miércoles, 13 de enero de 2010

¡¡RESISTIREMOS, BROSSANOVA!!


[Reproduzco el texto que ha redactado Marçal Font, portavoz de nuestra frustración, rabia y sensación de absurdo ante la injusticia de quienes deberían ser sus $garantes$]

Pues sí, otra vez ellos. Los de siempre.

Nunca pude leer 'El Proceso' de Kafka. Me encanta este autor pero nunca pude con esta obra. Lo he intentado una y otra vez a lo largo de mis todavía escasos días. Siempre he tenido la sensación de que leer esta novela era como no leer nada. Mejor dicho, como transitar por las mismas avenidas, las mismas calles y los mismos paisajes sociales por los que transito a todas horas. No he tenido nunca la capacidad de ver un salto entre la página y el mundo que me circundaba. No hay novedad, no añade nada a lo obvio. ¿Para qué leer que una paloma es gris si la tengo delante, si está justo detrás de las páginas del libro que me la explica? Fea, sucia, enfermiza, símbolo de abulia y no de paz. La narración de Kafka es exacta, tanto, que sólo el marco que ofrecen las cubiertas cuando abro ese libro evitan que, como en un cuadro de Magritte, el texto se me haga invisible mimetizado en el mundo palpable. Es como ver a través de él exactamente la misma realidad que tendrías si te lo quitaras de delante. Es un libro invisible. Para mí, un libro ilegible por perfecto, por demasiado cristalino. Lo he intentado muchísimas veces, pero por más que lo intento, no logro entenderlo.

Cuento todo esto porque este post está escrito desde el ardor y por lo tanto, tiene algo de personal (me perdonen los compinches de esta aventura), y porque hoy nos ha tocado, otra vez, dar un paseo por las páginas de ese libro. Os ahorraré la escatología legal de la cuestión, la anécdota de esta otra vez la injusticia, todos la conocéis porque todos tenéis las vuestras. Esta vez a K le han cerrado el local donde monta cada quince días un recital abierto. Es cautelar y "voluntario" por parte de los propietarios para evitar males mayores hasta que llegue el juicio para resolver un contencioso administrativo con el Ayuntamiento que tienen ganado. Pero la separación de poderes en este país es quimera, así que a juicio perdido no hay mobbing administrativo que se le resista. El Centro Cultural Brossanova, con todos los papeles en regla, todos los impuestos pagados, todas las normativas de seguridad, orden, aforos, derechos de autor, sanidad y trabajo cumplidas a rajatabla como no hacen hoy ni los sindicalistas en su propia casa, sin ninguna denuncia, sin ningún informe policial negativo, con unas dos inspecciones semanales de media por orden de la administración y orgullo mafioso, con la vecindad a favor, contenta y asociada y con una programación de recitales de poesía, monólogos, exposición de arte y humor encomiable debe cerrar de forma preventiva sus puertas.

Serán diez días hasta que un juez determine lo que puede determinarse el día en que se determine que deba determinarse la resolución de la cuestión determinada. Quizás para ese día lo que haya terminado sea el sueño, la ilusión, el dinero y la capacidad de sufrimiento de dos jóvenes napolitanos, fuertes, bellos y cultos que decidieron que esta ciudad bien merecía que se quemaran por ella unos años de sus preciosas y diminutas vidas. Para hacer algo bueno, algo fuerte, algo libre y algo para el goce de todos y el mal de ninguno. Que por lo visto, aman mucho más esta ciudad que sus propios políticos.

Pasamos por el aro para que una vez al otro lado nos dejen ser, pero no nos pidan que vivamos subidos a él mientras un cabronazo nos mece como a un lorito bueno.

El Centro Cultural Brossanova debe seguir y seguirá. Es de justicia.

Un abrazote,
Marçal Font

2 comentarios:

la sombra del felino. dijo...

pues vaya desilusión... empiezan a ser un poco pesaicos los malos malosos... esperemos y crucemos los dedos.

Nada del Otro Mundo dijo...

Mucho ánimo, ¡chicos! Creo en vuestra fuerza y vuestro espíritu, este viejo lobo de mar navega en vuestra dirección. El texto de Marçal es muy conmovedor...tenéis todo mi apoyo.