(A Raynald Colom y las trompetas del juicio)
La
aventura silba en las calles, los pasos vuelan, la sonrisa guarda
silencio. Alguien pasea por la ciudad, como un ángel: ¿Por/para
qué? Por/para comprender la ley del ritmo.
Así
es como empieza la historia de un momento congelado en la cámara de
un desconocido:
Atención al detalle: Maga
Despistada ve cómo se desdobla la sombra de Raynald Colom. Lo ve
desde atrás. Ella se sixtiplica para que los oídos de todos sus yoes hagan un coro de la escucha.
(Flashback)
(Aún no sabe que el término “jazz”
es demente).
Ellos asienten.
La trompeta sonríe.
(Entra. Se sienta. Un barman.)
- ¿Qué quieres?
- Un No lo sé con hielo.
En en ángulo más curvo de la sala.
Yesod, color rojo y cuello largo. Un cuadro de Hooper.
Pero, de súbito, empieza a tocar una
banda de Black American Music, porque la palabra jazz es
despectiva. La palabra jazz es un invento de blancos. Maga
Despistada afila los colmillos y escribe:
I
Intento imaginar la situación:
Una manzana dulce ensangrentada.
Un tajo de navaja en el cielo:
la noche sangra irrealidad.
II
Estatismo en movimiento.
Un poco de sueño salpica tus mejillas
con ácido realicida.
Una oruga se desliza
hacia la danza de la mariposa.
VENUS VERDE
EMBAUCA LAS TROMPETAS DE MARTE
III
Un corazón mental.
Serpentinas de música.
Esperma sinfónico escribiendo
en cojera perfecta
sobre el aire.
IV
Jonh Doe sube al carromato
de la bohemia inspiratriz
y fabrica un cóctel de aliento.
Es aliento,
se expira como lo hace un yogui.
V
Traqueteo rítmico.
El arquitecto de los castillos sobre el aire.
Un túnel.
La sonrisa de la Gioconda al final,
mientras degusta trufas y chocolate.
La música es el suero de la melancolía,
arcoiris que transcurre por las venas.
VI
Folk en los campos de la urbe,
mientras los blancos lloran
los partos negros de las nubes.
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