La Fiesta del Mal de Amores tiene en el
centro de la sala un saco de boxeo. Hay un micrófono abierto donde todos
los desamorados pueden cantar, gritar y desahogarse. También hay un
segurata que, en vez de hacer de segurata, es una especie de oso
gigantesco al que se le puede abrazar llorando, y que siempre tiene la
ropa mojada. En medio de todos ellos, están Madame H y el Viejo
Buhonero, los alquimistas de la melancolía que regentan el Forgotten
Pub.
¡Atención!
La Pirata TAZ tiene la cara untada en lágrimas y vómito. Se autolesionó
el cuello con una navaja mariposa y un borracho, antes, pensó que la
había matado estrangulándola, pero no fue así. ¡Qué difícil es acabar
con la vida de una mujer enamorada!
Madame H se acerca a la Pirata. Tiene en la mano otro chupito pero, esta vez, no es de Leteo, sino de Supraconciencia.
- Bebe un poco de Supraconciencia.
La Pirata TAZ obedece. Nada mejor que hacer. Después de una noche entera aullando, siente cansancio.
En pocos segundos, el brebaje surte efecto. La Pirata corre otra vez hacia el cuaderno, abierto sobre la barra.
- ¡Comprendo, oh Universo,
cuán insignificante
es este dolor, qué ciego e ignorante!
Aprendí sabias lecciones sobre el amor y el deseo
y, ¿por qué negarlo?
yo misma inventé al séquito de diablos
que liban de mi corazón
y pintan acuarelas de dolor
en mis mejillas.
En cuanto a él,
¿acaso no podría haber sido aquél?
¿acaso no resucitará en aquél
si no logro aprender lo que debiera?
¡Brindo por los finales!
¡Asumo que la vida es sueño!
¡Celebremos todos juntos esta pequeña muerte!
Es ley de vida renacer después...
¡Libertad frente a la antigua forma!
¡(R)evolución!
Acto seguido, la Pirata TAZ recupera vigor y belleza. Su sonrisa es internacional. Se despide cortésmente y se encamina hacia la siguiente Fiesta.
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