jueves, 30 de septiembre de 2010

Seguir las flechas

La clave es cómo estás cuando te sientes solo. Apreciar la forma, el color, la geometría de ese mundo diseñado, puesto sobre la bandeja de los sentidos.
Qué te genera sonrisas dentro. Construir eso que te genera sonrisas dentro. Seguir eso, las flechas que llevan a ese camino de las sonrisas dentro. Sonreír encima de esas sonrisas dentro.

A veces, es inevitable hacer daño. Soltar lágrimas mientras se saltan las barreras, los murciélagos, el abismo.

Amar lo que dejaste atrás. Decir adiós amando aquella historia que escribe su punto final sobre ti mismo.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Snorkeling en el horror vacui & mundo taquigráfico

¿Para cuánto da una vida? Cabe en ella lo que mmm pfff caray.

El tiempo se parece a algo que se pierde, mientras melodrameamos con farándulas espejo, rifi rafes, sonrisas en ámbar, té contigo, carátula de disco, géiser mental, libro dardo.

El caballo galopa sinmigo y al ladrón siempre se le olvida la luna en la ventana. La alegría puede ser una disciplina espartana, que consiste en vigilar las bagatelas de la mente, decir a la basura sináptica que calle, cerrar los ojos para que se abran otros, los de la glándula pineal.

¡Seleccionad, seleccionad, seleccionad lo que la voluntad de adentro!

Entre tanto, los ciclos son saltados a la comba, los días giran como peonzas, un niño me llama mamá, escribo la historia de nunca acabar y, efectivamente, nunca la acabo.

Podría destruir el jardín bajo el que me enterré para mirar las estrellas.

La moraleja de este post es que las moralejas moran lejos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Ser, hervir, servir

El otro día alguien me decía que mantener un blog para soltar cualquier cosa o utilizarlo como bitácora o psicólogo barato no tiene demasiado sentido. Ese alguien es una persona respetable. Pero quizá se olvidaba de que nuestras experiencias, nuestro ego, nuestro mundo adosado, son una entelequia mental y un fraude que se viste de drama para no aburrirse. Y que, entonces, podemos explicar cualquier cosa sin demasiados remordimientos, porque el lector no tiene una recortada apuntándole al cráneo. Yo no te estoy intimidando, ¿verdad?:
- ¡Venga, léeme, cabrón! ¡Con el poco tiempo del que dispongo va a ser la única manera que tendrás de percibir mi aroma de libro seco, estación lluviosa, esófago-hervidero, non plus ultra, casco de calimero mental y pseudoescritura automática!
Ese alguien también se olvidaba del morbo que provoca observar a un desconocido por una rendija. Los blogs sinceros autobiográficos son los que más enganchan. Yo una vez seguí el blog de un suicida italiano. Programó un post postmortem.
Lo más brutal es que tal vez te encuentres conmigo en una mesa de bar, en esa silla vacía de enfrente.
- ¿Quieres tomarte algo? ¡Te invito!
(Nota: se acaban de llevar la silla de enfrente, ahora tendrías que sentarte encima de la mesa, junto a mi portátil, el paquete de tabaco barato, la mediana, el paraguas mojado...)
Esta tarde he forrado un taburete roñoso con papel de periódico y un collage sugerente. A veces, cogemos nuestra vida insulsa como un taburete de cocina y le ponemos colorines y paisajes satinados, mientras caen chaparrones decibélicos, los niños cantan, las nubes se levantan, ¡que sí, que no...!
Estar sola en un bar lleno de gente, un viernes por la noche, con pinta de tarada ataráxica, es uno de los placeres más inconmensurables que conoce mi alma de escritora sudatintas. Es sumamente divertido observar a la gente en el Asana yóguico de la solitaria enigmática, sin más pretensiones que reír un rato, diluirme en el paisaje nocturno, ver ese cuadro postimpresionista de carcajadas y cofres llenos de secretos engalanados de fiesta.
Soy, luego hiervo, luego sirvo mi puchero aquí, que te aproveche.

sábado, 4 de septiembre de 2010

El puente, la cueva, el asfalto

Los chicles, los chinches del suelo. Un abrazo en medio de un puente. El mar descolorido de los mapas no es ese mar de sal con purpurina. Regreso a la urbe después de haber concentrado todas mis cosas en una mochila. Después de tenerlo todo en la espalda y dentro, intento buscar palabras arrugadas en el bolsillo de la cabeza para intentar explicar cómo brillan las estrellas cuando se está de viaje, cómo los demonios desfilan en el boulevard de los sueños en las noches al raso de luna llena, cómo una camina y no se cansa nunca de hacer la cabra por caminos empinados y, en cambio, cómo le derrota dar la vuelta a la manzana de todos los días. Alguien que me quiere bien dice que tengo la brújula loca, que hay niebla y efectos de humo en mi retina, que no concreto nada y que metafisiqueo mientras me miro al espejo.

Pero tengo cuerpo, el cuerpo respira ahora mismo, el cuerpo son dedos que escriben, el cuerpo son pies que caminan y mente que enmaraña paisajes pasado-presentes. El cuerpo sigue aquí. Lo toco, lo siento. Me siento viva. Qué más dará lo otro.