Es la debilidad del hombre lo que le hace
sociable; son nuestras comunes miserias las que inclinan nuestros
corazones a la humanidad; si no fuésemos hombres, no le deberiamos nada.
Todo apego es un signo de insuficiencia: si cada uno de nosotros no
tuviese ninguna necesidad de los demás, ni siquiera pensaría en unirse a
ellos. Asi, de nuestra misma deficiencia nace nuestra frágil dicha. Un
ser verdaderamente feliz es un ser solitario: solo Dios goza de una
felicidad absoluta; pero ¿quién de nosotros tiene idea de cosa
semejante? Si alguien imperfecto pudiese bastarse a sí mismo, ¿de qué
gozaria, según nosotros? Estaría solo, sería desdichado. Yo no concibo
que quien no tiene necesidad de nada puede amar algo: y no concibo que quien no ame nada pueda ser feliz.
Jean-Jacques Rousseau, Cartas a Lucilio
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