martes, 29 de julio de 2008

Tomarse un tiempo

Y, sin embargo, me aterra este mundo en el que todo se acaba.

domingo, 13 de julio de 2008

Regreso


[No es un Mondrian. Foto de unas alcantarillas de Santiago.]

Estoy de vuelta. Como siempre, viajar es una cuestión de espíritu. Sàgar está enorme, los mosquitos le han acribillado.

Una pensión de mala muerte en pleno centro, llena de bichos, colchón blando y un solo inodoro para todos (!) Aventuras de bibliófilos asentados. Conocí a la experta en la monja Alférez,* Sonia, que vive en Boston. Y, sobre todo, a Chus, esa pelirroja increíble que estudia demonios, brujas y travestis en el Siglo de Oro. Qué torbellino.

Desde los tejados de la catedral de Santiago (revolcones por el césped, lluvia a ultranza) a una bacanal romana en O Gato Negro. Estaba por allí Betibú con su adorable Nora, nos guió hacia ese lugar. En Coruña vino a buscarnos con un cochazo de aquí te espero. La Torre de Hércules no es para tanto. Mejor el Mirador de San Pedro. Y una tetería llena de cachivaches, de estética comaruru.

* Esta monja del siglo VII se envendó los pechos (dicen que hasta se los quemó con ácido), se disfrazó de soldado y viajó a América, donde mató a mucha gente. Era, además, jugadora de naipes. Le rondaron algunas damas, no se sabe si hizo algo con ellas. Cuando la iban a ajusticiar, anunció su sexo y dijo ser virgen. Lo comprobaron y no sólo la absolvieron, le dieron una pensión de por vida. Thomas de Quincey escribió un libro inspirado en su vida.

sábado, 5 de julio de 2008

Pero también...

Vale, porque la serenidad es necesaria para calibrar lo salvaje, lo libre, lo eufórico de uno mismo. La maternidad me ha obligado a economizar la energía. Pero, también quiero no parar hasta morime (entonces, pienso, ya descansaré en paz.)

Algunos de nosotros, los survivers, los que vamos a salto de mata, llevamos siempre esa paradoja a cuestas. Caminamos sobre la cuerda floja, habitamos lo que otros llaman Inestabilidad. ¿Dónde encontrar el equilibrio sino en el propio cuerpo, ese cuerpo que baila, come, calla, dice, expresa, se intoxica, se cuida y cae rendido en el catre?

El Chulo y yo buscamos esta semana un relax con la tapadera de una ponencia en Santiago. Una ponencia que hablará sobre manuscritos inéditos que encontré en esa otra faceta de mi vida, la de Indiana Jones que visita bibliotecas perdidas de acá y de acullá.

Pero, por favor, quiero recorrer ese Fin del Mundo, con una moleskine en la mochila. He de poder mirarme al espejo, reconocer ese fuego en los ojos. Conjurar la aventura.

martes, 1 de julio de 2008

El encanto de la vida simple

- Era el típico libro de autoayuda, pero su título me gustaba, "El encanto de la vida simple".

Olga está radiante bajo el sol de Badalona. Ha sido mi primera zambullida en la Mar, que me ha abrazado fresca, cristalina, amorosa, como una madre.

Olga es una mujer sencilla, que sabe hechizar. La última vez que la vi me hizo un masaje en los pies y regresé a casa con alas en ellos, como Mercurio. Ella es la sensualidad del tacto, fruta fresca, sonrisa, mar y sol. Son los treinta y dos años mejor cumplidos que conozco.

Se queda dormida, claro. Lleva desde las siete de la mañana currando en el bar. Yo me estiro como un gato sobre la toalla y escucho lo que la Mar quiere decirme. Serenidad. Confianza. Vértigo ante una vida viajera, implaneada, llena de sueños locos.

- Hazlo todo. - dicen las olas. - Aunque temas perder el sentido, si lo haces por amor, nunca se romperá la cuerda.

Da gusto permanecer en silencio con una amiga. Porque entonces puedo escuchar todas las cosas. Mientras Olga duerme y Sàgar juega con sus abuelos, la Mar me dice que la vida es un juego y un vaivén. Y que no me tome nada demasiado en serio.

- Baila. Yo canto cada día, aprovecha mi melodía, la de los árboles, la de los pasos de los hombres.

Olga despierta, poco a poco. Agradezco a la Mar que me siga hablando como una madre crecida.

Luego partimos. Ha llegado el verano. Silbamos y paramos en una heladería.

- Una horchata y un granizado de limón.