Escribir con el universo en contra.
Escribir sin detenerse, sobre la cuadrícula azul de una libreta encuadernada en espiral y el bolígrafo de la propaganda farmacéutica.
Escribir antes de la salida del sol, y los párpados de los demás bien cerraditos.
Escribir sin ton ni son, sobre cualquier superficie que se preste: una guitarra reciclada, el filo de una navaja, la masa de un pastel de cumpleaños, un protector de enchufe.
Escribir sobre la arena con un palo. Escribir sobre las piedras con pintauñas. Escribir con purpurina en los zapatos viejos y las chupas desgastadas. Escribir tatuando. Escribir en la parte de atrás de los formularios.
Escribir sobre un códice membranáceo: un lápiz de ojos sobre la piel de alguien cercano.
Escribir sin estudio, en harapos, en los trancos de las casas junto al orín de los perros. Escribir en los bares que hieden a sociedad alcoholizada; concentrarse en ese ruido meditativo.
Escribir en las escaleras del Ritz o en la sala de espera de un hospital de enfermos terminales. Experimentar en lugares distintos, con su energía, su clímax. Hacer espiritismo con las nueve musas allí donde se esté.
Escribir para traicionar a las marujas: en las lavanderías, sobre los tetrabricks de leche del supermercado, en la cola del médico, en los parques mientras Sàgar juega con la arena.
Escribir en el insomnio. Escribir en el cansancio como si escribir pese a todo fuera inhumano.
Escribir con el vaho del vapor de ducha y el dedo índice deslizándose sobre el espejo vanidoso. Escribir con una cortina de lágrimas, el espíritu derrotado y la pregunta retórica de si seguir escribiendo servirá de algo.
Hablarle a una grabadora si se tienen las manos ocupadas. Escribir con todo tipo de utensilios y en toda clase de alfabetos. Escribir con sangre sobre las sábanas, con aire en los micrófonos, con mierda en las paredes de la cárcel. Escribir en el último hervor de una sopa de letras. Escribir biseccionando un crucigrama.
Escribir por escribir, como fin en sí mismo.
Escribir como si nada.
Escribir como si todo.
13 comentarios:
Códice membranáceo! Eso es un hallazgo, Maga.
En los hospitales se escribe muy bien; en las salas de espera, pero en las habitaciones mejor. Cuando te ingresan se produce un aislamiento del mundo donde estas solo con tus palabras.
¿Conoces "escribir" de Chantal Maillard? Lo escribió cuando estaba en circunstancias así.
http://www.poemasde.net/escribir-fragmento-chantal-maillard/
besos
Gracias por tu comentario y por el poema que no conocía, Rubén.
Yo he estado poco ingresada en los hospitales. A lo sumo, para tener un bebé, hace algo más de año y medio. (Fue un ingreso bonito, y entonces no cuenta: no me aisló, sino que me multiplicó).
Conozco, sin embargo, el aislamiento de los familiares y/o amigos de los enfermos de cáncer, vivir en el miedo al mañana y ver que la muerte nos mira directamente a los ojos. Sentir que sólo puedo escribir hasta que todo se apague.
Te envío un abrazo con mucho cariño, no sabes cuánto celebro que me digas cosas por aquí, poeta granaíno. (Yo tengo sangre de tu tierra y uno siempre busca volver a los orígenes para comprenderse un poco.)
Eso es lo que tienes que hacer, escribir y escribir, que en internet es sinónimo de existir. Escribes, luego existes.
No sabía que tenías orígenes granaínos... lo que dijiste, serendipia. Otro abrazo de vuelta, Maga.
Escribes por escribir porque quizá tu enfermedad no tiene cura. Una adicción que sólo se sacia con otra dosis mayor.
Y nosotros escribimos por aquí, siempre que cuelgas tus "escribires" en tu blog maravilloso.
También en informática hay procesos de autoescritura que se ejecutan diariamente, "autojobs" a partir de lecturas de lenguajes de programación para controlar facturaciones, pedidos en curso, entregas a clientes, etc.; todo por un día que escribimos un programa que tenía el poder de hacerlo.
También nuestro ADN-ARN se está replicando, traduciendo, transcribiendo para construir cadenas polipeptídicas a partir del lenguaje a su vez de los codones o triplete, conformándose en estructuras proteicas de diferentes funcionalidades para la vida. La naturaleza nos habla y se autoescribe a sí misma.
Sin escribir nunca existiríamos, sigamos escribiendo en un mundo de matemáticas imperfectas a nuestros ojos.
Nickmazziu, ¿eres un científico poeta o algo así? Tu blog lleno de fotos de la luna me hace pensar que sí.
Hola Nada del otro mundo, no soy un científico, ni un poeta, pero Maga me ayuda a contemplar el camino de mis ideas para poderlas plasmar en sus comentarios. En la realidad no paso de la luna!
pero este texto sí que es verdad que ayuda a pensar en que quizá, de alguna manera el destino está escrito en la naturaleza, y literalmente!
Saludos!!
Me acabas de salvar la vida, Maga. Quiero verte.
Un abrazo astral,
Los antiguos egipcios consideraban la escritura algo mágico, y por eso estaba sólo al alcance de una casta teocrática selecta. El eje de su razonamiento era sencillo a rabiar: no se puede entender algo que no tiene nombre -de ahí su manía de 'bautizarlo' todo- y por extensión escribir algo era una premisa para hacerlo tangible y domable.
La escritura también tenía otro uso, burocrático, y de ahí la importancia de los escribas. Esa burocracia les permitió como civilización tener excedentes y, por lo tanto, mantener a una casta sacerdotal que se dedicase a llegar a conclusiones como las susodichas.
De ahí a lo que aquí se explica, hay varios vínculos facilones, pero dejadme que escoja uno: escribid cualquier cosa, lo que sea, y leedla. Luego asumid, comprended, asimilad cómo puede ser que esos garabatos, esos arañazos de tinta signifiquen algo, algo transmitible, algo perenne más allá quien lo escribió.
Aunque dentro de miles de años quizá nadie pueda entenderlo, seguro que quien lo intente leer sabrá que eso significa algo, y he ahí el auténtico milagro de la escritura.
¿Como vivir por vivir? ¿O existe el suicidio literario?
Por cierto Maga, si quieres descargarte de mi blog unas fotos de las escrituras de tu pintura, visítalo un momento que te hará ilusión tenerlos. un beso.
¿Falta un post? Pobre Amenophis IV, qué tirria le tiene su madre.
Pero como siempre hablo de lo mismo, haremos una excepción y diremos que hoy hace un día precioso. Al menos, en Pedrolandia.
Ta to quisqui invitao, tanto egipsio y tanta leche.
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