrevenía una sensación de
aire esférico?
Me
ponía de puntillas, adosaba el dedo índice a mis labios y - psssss
- callaba… para no despertar a un amor caprichoso envuelto en
algodones.
Después,
por las noches, me asomaba a propósito al balcón, y con pose de
doncella del
medievo
suspiraba: "Sintigo…"
Bastaba
tener los ojos abiertos o cerrados, y entonces ya apreciaba unos
labios perfectos
tras
una galleta, un bocadillo, un bistec o una charla de dos minutos o
cinco horas; y descubría un mechón de cabellos inclemente como un
columpio del parque.
Bastaba
tener los ojos abiertos o cerrados y en cualquier rincón se erigía
mi hombre
como
una sombra chinesca, con una capa nueva y una chistera llena de
confetti
y
ya mi amor tenía ese rostro de camisa sin remiendo.
Toda
yo me convertía en manos y labios y muslos y pechos y manos,
Toda
yo amaba tanto que, por milésimas, casi dejaba de ser.
Pero,
una vez, cuando salía a pasear con mis botas negras, me fijé tanto
en el brillo de
mi
silueta en los escaparates, que ya jamás volví a tener esa fea
costumbre de enamorarme… (Se me ocurrieron entretenimientos más
interesantes como el egoísmo, la natación y la papiroflexia.)
La
tierna indiferencia del mundo
Hay
días en los que todo dice “no”, en los que la mirada del otro es
tan fría como la
propia.
Los cuerpos deambulan aparentemente tranquilos con el brillo equívoco
de las promesas falsas. Alguna nube – si hay horizonte posible-
disipa la atención y crea una morbosa figura proyectada hacia
adentro. Y, tal vez, si el miedo al sinsentido es inminente silbamos
aquel viejo himno de guerra .
Hay
días en los que todo dice “no”. Sólo queda aspirar hondo en
cualquier rincón del
paisaje
y esperar los colmillos comprensivos de la noche, y espantar a los
demonios del presidio, invocados por la tierna indiferencia del
mundo.
(Nadie
vendrá a buscarnos. Estamos demasiado locos demasiadas veces.
Estamos
demasiadas
cosas demasiadas veces.¿Quién vendrá, por encima y por debajo de
la tierra, con los labios cargados de los viejos himnos de guerra?)
Hay
días en los que todo dice “no”. En esos momentos de resignación
acuosa expira la
antigua
canción de la sangre: “¿ Por qué no nos vamos lejos?" Y
pienso, sin decirlo, con rubor resignado, que mi corazón hambriento
seguirá amando, pese a todo, a los monstruos más feroces de la
tierra.
Cyberpoema
¿En
cuantos gigas cabe tu dolor?
¿Dura
más el amor en htlm?
¿Adoras
cada píxel de su piel
y
no te responde a los mails?
Ponte
el filtro antispam
y
juega al solitario.
Poema
para fingir que no se está solo
(Entre
gaznates nocturnos, conversación con una silla y un cigarro)
Perseguir
en solitario
a
un mendigo al que invitar
es
síntoma de mala salud.
Abre
bien los ojos, vieja silla,
te
sorprenderá la niebla egoísta
que
mata las imágenes
y
deja huérfana a la realidad,
esos
fantasmones con alhajas
que
miran nuestro escote
mientras
bebemos con sorna
otro
trago más y más y más.
Les
miro. No les conozco.
Podemos
estar lejos para siempre,
deprimirnos,
desorbitar
la luna
(esa
experta en confundir...)
y
bla bla blá*
Todas
las lágrimas
pueden
camuflarse.
La
banalidad, en cambio,
es
descarada.
Un
sorbo de cerveza y
- míralos-
todos
sonríen,
todos
se cuentan la vida
- ja ja já*
El
invierno, ese fiel camarada,
me
invita a buscar
el
cálido tufo de los bares
y
la sonrisa pasiva
de
ti, silla de enfrente.
Hay
tanto que decir
y
tanto que callar.
Pero
la
silla permanece vacía e intacta
frente
a mí,
con
esa elocuencia de los ángeles,
y
el cigarro encendido
tiene
cosas más agradables
y
amargas que explicarme.
Otra
oda a la alcachofa
¡Me
encantas, alcachofa! Sin chantajes erótico-místicos, sin vaivenes
de trasatlántico, sin "ahora sí, ahora no, luego tal vez",
sin la bragueta prieta y la mirada picarona.Verde y muda, con el
perfil de una rosa marciana; en perfecto maridaje con mi tragedia:
apta para ser deshojada y saciar el ansia que me habita.
¡Me
encantas, alcachofa! Eres el grito de Munch en medio de tanta mierda
neorromántica, un hachazo preciso tras Los veinte (putos)
poemas de amor y la canción desesperada. Un pies en
el suelo, un cotidianazo preciso. Te abres ante mí como un
nenúfar de tierra, sostienes mi mirada resentida y le devuelves el
vacío con tu verde insulto.
¡Me
encantas alcachofa! Sin cursiladas in fraganti, sin más
provocación que tu propia naturaleza: veo en ti el wu wei
del budista, una llave hermética, un fundido en
negro.
Ante tu silencio elocuente, respiro bajo los árboles y aprendo a
vivir a
sorbos,
haces un streaptease con tus decenas de bragas y devoro tu corazón
como
un Don Juan.
¡Me
encantas, alcachofa! Sin chantajes erótico-místicos, sin vaivenes
de trasatlántico... verde y muda...como una alcachofa.
Dame
una sola canción para existir
Una
noche, le dije adiós y se quedó conmigo.
Le
dije, “tengo miedo”,
“tengo
miedo porque no me importa morir joven”.
Le
dije, “He soñado que me sorbía la tierra,
que
mis ojos eran plumas de quetzal.
He
soñado que surcaba el océano
en
una botella de whisky.
He
soñado que lo deseaba todo y nada;
que
renunciaría a mis dioses malos
si
tú me lo pidieras.”
Me
escuchó con atención. No se fue.
Dijo
que un día volaríamos. Que imaginase... cómo sería.
...desaprender...
detener la vida mientras le contemplo.
Qué
puedo decir. A veces quema.
Se
introduce en el cuerpo, y la piel reacciona.
“Recorre
las calles,- dice- ve sola,
enamora
a los desconocidos más allá de la niebla,
camina
sobre mí mientras yo te camino,
escribe
para cazarme, soy fugitivo.”
Y,
luego, con fuego, me obliga a decir esto:
“Dame
una sola canción para existir”.
La
quema del brujo
Escuchad,
ancianos, el brujo va a ser quemado, oh sí, ancianos.
¡Sangre,
sangre! ¡Se está desangrando por la izquierda!
¡Sangre,
sangre! ¡A la orilla de la derecha, una jeringa
le
dosifica el viento rojo de los acróbatas! ¡Sangre, sangre!
¡Se
licua en ese viento y convierte el paisaje en un coágulo!
¡Sangre,
sangre! ¡Lleva tantos kilómetros goteándose!
Escribe
el Génesis en la A-7. El peaje es demasiado caro
para
su presupuesto de paria. ¡Sangre, sangre!
Escuchad,
ancianos. El brujo no tiene ni parientes ni amigos,
nadie
siente simpatía hacia él, oh sí, ancianos.
Se
desangra porque ha sumergido una mano en la tierra.
[Dios
mío, el cielo le hace el amor al mar y encima gime
a
través de las gaviotas. Dios mío, por qué los perdidos
llevan
siglos deshojando sus lágrimas. Dios mío,
el
gallo saluda al sol que le imanta a las mañanas.
El
brujo ama la vida, Dios mío.]
Escuchad,
guerreros, hay que atar al morogi con hojas
de
bananero secas. Oh sí, guerreros.
Dios
mío, los segundos bombardean las células de los que sufren,
Dios
mío, la raíz cuadrada del miedo es la muerte,
Dios
mío, ¡Sangre, sangre! Agua viva por el cráter de la carne,
ríos
profundos de los ojos que imitan al sol y a la luna,
¡Sangre,
sangre! Una mujer abierta
como
las aguas del Mar Rojo ante el báculo de Moisés.
Escuchad,
guerreros, levantad vuestras lanzas y vuestros escudos
y
decid de una sola voz: que el brujo sea quemado. Oh sí, guerreros.
¡Sangre!
Los deseos como gaviotas que vuelan evaporándose
por
la neblina de su mirada egregia. Sangre. La libertad dolorosa
ascendiendo
por los pies hacia la tráquea y derramándose
en
un charco de conjuros imposibles. Sangre. La virtud adulterada
por
un ansia de luz superior a la radiación del canto kikuyu.
Sangre.
Pétalos y esperma derramados sobre el pecho del mago.
Escuchad,
ancianos, guerreros y pueblo del distrito,
pronunciar
con unanimidad
que
el morogi debe permanecer solo.
Oh,
sí, el brujo debe ser quemado por completo.
Afirmemos
con una sola voz que el morogi no tiene hogar.
Oh,
sí, el brujo debe ser quemado por completo.
Afirmemos
con una sola voz que el morogi no tiene clan.
Oh,
sí, el brujo debe ser quemado por completo.
Hierofanía
Alguien
bajará el telón
y
moriremos antes
de
hacer la reverencia.
El
azar asesina lo bello,
que
muere con elegancia.
Arder
es un arte antiguo.
El hombro del mendigo
A
ese septiembre interior,
cuyas
Cejas ApostrOfan
pensamientoS....
Al
llanto desconsolado...
Los
incas, tras la muerte de sus reyes, lloraban durante un año. Yo sólo
lo hice unos minutos, aunque jamás diluvié tanto. Tenía dieciocho
años, y los ojos preñados de dudas. Sentía un dolor esférico: se
había destruido el palacio de cristal de la inocencia. La mayoría
de edad me había dado una bofetada. Había dejado de amar a quien
amaba. Sufría por la belleza en extinción.
Una
noche me dirigí a la calle más peligrosa de la ciudad con una
navaja en el bolsillo. Quise saborear el tuétano de mi infierno y me
arrodillé y lamí el suelo lleno de orines. Luego mordí el bordillo
de la acera. Alguien pasaba por allí, por casualidad, y me preguntó:
-
¿Qué te pasa?
Le
puse la navaja en la mano y le grité:
-¡Mátame!
Huyó
de mí, asustado.
Entonces
empezó aquel llanto que todo lo inunda y lo hace borroso. El llanto
de los que cruzan la línea. Las calles empezaron a desdibujarse, y
llegué entre gemidos a una ancha avenida llena de turistas. De la
acera de la izquierda, surgió un hombre que parecía venir de otro
mundo. Iba apenas vestido con una sábana que cubría sus genitales.
Tenía el torso desnudo y los pies descalzos. Su pelo era largo y
blanco y sus ojos marítimos parecían ciegos como los de Tiresias,
reflejaban todas las edades. Se me acercó hablando una lengua
extranjera y me abrazó y yo lloré en su hombro, me vacié en su
hombro. Y entonces conocí la melancolía de los dioses, la tristeza
dilúvica que sólo puede consolar el hombro de un mendigo
extranjero.
Ese
hombre misterioso se diluyó en el espaciotiempo y nunca más volvió
a aparecérseme. Su abrazo, sin embargo, se me quedó enganchado por
dentro.
[1]
Los
Mayores placeres nacen de la
desesperación. Hay Ansia de todo en el
Don Nadie encaprichado con el sexo de lo abstracto.
[2]
Era
una noche de febrero resfriado. Dolía el baile de la hoja caduca. El
humo hachisnómano substituía a la frígida tramuntana. Yo sólo
creía en mi graciosa miseria .(Las cejas soñadoras son alas de
ave.) Locura, tan atenta, se asomaba a la ventana rizada
de
mis ojos acrobáticos -trapecistas de lágrimas-. Notaba el abrazo de
una galaxia ciega. Sentía el masaje del desmayo. Aquel clítoris
mareado de metafísica. (Fogosa tranquilidad...)
ZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZ
Pero
él, fatalmente desaprovechado, como una canción silenciosa. Aguja.
Aguja y cuánta. Ya borrachos los números. Con tanta saliva
resignada. Y aquel clítoris soplándome no sigas.
[3]
Se
recuerda un diálogo imposible.
Imbecivilizamiento. Se recuerda una
mujer histérica, cainita, empecinada en su veneno. Sólo juntaba sus
labios de ventosa, susurrando: seré
ardiente, jamás consumida.
Une
Madame Boba acumulaba memoria para
sentirse. No miraba la hoguera en los
relojes. Fingía no haber sufrido nunca.
Disimulaba ante los piropos. Sonreía triangularmente
a los hombres desde un calabozo
hidráulico.
¿Mas...a
dónde se dirigía su Gabardina, segunda
piel de cuero falso alado?Caminaba. Y parecía
protegida por la brea de su orgullo.
[4]
Érase
una vez un pelo de appalosa. Érase un hilo separador de
castas. Un horizonte tiránico amputaba el aire. Ellos dudaban:
lápida o tren, that’s the question!
La
cultura oficial los entierra vivos. Son los outsider. No
nacen nunca. Escupen, se dejan marcar el gol de otra pupila; entablan
descaradamente conversación con seres de aura violeta. Observan y
acunan a П en sus ojos; después,
dibujan con un pararayos las arrugas de su cuerpo. Admiran a los no
duchados, a los herederos del Imperio Romano, a los demasiadolibres,
a los moribundos de los asilos, a los adolescentesdistraídos en
medusas psicodélicas, a los sidosos y los pseudosidosos, a las
Venus de Willendorf parturientas, a los antibudistas, a los
neuróticos desvergonzados que se convierten a la atea hipocondría,
a los tatuados antes de 1975, a los solos, a los auténticos
cuya voz es una pistola neumática. [¿Divinos piojosos?]
[5]
Yo
también vi los rostros megalómanos
pidiendo limosna al atardecer. Yo también vi el oráculo de Delfos
en el cajero automático. Allí se filmaba
el sueño apacible de un trotamundos.
Allí se saciaba la sed de un predicador de infinitos anacrónicos.
Yo también miré con deseo al desconocido. En el andén de enfrente
no valía medir con cuentagotas los
segundos. (¿Hay un tiempo para observar lo ajeno?) Yo también quise
secuestrarme, premenstrualmente, a punta
de navaja. Yo también me arrastré hacia un país al que sólo puede
llegarse rabioso, melancólico y tullido. (Pero el “yo también”
no sirve. Porque traiciono a Keats. ¿Es que nunca llegaré a la
desintegración del Yo...? Seguid otros caminos. Buscad la Fortuna en
la nariz roja de un payaso circense.)
[6]
Una
vez rompí la barrera del decoro. Sólo pudo ser sobre unos adoquines
orinados. La luna jugaba al escondite; era una de esas noches, cuando
las Hembras sostienen una respiración histérica y les mana el
dualismo platónico por el coño.
Fui
ahorcada por unas líneas quirománticas. Unos labios me desterraron
de unos ojos. La voz del ensueño retumbaba estridente. Descubrí que
había estado persiguiendo a un Imbécil. Quizá aplaudieron al
unísono todas las ramas de los árboles.
El
agua brotó de mi párpado-nube y lloví. Finalmente, yo era el
Desdén Desdeñado. Mis pupilas: viscosas ranas mojadas, regateadas
por los nenúfares transeúntes. Lloraba, ya cruzada la línea de la
proscripción, porque quería huir de la lámpara maravillosa y me
había maltratado el ruin Aladino.
[7]
“Es
hora, -pensé- de ser libre y autónoma y de ondear una bandera
republicana en mi cuerpo. Pero... ¿a quién amaré si Todos son
Tontos?”
Entretanto, pasaban de largo.
De
todos modos, era alta la noche. Algún noctámbulo paseaba para notar
el fresco. Uno se acercó. Era moreno y sus ojos brillaban como
cucarachas. Se agachó, me puso un dedo en la mejilla, y susurró,
casi imperceptiblemente:
-
Eres demasiado guapa para sufrir tanto.
Me
callé. Él continuó su paseo de turista autóctono.
Pasaba
el tiempo. Por si acaso, observé mi reflejo en el capó de un coche.
Y
entonces me vi: “demasiado guapa
para sufrir tanto”.
Segundo
epílogo febril
Ahora
mismo van a reventarme los ojos
si
antes no me fusila la vida.
Las
otras mujeres florero me han hecho
una
reverencia distinguida. Avisan:
"No
te fíes de la lengua de los jardineros;
dicen
que te riegan porque seas bella,
pero
en verdad buscan el negocio de venderte
en
el mercado de las lechugas."
Postdata
Realicida
P.D.:
Los sueños eran tan enormes que, cada vez que un día se
fotocopiaba, estornudaba en medio del volcán y echaba cubitos en la
sopa.
2 comentarios:
Hola soy un imbécil. Podrías escribir más grande, es que no veo un pijo.
Corregido! Gracias!
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