domingo, 3 de julio de 2016

DISCURSO SOBRE LA PAZ MUNDIAL

Hijo mío, dicen que te mimo demasiado. Es cierto. Te hago cosquillas, para que te rías antes de que empiece el día. Jugamos en la cama con cojines, te hago pedorretas en la barriga y digo sandeces surrealistas para que estalles en una carcajada máxima y amanezcas alegre como el sol, con el infinito sonriendo en tu mirada de niño borracho de imaginación, sueños y aventuras. . ¡La risa de un niño tiene tanto poder en mi vida! ¡La risa de un niño tiene más poder en mi vida que cualquier presunto gobernador de países democráticos en crisis! Pero entre besos, caricias y cosquillas, se me ha olvidado decirte una cosa. No dejes que ese otro niño te dé patadas en la cabeza cuando nadie mira. Tampoco le des a él patadas en la cabeza... Sí, sé que es complicado. ¿Cómo conseguir que ese niño no te dé patadas en la cabeza sin dárselas tú a él? Esta encrucijada existencial me lleva a escribir este “Discurso sobre la paz mundial”. El niño que te pega es otra de las Guerras del Futuro. Anulémoslas con este conjuro: "No acepto tu violencia, compañero, porque prefiero un abrazo a una agresión. No acepto tus patadas, ni tus gritos, ni tus bombas ni tus fusiles, porque podrías darme algo mejor. Podrías invertir el mismo tiempo en ofrecerme tu complicidad, porque ambos estamos igual de desnudos ante la existencia y ante la muerte. No acepto tu violencia, porque evidencia que eres esclavo de un falso dios materialista y mis dioses son fértiles y arcanos, y brillan más que el oro: porque son el mismo sol brillante." Texto de KO, kamikaz de las Bermudas Vírgenes

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