[Hércules y la Hidra de Lerna, Gustav Moreau]
Maté a tantos hombres y mujeres idiotas
que hollaban impacientes dentro de mí,
aguardando el clavo de Chéjov para colgar
su chaqueta, y gritar:
- ¡Eh, estoy aquí!
¡Mi presencia brilla más que el sol,
es más misteriosa que la luna,
más iridiscente que un alba de amantes!
Forniqué con esos seres mutilados,
mi alma los apalizaba
con presuntos credos de perfección,
el corazón decía:
- No es por allí, no es por allá,
eso no aún, eso no tampoco.
¡No, no, no, no!
¡Mátalos! ¡Corta todas sus cabezas!
Mi cuerpo poblado por una comunidad
borderline
que vampirizaba mi aliento
y enajenaba la bilis,
retorcí sus músculos
y vestí sus trajes
mientras gritaban:
- ¡Existo!¡Miradme!¡Parece que existo
y hago ruido, hago mucho ruido para existir
y acordarme de que existo
antes de morir!
Fui tantos seres estúpidos de cabezas monstruosas
en el athanor de la conciencia que hacía chup chup,
***a saber (la lista es tan interminable como la imbecilidad humana):
una vampiro que canta como Janis Joplin y escupe como Yoko Ono,
o el Capitán PollaGarfio, espléndido vanidoso guaperas
con sex appeal y poder adquisitivo,
también fui un joven marica violado por una cuarentona,
un macho caliente que buscaba el vacío descargando semen
en bocas que oraban sexo,
una puta histérica que resbalaba por el tiempo y las braguetas
en busca del amor,
un solitario eremita que meditaba sobre su vacío
a pesar de la polla saciada,
una diva inspiratriz de cuatro reinos cardinales
convocadora de TAZs y bacanales en plenilunio,
una poeta remendona de versos
que destroza el viento...
Y cada vez, intentaba acercarme a algo
que fuera mejor que lo anterior,
más armónicamente definido,
amarrar aquellas cabezas y hacerlas Una
y que esa cabeza
estuviera más cerca del No Sé Qué
para reventar su boca, callarla con abismos,
precintarla en un poema Kalashnikov.
No sé cuántos cretinos blablean aún en mi pecho
en busca de un traje y de una personalidad,
buceo al Inconsciente Colectivo:
soy todos ellos,
los veo pasear por las calles y llenar mapamundis,
- cada cual en su proceso, de menos a más idiota-
y quizá, algún día,
seamos capaces de amarnos, todos juntos,
en la espada de Hércules.
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