viernes, 9 de mayo de 2014

Kilobang

Estoy en una discoteca llena de maricas. Soy la única mujer.
Les veo besarse y magrearse por todas partes. Sonrío. Me miran con simpatía. Soy la amiga que desean tener para hablar de culos, para pajearse de vez en cuando junto a unas tetas que sobresalen. Quieren que les diga que amo tanto a los hombres que desearía convertirme en ellos. Lo quieren.

Acepto.

Me llevan al lavabo. Todos me rodean. Me desnudan y se quitan la ropa. Uno de ellos me da una palmadita en el culo y me busca el ano para sodomizarme. Veo un montón de pollas erectas. Un kilobang.

Otro me mira las tetas y se las mete en la boca, como si nunca hubiera tenido una madre.

Todos ríen.

Saco el bolso con condones, espermicidas y, en fin, el típico maletín de hetaira. También llevo aceite para masajes y vaselina.

Pasamos momentos deliciosos. Nos despedimos con un abrazo.

¿Esto es malo? 
Gracias.


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