Velázquez, La Venus del espejo
- S'ha mort aquest mirall.
- Per què?
- Perquè se m'ha explicat mentre el mirava.
(Una conversa amb en Sàgar, quan tenia 4 anys)
- Per què?
- Perquè se m'ha explicat mentre el mirava.
(Una conversa amb en Sàgar, quan tenia 4 anys)
- Se ha muerto este espejo.
- ¿Por qué?
- Porque se me ha explicado mientras lo miraba.
(Conversación con Sàgar, cuando él tenía 4 años).
Había una vez un magma de bliblís y blablás que retumbaban dentro de la cabeza de un profeta. Él no sabía cómo ordenar en el espaciotiempo el alud de información que le transportaba a un mundo más vasto en el que la humanidad es la centella de un fuego infinito y autocombustible. Tampoco sabía cómo canalizar aquello, en un latín bastardo que sólo podía entender menos de una décima parte de la población mundial.
En aquella vida, el profeta se fue a la taberna y se convirtió en un goliardo que recitaba a vuelapluma versos sobre el presente infinito como único asidero del éxtasis, mientras besaba con voluptuosidad a las mujeres y hombres más bellos que se cruzaban en su camino.
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