martes, 25 de diciembre de 2012

Sin leer

El libro avatar me propone que pase una semana entera sin leer. Creo que es prácticamente imposible hacerlo ahora. Dejar de leer es más difícil para mí que ayunar comida. Cualquiera podrá decirme, es sencillo. Deja ese libro a un lado.  Sal a la calle. Pasea. Habla. Mira el cielo azul. Usa
la bici. Sí, yo he paseado sola muchas veces, pero siempre llevaba un libro encima: soy yonki de leer textos que me inspiran.

Pasar una semana entera sin leer tal vez es lo más duro que se me ha pedido nunca. Es más: sé que la única forma de hacerlo es pasar una semana entera con los ojos vendados.

Ya tengo plan para la primera semana del año que viene.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El viejo avatar me tiende trampas para que despierte

Iba por la calle y he visto el clásico carricoche con un bebé dentro a punto de irse despeñado por una pendiente.

Justo cuando iba a detenerlo.. ¡Fium! ¡El carro se ha puesto a levitar!

- ¿Qué demonios está pasando?

Entonces, me he girado y ha aparecido mi antiguo avatar, que es un hombre negro de dos metros, joven, apuesto, con pinta de superguerrero postapocalíptico.

- Cada vez tengo que inventarme tretas más peliculeras para que tengas un sueño lúcido. Hace tiempo que quiero enseñarte cosas nuevas, pero siempre andas enfrascada en dramas oníricos.

Y, justo entonces, me he despertado con una extraña sensación. La felicidad me guiña un ojo. Con el ojo cerrado, me dice más que con el que tiene abierto.

¡Que te tale un bosque! ¡Que un poema te escriba!

- Si me diérais seis horas para talar un árbol, me pasaría cuatro afilando el hacha.

Sin embargo, no me interesa en absoluto talar árboles.
Prefiero que los árboles me talen a mí.

- Si me diérais seis horas para escribir un poema, me pasaría cuatro horas jugando con vuestros niños y mascotas, una hora más la invertiría contemplando el paisaje, y la última, la más perezosa, estaría llena de diatribas internas sobre la preñez del silencio, la lucidez de la galaxia y el poder taumatúrgico del viento.

Y, sin embargo, no me interesa en absoluto escribir poemas. Prefiero que ellos me escriban a mí.

martes, 11 de diciembre de 2012

Vete a la playa en invierno

Persigo el sol entre los pliegues del invierno. 

Esa luz me anuncia que todo el ruido de mi mente (todo el "¡tengo que, tengo que, tengo que!") debe callarse, y que debo cambiar el rumbo de los pasos y encaminarme hacia el mar, para gozar de la acción más nutritiva, que consiste en celebrar la belleza, dejarse acariciar por los tentáculos celestes, acoger con el cuerpo entero hecho oído la vibración del sol, el viento y la marea. Porque ellos, noúmenos eternos, son los verdaderos ventrílocuos de estos pensamientos, y ninguna revolución es comparable a la del cese de la ceguera.