viernes, 25 de marzo de 2011

Spleen o la vieja historia de la culpa

Sí, hace tiempo que no escribo por aquí. Quise un barbecho, intenté callar a no ser que fuera estrictamente necesario, quise pasear y admirar la primavera anoréxica de la ciudad, sus antros llenos de genitales implantados en zombis de bliblís y blablás. Hoy, en plena abstemia, haciendo acrobacias para no caer en ese agujero negro del tedio, me pregunto cómo conseguir que la gata deje de mearse en mi cama -el universo hoy huele a meado felino- y cómo mitigar el ancestral sentimiento de culpa.

- ¿Culpa?

Sí. Culpa de no saber apreciar hoy la belleza de una nube, el mérito de una flor que explota en el alféizar de la ventana, culpa de no saber bailar acompañada, de ensoledarme en mis gelatinosas paredes imaginantes. Culpa de no decir bien, de reír no del todo, de no del todo aposentarme en el presente que susurra a Fausto, culpa de las diabliposas, de los cigarrillos incinerados en mi respiración, de...no estar enamorada aún de nada, de no amar detrás de cada gesto pese a la voluntad de desearlo con pensamientos que piden prestada una voz al huracán.

Un sinfín de sentimientos barroquizados, de lavadoras por poner. Quisiera que mi mente se desnudara y pudiera limpiarse en alguna fuente de agua clara. Quisiera que los vecinos se olvidaran de mí, que el corazón cantara con dulzura y subir el volumen y sólo escuchar eso, nada más, sólo eso.

jueves, 10 de marzo de 2011

Bebe Upeksa


En estos tiempos locos del fast-food y del low-cost, en que las emociones se consumen y agotan como gasolina, dinamita, armamento militar o cervezas engullidas por gargantas en erección, aparecen gurús de cinco minutos en algunas barras de los bares. Son hombres normales y corrientes que, en el punto álgido de la borrachera, logran articular un párrafo de lucidez. Pueden emerger de cualquier ángulo de la noche, y más aún, si ven a una tal Madame H, usualmente melancólica, pasando su tiempo libre ante una libreta detenida en el tiempo que quiere decir lo que se interrogan los bucles de los astros en movimiento, lo que nonean o sisean sístoles y diástoles de corazones rotos o cubiertos por el abono-estiércol del amor deconstruido, de los deseos convertidos en estatuas de sal, de la verdad troceada en un canuto, de esa separatidad, esa soledad que abulta en la espina dorsal...

- Bebe Upeksa. Sabe igual que la Ataraxia (ἀταραξία). Sus efectos son: tranquilidad, serenidad, imperturbabilidad. Sacia la ansiedad de buscar fuera. Sacia la sed de interpersonalidad. Te invita a entrar en un cosmos portátil que, curiosamente, tiene su puerta de entrada en tu propia conciencia de ser. Upeksa sabe a "YO SOY, PASE LO QUE PASE", porque eres fuerte, a pesar de toda adversidad, aunque la Fortuna haya decidido cebarse contigo y ya sospeches de que eres pasto de un reality show para los dioses.

Ante lo que alguien responde:

- ¿Y no podría, simplemente, dejar que la sed me aniquilara?

martes, 1 de marzo de 2011

Desdespiste (reflexiones sobre el orden)


{Foto de Achiss]

despistado
, da.
(Del part. de despistar).
1. adj. Desorientado, distraído, que no se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor.


Nunca había buscado esta palabra en el diccionario. A fuerza de oírla, se fosilizó junto a mi nombre de pila ficticio.

Pero, ¡ay! Nada dura eternamente. Hay que morir alguna vez; morir para morir dos, tres, infinitas veces; morir y renacer, como la materia del universo; morir y recombinarse.
Ayer no escribí porque estuve viviendo. No viví el amor de un amante; no viví la euforia de un artista o de un dionisíaco. Ayer estuve aprendiendo a ordenar los objetos que me rodean. Aquellos que me asesinaban de niña-sola-rara, aquellos que perdía o descolocaba y que me bautizaron como “despistada”.
El despiste puede resultar algo encantador si se analiza externamente. Sin embargo, el despiste va asociado al desorden, el desorden inhabitable.
Pero todo tiene un fin, un fin acrobático, desteñido, desdespistado.
Conseguir una armonía doméstica suele proveernos de una pulcritud intelectual necesaria para acometer grandes obras.
El ritual del orden consiste en encontrar una posición armónica de los objetos que facilite la asociación de ideas, la chispa analógica, la comprobación de aquello que no funciona y la eliminación o reparación de los elementos desestabilizadores del sistema. Ordenarse por dentro y por fuera está correlacionado. Ordenar y limpiar van asociados. Uno se desprende de la basura mientras ordena, o la recicla.
Ordenar posibilita la analogía en el futuro. Un orden adecuado, un contexto adecuado, posibilita que algo deje de ser basura y se convierta en un objeto útil y bello.
Los pensamientos se parecen a los objetos, ocupan un lugar real en el mundo y deben estar expuestos en armonía. Cuantas más ideas desordenadas, más confusión, ergo...
Otro apunte: pero nunca diría que un bosque sea desordenado. Hasta los pétalos de las flores dependen de la escala de Fibonacci. La inteligencia genera belleza en todo. Hasta el cabello enmarañado por el viento es hermoso. Eso quiere decir que la Naturaleza no se despista ni es desordenada...¿os imagináis una nube que se olvidara de llover, o una primavera que se quedara dormida en el invierno?