domingo, 28 de octubre de 2007

El cómplice


Oh, joven del suburbio, qué hermoso viento
y qué lenta muerte se inyecta esta noche
en mis pestañas desveladas. ¿Tomas el aire?
(La oscuridad es húmeda.) ¿Tienes un rato?
(Si no fuera sensata o miedosa te explicaría
por qué me llueven sin querer los ojos.)
El sol brilla dormido en las alcobas de los noctámbulos.
Nadie sabe si ellos observan atentos detrás

de sus telescopios, si las palabras no se les escapan
como nubes o mariposas o se deshacen
en un solo temblor de canciones mientras el viento
sopla por igual tras todos los hombros.
¿Sabes? Podría lanzar preguntas a bocanadas
o llorarlas como serpentinas si no temiera
enamorarme de sus garfios interrogantes.
Si las cuestiones no fueran certezas, si no pudiese

medir con ellas mi fiebre, cuánto me repetiría
por qué anuncio cada atardecer mi muerte y por qué amanezco
al día siguiente con todo el dolor en el pijama.
Eh, tú, joven del suburbio, el de los colmillos
gatunos y el tórax jadeante de lobo malcriado,
sí, tú, no me mires con ese odio oscuro de estrella
magullada, no quiero nada de ti: ni sexo ni palomitas.
Sólo tu sombra. Estoy (h)ambrienta. Llevo horas

en este desierto juntacadáveres y si nadie me rescata
de esta abulia universal moriré ahogada en los árboles.
¿Puedes tú hacer algo por mí? ¿Puedes tú, o(h) ángel negro,
regalarme a mí misma? Quiero cazarme en tus noches
y contar adoquines hasta que los ojos se droguen de paisajes;
quiero sonreír a los semáforos amarillos
y colarme en los trenes o tomar un vuelo de ida y vuelta
a cualquier viento del este. Si tú te dejas, joven del suburbio,

ser sólo un testigo o una sombra, sudaré por vivir demasiado
y beberemos cerveza hasta el amanecer.

Si tú te dejas, joven del suburbio, lloraremos balas,
y cesaremos de pedir perdón por perturbar
los dulces sueños de los zombies. ¿Tomas el aire?
La oscuridad es húmeda. ¿Tienes un rato?
Si no fuera sensata o miedosa te explicaría
por qué me llueven sin querer los ojos.

No hay comentarios: