- ¿Qué es un libro? Si me ayudas a abrirlo, veremos lo que hay dentro...
En la memoria celular están los quipus
enredados, las tablillas mesopotámicas de los motines de guerra, los papiros
egipcios dormidos entre falsificaciones, las cenizas de la biblioteca de
Alejandría. El primer ufólogo de la historia – Giordano Bruno- encuadernó con
su propia piel las obras que perecieron con él
en la hoguera.
Imaginad las palabras divinas que las futuras
generaciones deberán recordar, el conocimiento secreto del libro que sobrevive
a la carne. ¿Si fueras un hombre-libro de Fahrenheit 451, quién
escogerías ser? Probablemente, un texto sagrado y verdadero, escrito con
caricias.
Arcimboldo construyó un librero
amontonando libros. Quevedo llamaba a los libreros “licenciados Librunos”.
Acumular libros sin aprehenderlos es contraer obesidad espiritual. ¿No lo dice
así la Tabla de Cebes?
No sólo cuenta el mensaje, también el
soporte. Existen encuadernaciones en piel humana. El libro es pensamiento
materializado. La misma disposición de los renglones de la escritura hace
pensar en un campo de cultivo, un huerto florecido.
Al principio, los libros sólo eran
para los magos o sacerdotes. Gran parte de la población era analfabeta y el
conocimiento de un alfabeto ayudaba a penetrar en el pensamiento simbólico.
Hablar del libro es contemplar la
fijación del lenguaje. Se dice que la lengua de los habitantes de Lemuria era
tan afín con el código secreto de la creación que era capaz de dominar los
cuatro elementos.
La lectura es un catalizador de la
imaginación. La concibo como un portal estelar, un agujero de gusano. Permite
viajar en el espacio-tiempo. Gracias al libro, podemos conversar con los
difuntos y dialogar con el pasado, conocer la historia de nuestra civilización.
Se ha especulado sobre el Libro de
la vida, esto es, el genoma. Uno puede leer el mundo como si fuera un libro
abierto. Antaño, la literatura empezó en la oralidad. Los juglares y rapsodas
eran hombres-libro de Ray Bradbury. El buen poeta griego debía memorizar los
mejores cien poemas antes de empezar a escribir.
Borges
imaginó cómo sería la biblioteca infinita en su cuento “La Biblioteca de
Babel”. También supuso la existencia de un libro laberíntico, infinito y
vertiginoso, que nunca se abre por la misma página: “El libro de arena”.
El
libro cerrado es el continente del misterio. Hay unas excelentes fotografías de
Chema Madoz que contienen este concepto:
-
Un libro con
una mirilla, donde pone la palabra “amigo”
-
Un libro
dentro de otro libro: tantas lecturas como lectores
El
manuscrito siempre ha sido un objeto de fascinación, porque el manuscrito es un
libro irrepetible. Muchos escritores han utilizado como técnica ficticia la
argucia del “manuscrito encontrado”. Así aparece en El Quijote, las Cartas
marruecas y otros tantos. He aquí la fascinación que se ha sentido siempre
hacia los grimorios. Algunos, como el ms. de Voynich, han despertado la
curiosidad de criptógrafos y teósofos.
El
libro no sólo contiene palabras, también ilustraciones. La Alicia de Lewis
Carrol decía no soportar los libros sin dibujos. Y así encontramos los libros
de Frida Kalho, las planchas de William Blake, los álbumes de las damiselas
románticas e, incluso, la novela gráfica fundada por Will Eisner.
***
¿Y toda esta reflexión termina aquí?
En una olla tengo un pupurri con la biblioteca de Focio y la de Alejandría, las cartas a la madre de Nietzsche, el texto de la historia de Genji, los Vedas,
las Etimologías de Isidoro de Sevilla y The Eremy of books.
El grado libropáusico es tal que decido inventarme un personaje: Friedrich
Gotfried Schwarzenbach. Alemán,
coetáneo de Goethe, prerromántico; nace en la selva negra; habla 14 lenguas,
siente atracción hacia las ciencias ocultas; pedante, soberbio, viajero incansable;
muere en Mongolia. Existe una carta- ensayo suya encontrada en grutas de Mongolia. Frauke
von Strestz. Pound lo cita. Él alude a otros en su epístola como Athanasius Kircher o Ramon Llull. En su carta narra un sueño sobre la quema de una Biblioteca Sagrada que contiene la Verdad, más allá de la algarabía datofágica de nombres, seres e ideas indigestas repetidas hasta ser decreto en la Historia de la Humanidad.
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