miércoles, 24 de abril de 2013

Una charla con Lorca

- Está bien, Maga. Llevas muchos días pidiéndome un consejo. Allá va. Escucha con atención:

El final del placer, el punto y final del placer, está hecho con un puñal que se clava en el corazón y que deja un profundo agujero.  Te reto con la severidad del amor para que escribas sobre un personaje que contenga toda la angustia del mar y la libertad del viento.

- Es fácil decirlo, Federico. Hago funambulismos en el umbral del dolor, mis emociones son plañideras contorsionistas que danzan con la sal de sus llantos,  y toso iracunda, en espuma de tormenta, el amor infinito que no pude beberme y que me desborda. Todo eso, después de haber besado el oro de las playas, después de haber acariciado el nácar sonriente de la arena, tras susurrarle al marinero un mapa secreto que conduce a la abundancia y cantarle al pescador un poema letárgico que enseña a respirar.  


- ¡Ah! ¿Y por qué te olvidas del viento?

- El viento es libre pero esclaviza al mar con sus canciones. 

- En ese caso, Maga, deberás pedirle al viento que medite en silencio. En la profunda calma, se fundirá con el mar, y ambos navegarán hacia la puesta de sol.

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