martes, 23 de noviembre de 2010

Los cien maestros del vuelo

Horas y horas caída en un libro, en el regazo de una silla de mimbre, suave soledad acariciadora, lejos de los malditos juicios y su distorsión del mundo; respiro que existo y me conmuevo. El silencio, la ceguera del oído, me hace escuchar la dulce miel de los propios pensamientos. Ahora tengo la mente clara. Me aclaro. ¿Qué deseo, qué espero? Pensar en ti como en un punto jerárquico de las cosas es absurdo. Poseer es absurdo. Sólo contemplo con ojos de sonámbula. Nada en mano, ciento volando en plácido vuelo. ¡Qué tremulo sentimiento ante la fragilidad, la finitud, de lo que ahora palpita tímidamente! Me fusiono con el aire como si él me respirase a mí y no al revés.

Converso mentalmente con las virtudes de la vejez. ¡Mi llama, ya no me quemo por dentro, sólo soy un tibio calefactor!
Cien pájaros volando. Ellos me llaman con su canto. No quiero cogerlos. Quiero que me enseñen a volar.

lunes, 8 de noviembre de 2010

D-Krostings- Balada de lo que no importa

Sí sí, ahi estamos: Chiko Pus, Animalillo Sensible y una servidora, Maga Despistada, en el Festivalón que se hizo en la PAPA el pasado viernes :-)

martes, 2 de noviembre de 2010

Densidad

A mi padre le dieron el alta hace un par de días. Ahora viene la segunda parte del infierno: está solo en casa, y hay que venir a ayudarle. Al principio, pensé que podría venir y tener en su casa una rutina saludable. Anteayer me di cuenta de mis propios límites. No puedo vivir esto sin destrozarme. No puedo atender a la vez a mi padre, mi hijo, mi trabajo y mi propia vida. No puedo estar 24 horas con un enfermo quejumbroso y a la vez vivir sin un duro (porque si estoy con él no puedo ir a trabajar) y jugar con mi hijo y... reconstruir mi vida deshecha.

En momentos así uno se da cuenta de lo importante que es tener algún elemento de seguridad, algo como una pareja, un trabajo estable, etcétera, etcétera. Aunque, en fin, eso tampoco es la panacea. Ahora que lo pienso -la escritura es una herramienta fabulosa para pensar- mis elementos de seguridad son los siguientes:

- la escritura/ expresión artística
- mi hijo
- mis amigos
- un techo/ comida
- juventud/ energía física
- sueños/ esperanza
- ADSL en casa de mi padre (desde donde escribo ahora)


Voy a ver a mi padre, y lo primero que hace es abroncarme como cuando tenía quince años. Mi padre siempre ha tenido mala leche, pero ahora que tiene cáncer y dolor aún más. Podría callarme y resistir sus broncas con estoicismo, pero no lo he hecho. Creo en el karma empírico y sé que que una persona se vaya a morir no le da derecho a pisar a los que están a su alrededor, por mucho dolor que exista.

- Deberías valorar también las cosas buenas, ¿no?

Estoy aprendiendo que la dulzura puede compaginarse con la mano dura. Me estoy haciendo mayor. Por suerte, él se ha desahogado sacando su rabia y yo, lejos de tomármelo en serio, le he respondido con sentido común y me he ido a escribir este post desahogante y desahogado.


El Monstruo que te quita lo bailao (I)




Hay una expresión que, a fuerza de repetirse, engendró un Golem al respecto. Esa frase hecha, utilizada por la facción más alegre de la población desde mediados del siglo XX, aparece al final de un tango de Julio Sosa (véase arriba):
- ¡Que me quiten lo bailao!
Seguramente ustedes la han oído mil veces, en boca del golfo báquico que no sigue prescripciones médicas, o de la sesentona reumática que ha follado mucho, o del aventurero que viajó a cuarenta países antes de hacerse funcionario, o del estudiante cateador adepto a las fiestas de Erasmus. Esa expresión no sale en el Correas; la han atribuido a un afamado bailarín de tangos, Juan Carlos Copes, nacido en 1931. Significa que nadie puede quitarte el goce vivido, por muy adverso que sea el presente.
Sin embargo, en los días más soleados del mundo, pasea el Monstruo que te quita lo bailao. Es grande y negro, parece un oso sin nariz, escupe baba del Leteo para que olvides la felicidad y la conviertas en un sosoaséptico seguir vivo por seguir vivo. Convierte los jardines en eriales y, lo peor de todo, es que engrisece a las personas haciéndoles olvidar que hubo un tiempo en el que fueron de colores.
Su manera de operar es similar a la de los grandes carteristas. Finge toparse contigo en cualquier lugar y, cuando se aleja, el amor de tu vida te saluda sin magia en un mundo envejecido.