Yonkópolis
Ella parecía una artista, él se acababa de chutar heroína. Yo no
soy ni ella ni él, pero podría ser perfectamente ambos. Soy quien
narra una historia que una vez soñé y que está basada en una idea
arquetípica: el arte de vivir como sanación.
¿Quién era aquella extraña juglaresa? La escuché por primera vez
en la puerta de la narcosala. Una bizarra poetisa con un antifaz.
Recitaba una versión mordaz y de
mal gusto de un sobreconocido poema de Bécquer:
Volverán las oscuras jeringuillas
en tus brazos sus picos a colgar,
y, otra vez, con el jaco en tus umbrales
jugando matarán;
Volverán las pastillas y las clecas
de speed y coca las tochas a esnifar
y, otra vez, en la noche, aun más morbosas,
tus pupilas se dilatarán;
Volverán del asco en tus oídos
las palabras hirientes a sonar;
tu corazón, de su profundo miedo
tal vez despertará;
pero vacío y absorto y en cuclillas,
como se adora la mierda ante su altar,
como tú te has jodido...yonki, desengáñate:
¡así no te joderán!
Ella
cogió una jeringuilla gigante de juguete donde había escrito con un
marker la palabra love.
Se
arremangó. Se ató una goma de pollo bajo la axila -en la inserción
superior del tríceps-, repiqueteó el brazo buscándose la vena
basílica -la más témplica-, puso los ojos en blanco y fingió que
se chutaba hasta terminar en el suelo, nadando como un pez drogado en
una balsa de aceite.
Después, teatralizó tres variantes formales del mismo concepto:
- Para representar la adicción psicológica, se puso una sonda que desembocaba en un suero con la fotografía de Elvis Presley.
- Para representar la ansiedad química de la drogodependencia, escribió con tiza en el suelo la máxima de William Blake: “El camino del exceso conduce a la sabiduría” y fingió que esnifaba esa frase por la nariz.
- Para mostrar el delirio humeante, escribió poemas en papel de fumar, y después simuló fumárselos mientras prendía un palosanto.
A todo esto, había a su alrededor un coro de personas riéndose. Se
incorporó, hizo una reverencia con su sombrero bufón y exclamó:
- ¿Alguien quiere regalarse un viaje gratis? ¡Sube mucho!
Puso un efecto de carcajadas y aplausos en un ampli portátil, que –
a instancia de las neuronas espejo- provocó carcajadas y
aplausos en el público. En ese momento, retiró una sábana que
cubría su bicicleta, tuneada para que tuviera el aspecto de un
camello. Sobre su lomo aparecía la palabra Ser-vicio social.
Tiró al suelo la jeringuilla y el sombrero, se puso la máscara de
una calavera y siguió hablando, con una voz muy seria:
- Este es el viaje alternativo.
Cuando
terminó de pronunciar aquellas palabras, muchos se fueron. El show
ya no era gracioso.
Él se
sentó en el suelo. Estaba muy colocado y ella le parecía
fascinante.
- Hola,
¿cómo estás? ¿Te apetece irte de viaje?
- Sí que me gustaría...
- Muy
bien... Súbete al camello. Calculo que pedalearé cerca de cuatro
horas.
II. Dreamachine o el arte de soñar
- Verás: un camino siempre contiene dos viajes, la ida y la vuelta,
la entrada y la salida.
Ella pedaleaba con fuerza circense. Tenía piernas de acróbata y
equilibrio de funambulista. Le pidió que se agarrara fuerte al
sillín, mientras conducía al camello levitando, levitante.
- ¿A dónde vamos? -dijo él.
- Te llevaré a un lugar que es sagrado.
- ¿Por dónde cae?
- ¿Sabes? En realidad no hay puerto. ¡Contempla el paisaje, camarada
bergante! ¡Este viaje quiere enseñarte a soñar despierto!
Él vio que a sendos lados de la carretera había un bosque de pinos.
Atardecía detrás de los árboles. Observar aquello era muy
relajante. Ella sonrió:
- ¿Has
oído hablar de la Dreamachine?
Es una lámpara estroboscópica
ideada por Brion Gysin, artista, viajante, escritor y alquimista,
fabricada con una cartulina recortada y un tocadiscos. Intenta
imitar fenómenos muy sencillos que se dan en la naturaleza y que
hacen que nuestro cerebro produzca ondas alfa. Es
bien sabido que cuando uno pedalea al lado de una hilera de árboles
con el sol detrás, cae en una especie de trance relajante que se
parece mucho a soñar despierto.
Él cerró los ojos. Olía el suave perfume del cabello de su extraña
salvadora. ¿Acaso era todo aquello un sueño? ¡Qué bella y poética
podía ser la realidad, si uno aprendía a contemplarla de otra
manera!
Al cabo de unas horas, ella tomó una bifurcación por un camino de
tierra. Llegaron a un claro, que tenía una vieja cabaña de madera.
Al lado de esa cabaña, había una estructura geodésica recubierta
con lonas, de no más de un metro de altura, y un extraño horno con
una hoguera encendida. La danza de las llamas debía de ser otra
especie de Dreamachine. Ella saludó a un hombre que estaba
alimentando el fuego.
- ¿Qué tal?
- El temazcal está casi a punto de empezar. Puedes preparar a nuestro
invitado.
III. Temazcal
Junto al iglú de lonas, habían unas doce personas sentadas en
círculo. Entre ellas, destacaba un hombre ataviado con plumas, que
cantaba acompañándose con un pandero.
- El hombre que ves allí cantando, es un guía o chamán.- dijo
ella.- El temazcal es un templo de vapor, un rito ancestral que
purifica el cuerpo, lo desnuda y lo conecta con la madre Tierra.
Ambos se integraron en el círculo. El guía tomó la palabra:
- A los nuevos les daré unas breves instrucciones. Este es un rito
de purificación, de limpieza. Nos conectamos con la Tierra, con el
fuego de su matriz. El fuego limpia la roña del alma, llega allí
donde nunca llegó el agua. Yonki... nunca más sentirás nostalgia de tu madre.
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