Conocí a Amanda en la parada de autobús.
- ¿Es niño o niña?
- Es un niño.
- ¡Es que es muy guapo! ¿Cómo se llama?
- Sàgar.
- ¿Me lo puedes repetir?
-Sàgar.
-¿En qué acaba?
- En r.
Tenía pinta de tener un retraso. Por la manera de hablar y de moverse. Se encendió un cigarro y me ofreció uno. Yo llevaba fósforos en el bolso y prendí uno.
- Odio el olor de las cerillas.- me dijo. - Perdona, es que siempre digo lo que pienso.
- Entonces estaré contenta, porque me has dicho que Sàgar es muy guapo.
Me sonrió.
-Oye, ¿tienes prisa?
Y yo le respondo:
- Mmmm... no.
Es lo que tiene estar la tarde entera con un bebé. Sabes que es mejor no planear nada para no frustrarse.
- ¿Vamos a tomar un café a mi barrio?
- Vale.
Se extrañó de que le dijera que sí. Me preguntó mi nombre, si era madre soltera (!), mi edad, a qué me dedicaba. Le dije que era escritora y me respondió que ella quería serlo.
- Oye... no soy una psicópata ni quiero ligar contigo, a mí me gustan los hombres...
Solté una carcajada.
- ¿Por qué te sorprende tanto que no te haya dado largas?
- No tengo amigas, María.
Su barrio era San Roque. Bajamos un par de paradas antes de la mía. Fuimos a un bar donde la conocen y entonces me explicó su vida. Que había sido alcóholica. Que su padre se había matado cuando tenía seis años. Que estaba enamorada de un chico y no le hacía caso. Y entonces se puso a llorar. Me dijo que no se lo podía sacar de la cabeza.
Le invité a aquella cerveza sin alcohol. Fuimos dando un paseo por el barrio. Se encontró con una amiga.
- ¿Qué tal, Pili?
- Currando.
- ¿ Y el novio?
- Está en la Modelo, tiene una orden de alejamiento de un kilómetro. Me rajó con un cuchillo así de grande. - nos enseña la cicatriz. - Ahora me voy a ir a la discoteca que me dé la gana. Tío mierda.
Se va.
Seguimos el paseo, nos encontramos con un chico que va en muletas y sonríe mucho.
- Hola, te presento a María. Es escritora.
Me río.
El chico nos cuenta muy emocionado que ha ganado una medalla con los paralímpicos.
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