[A Júlia Ibarz Pascual]
I
La noche de mi liberación, lloré como una niña.
La primera imagen era una ventana, la del cuarto de mis padres. Era luz blanca serena. Luz blanca de cuna y horas sin tiempo.
Recordé a las niñas malas que no me comprendían. Recordé ser rara y ser sola y ser libro y ser ojos asombrados.
Recordé crecer y odiar al cuerpo y soñar y hastiar a la luna conversando.
Recordé rituales a los trece años, misterios en Andalucía, estrellas fugaces en el monte, viajes suicida, revistas de un solo número, obras de teatro que nunca se representaban, el Baixador de Vallvidrera, la bohemia, la carcajada de autopista, el pelo revuelto y las botas sucias, la gabardina negra, mariposas en el vientre, el viento y la noche por escribir, vociferar poesías como si me estuvieran matando.
Recordé mi historia de amor de mar y arena, de pétalos y espinas. La mirada lapislázuli del hombre del mañana augurando que el futuro se afrontaría bailando. La mujer en el espejo diciéndome "Yo soy tú y no te reconoces".
Recordé a Alice Vannoy dándome la mano en el bosque. Su sombrero de copa. Salir de noche con una máscara y ella, esa sonrisa grande que no sonaba. Un gintonic para las lágrimas, una mordaza de sueños si hace frío.
Recordé a Alice Vannoy dándome la mano en el bosque. Su sombrero de copa. Salir de noche con una máscara y ella, esa sonrisa grande que no sonaba. Un gintonic para las lágrimas, una mordaza de sueños si hace frío.
Recordé la primera noche que pasé con mi hijo. Había un bebé a mi lado. Su olor de sangre y leche.
Recordé a mi madre quedándose conmigo. Mi madre viendo ser madre a su hija. Ella estaba callada mirando en esa butaca. La veía sonreír en la penumbra. Ella creía que yo dormía, y yo la espiaba. Yo tenía el brazo lleno de cables, estaba débil y exhausta. Respiraba su perfume de regazo materno, su presencia que embriaga y protege.
Recordé las sábanas nuevas con flores azules e iniciales bordadas por mi abuela.
(...)
Recordé perder. Recordé ganar.
Lloré como una niña. La cara estaba relajada y seguía llorando. Era una máscara con lágrimas. La noche de mi liberación, sin embargo, había alguien en un cuarto. Alguien que no sabía llorar, en el cuarto de al lado.
II
Conocí a una mujer de ojos grandes porque no sabía llorar.
- Llorarás antes de que termine la noche. - le dije.
Le expliqué qué bella era mi madre mientras moría; le expliqué que Alice Vannoy recorría diez kilómetros para comprar comida para un gato vagabundo; le expliqué que una mujer resucitó a un ficus muerto cantando; le expliqué que en la posguerra los niños lloraban mientras comían lentejas (porque se acabarían); le expliqué la historia de un pobre borracho que pedía cigarrillos; y la de una vieja malcasada que se divorció a los ochenta años, y la de un payaso enamorado de una masajista, y la de...
(...)
- No entiendo las novelas de ahora.- me dijo ella. - Hemos de escribir la historia de las personas que lloran sin darse cuenta.
Aquella noche no lloró.
9 comentarios:
¡Precioso Maga! Por ahora no puedo decir más... me alegro de que lo hayas sacado fuera y compartido...
te quiero mucho,
lilith
sí, puedo decir que tengo un nudo en la garganta y que lloro delante de una pantalla
Gracias, Lilith. Siempre serás una cómplice de literaturas...
¿Cuándo nos vemos para comer? Ahora trabajo en el estudio del Raval de lunes a viernes.
Un abrazo enorme
Este fin de semana bajo a ver a mi sobrina. Te llamo la semana que viene y quedamos sin falta, me alegro de que ya estés instalada, besotes
me apasiona tu blog! tanto, que a veces lo deboro todo y me da pena no dejar ni un poco para mas nadie! un saludo desde las americas y a tu preciosa un beso!
Es todo un placer, Patricia. He entrado en el tuyo y también he disfrutado un buen rato. Un besote
Vaya! no hay como rastrear comentarios de pronto ZAS!
encuentro algo interesante.
Un saludo
Cuán necesario es liberarse... partirse en dos y derramarse por el suelo sin importar nada más. Fluir, y permitirse recordar, y recrearse en esos recuerdos... Aunque para llorar es necesario ser el autor de tu propia novela. Algunos lectores no comprenden nada.
Un abrazo y un placer volver a encontrarse contigo.
Me ha encantado tu poema. Casi me he sentido como si os conociera.
Un beso para tí y el pequeñín rey mahabharatero.
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