jueves, 18 de febrero de 2010

Las fuentes de la información

Después de leer 100 tomos del Renacimiento, una hoja de hierba mientras crece me ha dicho...

-¡Chócala!

Aunque

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un buen poema describe mejor la realidad que las caprichosas mareas bursátiles, la plutocracia democrática y los clichés distribuidos en cartillas de racionamiento. Se aprende más de Copérnico y de la trigonometría que de los titulares de los periódicos; es más verdad el silencio magnético de una piedra que el guirigay de los académicos apoltronados, el estrés mental de los estadistas, la mirada enfarlopada de los políticos y sus "relaciones públicas".

Quiero apartar de mí el bullicio fofo y gelatinoso que vuelve pasivo al pensamiento. Me recluyo en un garaje lleno de polvo, en paseos hacia ningún lugar, en charlas azarosas con señales mudas/elocuentes y mensajeros con tejanos que coinciden conmigo en la barra de algún bar o el jardín de un parque.


Y, ahora, os invito a ver este documental (agradezco el hallazgo a tientaparedes):

miércoles, 17 de febrero de 2010

El libro de la vida




[Imagen: Mutación fractal]

"En el Libro de la Vida, cada página tiene dos caras. En el anverso escribimos nuestros planes, sueños y esperanzas; el revés lo llena la Providencia, cuyas sentencias rara vez coinciden con nuestros deseos."
Nîzami


martes, 16 de febrero de 2010

El enigma del pistacho


¿Por qué te pedía pistachos cuando estaba preñada y tú corriste ipsofacto y era domingo y todas las tiendas cerradas y tú eras alérgico al pistacho?

El mismo ente disuelto en salivas distintas puede generar descensos al infierno y voluptuosidades del paraíso.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ensayo sobre el error



Me he equivocado, la he cagado hasta el fondo, he metido la pezuña, la pata y el cuerpo entero, la he jodido hasta el tuétano, embarré el aquí y el ahora con una acción aparentemente inofensiva y automática que tuvo consecuencias fatales y que ha manchado este día soleado con un particular estigma: la imperfección.

Me tiraré al suelo y os besaré los pies, seres ofendidos por la máquina torpe y orgánica que escribe estas líneas sin consuelo.

Mi ser tarado con defectos de fábrica, con lastres físicos y espirituales, con información mal asimilada y respuestas torcidas y precipitadas, comete errores. Sí, comete errores como meter unos pantalones en la lavadora sin mirar si tienen algo en los bolsillos. La lavadora ya estaba girando y entonces he querido pararla, y como no se abría (por el cierre de seguridad), me he quedado con un trozo de plástico en la mano, y eso significa que, además de mojar lo que había dentro de esos pantalones, me he cargado la puerta de la lavadora.

¿Qué hacer, entonces? ¿Uno se da patadas a uno mismo, pide perdón a los afectados, llora un rato por la tensión y la mala suerte y piensa por qué coño había tantas consecuencias en un acto aparentemente inofensivo como meter un trapo dentro de un agujero? Precisamente, la bola se vuelve grande porque en realidad todo era una gilipollez, porque en el fondo las lavadoras y los pantalones importan pocos pitos (dos o tres, sólo). Luego, la cago doblemente porque no he sabido equivocarme. Es ridículo. ¿Este culebrón venezolano por un montón de ropa y de chatarra?

Y después de equivocarse, ¿qué hacer? ¿Decirse a uno mismo que se es imbécil? Todo el mundo es imbécil, entonces, porque todo el mundo se equivoca. Y nuestra ignorancia sigue siendo doble: "mal de muchos, consuelo de tontos".

Sólo queda aprender a equivocarse. Tomar conciencia del fallo y prestar más atención la próxima vez. Reprogramar el cerebro (PNL) para que los gestos automáticos sean los correctos, gestionar mejor las disculpas y añadir sentido del humor a las acciones pazguatiles, quitarle tragedia al asunto y, si persiste, preguntarse por qué se ha convertido la cagada en una parábola de una cagada más grande, la cagada universal.

¿De quién es la culpa? ¿Mía y sólo mía? ¿De aquella sociedad que estigmatiza los errores y no enseña a equivocarse? ¿Del concepto de lo irreversible? ¿De la mazmorra de la causa-efecto? ¿Nos mortificaremos toda la vida para lavar los pecados con lejía moral desinfectante? ¿O aprenderemos a equivocarnos con la cabeza bien alta?

martes, 9 de febrero de 2010

Pompeya


Este platito pompeyano en el que una mujer desnuda pilota feliz un pájaro-polla es tan sugerente como un viaje fantástico hacia un lugar indefinido. El fondo es oscuro y el dócil y amoroso animal (con las riendas sueltas) vuela por encima de las galaxias.

Una buena representación pictórica del orgasmo falocéntrico. Necesitaremos que alguien pinte su equivalente homosexual, la misma mujer desnuda dentro un portal dimensional o el volcán por el que el doctor Otto hizo el viaje al centro de la tierra.

lunes, 8 de febrero de 2010

"La eternidad en el bolsillo"


[Glosa de la frase con la que me he despertado hoy, tras dulcísimos sueños :P]

La conciencia es el bolsillo más grande del mundo. En ella cabe cualquier rascacielos, cualquier continente. En ella caben todos los muebles de una casa, los pensamientos más grandes, los sueños más locos e imprecisos. La conciencia es el bolsillo del Doraemon o el bolso de Mary Poppins.

domingo, 7 de febrero de 2010

El arlequín acodado



[El arlequín acodado, Pablo Picasso]

No hace falta tener mucho tiempo por delante para que alguien extraño se aparezca con un mensaje. Era un lunes cualquiera, estaba en la cola del pan, había un chico vestido con una especie de túnica a parches cosidos, llevaba una trenza negra hasta la rabadilla y tenía los ojos vivarachos, las cejas los sobrevolaban como aves migratorias y la sonrisa hacía surf sobre su cara, que era, en su conjunto, hermosa y exótica como un país no inventado todavía.

El chico era el tercero de una cola de cinco personas y dejó colar a la cuarta. Yo era la última de aquella serpiente humana. Cuando clavó en mí su mirada, procuré avanzarme a su excesiva amabilidad.

- No hace falta que me dejes colar. No tengo prisa.

Me preguntaba cuál era el enigma de ese extrafalario personaje, por qué esa expresión de bella curiosidad que acribillaba el mundo, por qué esa galantería que parecía propia de un asceta o un suicida, por qué esa ofensiva despreocupación frente al propio egoísmo.

Llegó su turno. Pidió dos barras de cuarto, pagó el importe exacto con monedas distintas y dio las gracias tres veces. Acto seguido, se giró y me entregó una.

- ¿Cómo sabías que iba a pedir una barra de cuarto?- le pregunté, atónita ante su regalo. La panadera lo observó con la misma incredulidad.

- No soy religioso- respondió-, pero siempre actúo como si un dios me estuviera observando. Es divertido.

Desplegó una sonrisa que era una paloma mensajera y se marchó con toda la parsimonia del mundo.

Ese día, sin motivo alguno, bendije el pan antes de comerlo y después solté una carcajada. Me imaginé a un dios con manos de cactus que iba en monopatín y que me observaba en sus ratos libres.

sábado, 6 de febrero de 2010

Musgo


- Hola, disperso.
- Hola.
- Hola, Mister Enteógeno.
- Hello, Baby.
- Es posible decir "musgo" con la saliva en forma de musgo, con la lengua cubierta de musgo, piel de musgo, ojeras de musgo, pensamientos de musgo en cama de musgo.
- Exacto. Esa es la única manera de decir "musgo" sin mentir. Con los ojos de musgo y la luna llena de musgo. Hasta mañana.
- Hasta entonces, pues.

jueves, 4 de febrero de 2010

Claro, la muerte


Ayer encontré un extraño anuncio en un tablón. Decía algo así:

"Quiromasajista ofrece masaje de media hora a cambio de una planta, del tamaño que sea."

Le escribí un correo por la noche, diciéndole que debía de ser una persona muy especial para ofrecer ese curioso trueque.

Hoy me ha respondido:

- Todos somos especiales.

Y entonces he descubierto esa historia de alguien a quien le encuentran un tumor en el riñón y que, por una de esas casualidades de la vida, sobrevive a un cáncer que pudiera ser mortal. El tópico de ese hombre X que, ante una experiencia cercana a la muerte, se da cuenta de la absurdidad de la mayoría de nuestras preocupaciones frente a la brevedad y fragilidad de la existencia. Alguien que, entonces, decide ser auténtico, obedecerse un poco más, parecer un loco, estar a gusto en la propia piel.

¡Bravo, Lito! Me pasaré en unos días... tengo que pensar qué planta te regalaré ;)

miércoles, 3 de febrero de 2010

martes, 2 de febrero de 2010

El arte de la alegría


En ocasiones, el cerebro está preparado para detectar lo que se ha perdido, y no lo que se ha ganado. Hay quienes utilizan su cuerpo como medio de transporte de esos cerebros pesimistas. Los he visto alguna vez: se encaman, se enfurruñan y claudican sin haber vivido. ¡Total, ya todo está perdido de antemano! A esos jubilados de la ilusión, cuyas mentes brillantes se merecen un ápice de esperanza, les diría que la alegría es un arte que se cultiva, que puede fomentarse en la adversidad. El arte de la alegría da para escribir un grimorio con hechizos y rituales. Hace años, ideé ese hechizo para resfriar a la tristeza:

Cuando estés triste, habla con quien nunca hayas hablado, ves donde nunca hayas estado y haz lo que nunca hayas hecho.


Este hechizo -escrito detrás de un collage secreto que los arquéologos del futuro encontrarán enterrado en una playa- funciona siempre. Cuando uno se obliga a salir de su cabeza y a verse con la sorpresa de que siempre se puede empezar algo nuevo, sin los lastres de nuestras torpezas y- sobre todo- de nuestros talentos (los dones pueden convertirse en una tortura), la sonrisa vuelve a cosquillear desde el estómago e inicia su recorrido ascendente hasta salir por la boca.


Carpe diem, doy fe de Maga Despistada.