martes, 19 de octubre de 2010

La sepa(ra)ción perfecta


Miss Potasia y Mister Potato se han separado, después de una relación de x años, por motivos z. Su historia de amor, sin embargo, no ha sido cosa de dos, sino de tres: tienen un Potasín.

Miss Potasia y Mister Potato son tubérculos inteligentes, y por eso, no se quieren hacer puré mientras los demás cantan el corro de la patata. Tampoco desean que Potasín quede recubierto por la salsa brava de sus discusiones.

Habrá que cambiar el chip.

Por eso, un día, Miss Potasia y Mister Potato van a que un Niño les quite su boca hacia abajo y les ponga una boca hacia arriba. Después, con cirugía mental, se sacan los ojos coléricos y se colocan unos amistosos, se mutilan los brazos con guantes de boxeo y se injertan otras prótesis que dan abrazos estilizados y estilográficos.

Miss Potasia y Mister Potato, tras pasar por el quirófano de la meditación, se convierten en el modelo utópico de la separación perfecta. Potasín crece feliz y sano. La tortilla de patatas de la sociedad aprende de este adiós lleno de buenos deseos.

Miss Potasia y Mister Potato acaban siendo grandes amigos, artistas y cómplices; se respetan sin rencor, se dejan libres y recuerdan con cariño los platos combinados en los que fueron cocinados.
Deciden, en adelante, convertirse en la guarnición del universo.
FIN

sábado, 16 de octubre de 2010

Un animalillo sensible

- No me gustan tus poemas serios. En cambio, me encantan aquellos en los que apareces como un animalillo sensible en medio de circunstancias extrañas. Esos me hacen reír. ¿Quieres azúcar?
- No suelo tomarla últimamente. Estoy aprendiendo a gozar de la amargura.

(Carcajadas)

- ¿Y qué pasa cuando te echan de casa y te sientes de nuevo con una mano delante y otra detrás?
- Ah, eso es fabuloso. El cuerpo se convierte en un dinámico hostal. Eres tan libre que duele ver todo el friso de mentes que piensan en cómo pagarse los ladrillos. Desde que me marché, me han regalado un nuevo sombrero, un zurrón lleno de imperdibles y dos piedras mágicas. No puedo quejarme.
- ¿Cómo puede ser?¿Te has inventado un cuento?
-Mi consigna: sé generosa. Regalo balcones abiertos mientras miro. Hoy he deambulado con un secreto en la boca envuelto con una sonrisa.
- ¿Y qué ha pasado?
- Que una vieja chocha, la más cascarrabias y bruja, me alquila una choza barateja en primera línea de mar porque esa sonrisa mía huele demasiado a sal y dice que tengo buen corazón.
- Estarás muy a gusto en ese nuevo hogar.
- No me tires de la lengua, tunante. Con ese montón de sal, erigiré un imperio. Me bañaré en mi madre, que ríe y llora mientras mira esa tragedia absurda de la humanidad.
- Por eso escoges escribir en un sábado noche.
- La soledad es mi mejor chaqueta.
- Desde luego, pero...
- Mis noches serán para la musa y el daimon.

domingo, 3 de octubre de 2010

La educación sentimental

- ¿Quién es el culpable?
- Básicamente, él es un cóctel de nihilismo racionalista escéptico con atisbos románticos y curiosidad babélica y ella carga consigo cierto panteísmo sincrético-místico con resortes cínicos que desembocan en la aporía más absoluta.
- O sea, que no se querían.
- Yo no he dicho eso. No seas simplista. Sí se querían, pero no lograron ponerse de acuerdo. Por ejemplo: él veía un pescado donde ella distinguía claramente un pez. Algo así es difícil de llevar.
- Pero qué era, ¿un pescado o un pez?
- Unos te dirán que era un pescado, y otros un pez. Las estadísticas de opinión son variables.
- ¿Y ahora será todo una tragedia?
- No tiene por qué serlo, pero les cambiará el cuerpo (eso duele un poco). Los amantes tienen átomos del otro incrustados, que caerán cada noche, mientras duermen otra vez separados.
- ¿Dirán cosas feas el uno del otro?
- Se reprocharán incomprensiones y sentirán rabia. Nada más. Será un odio epidérmico, aunque es normal que se repelan magnéticamente durante un tiempo.
- Qué lástima. ¿Por qué se acaban las historias de amor?
- ¿Y por qué se pudren las rosas del jardín, imbécil?