martes, 19 de enero de 2010

Croacac, croacac



No dejo de recordar eso que decía Juan de Mairena a sus alumnos sobre las diversas maneras de conocer algo que está vivo.
Uno puede capturar una rana de la charca, biseccionarla en un laboratorio y analizar sus órganos por separado. Las partes sumadas no resultarán, sin embargo, una rana: darán un trozo de carne en estado avanzado de putrefacción, un cadáver descuartizado que no croa, ni se reproduce, ni nada plácidamente en la charca.
Probad, en cambio, a buscar un observatorio privilegiado para contemplar, con sigilo y respeto, a este animal: veréis a un ser dialogando con su entorno, un cuerpo que, día tras día, se metamorfosea admirablemente mientras crece, se alimenta, se desplaza, canta, galantea o se moja plácidamente bajo la lluvia.
¿Dónde está el conocimiento? En todo caso, el objeto de estudio de la bisección de laboratorio es la rana muerta. El objeto de estudio del observatorio secreto (o la cámara oculta) es la rana viva.
El paso siguiente es hacer como el personaje que posa en la foto: convertirse en rana. ¡Cuántos príncipes de los cuentos hay retratados en ese chaval en cuclillas, a punto de saltar a la charca!

1 comentario:

Marçal Font dijo...

Salvatore Quasimodo decía que la labor del político era señalar a la gente por qué tenía que morir y que el poeta, por contra, señalaba por qué había que vivir. Eso es, el político bisecciona el cadáver muerto de la sociedad, el poeta la observa crecer y saltar al charco de las ranas.

¡Buen post y gran blog!