viernes, 8 de mayo de 2009

Combo


[Kafka y su Carta al padre]

Una vez, no sé, le dio por ahi. Entró en mi habitación y me soltó lo siguiente:

- Vamos a escribir un libro: tú con tus pensamientos y yo con mi vida.

Me miró fijamente a los ojos, e intenté escaquearme de aquella presión infranqueable. El pulso taquicárdico de un escriba egipcio medio muerto de hambre tras la caída de su faraón Amenofis IV reverberaba en mi muñeca. Yo, Jimena Ibárruri en esta encarnación más endulcorada, atravesaba una adolescencia aparentemente dócil pero revolucionaria en las entrañas, incendiaria para con la tradición, rebelde en el secretismo remoto de uno mismo.

- Yo no soy biógrafa de nadie.- pensé.- Y menos de mi padre.


Obviamente, no respondí nada. Mi pluma calló sobre su vida como venganza íntima de los arbitrarios grilletes de su autoridad.

Pero, en el fondo, me equivocaba.

Pasaron los años. Crecí y me fui de casa, como sucede con los polluelos que abandonan el nido. Construí mi propio hogar y tuve un hijo, e hice abuelo a mi padre. Él estaba muy orgulloso de la sangre nueva en la familia y, dentro de su poco tacto, resultaba sorprendente verle sostener un bebé en brazos con delicadeza. Con la nueva vida, nuestras aristas se limaron como los cantos rodados del río. Los gritos se convirtieron en cordialidad diplomática, en un calar resignado en el otro, en un saber cuándo él se convertía en un Mr. Hyde tartamudo con dos copas de más y cuándo yo me atrincheraba en una torre de marfil obtusa, incapaz de ver más allá de los velos tupidos de la literatura. Sabíamos de nuestras irreconciliables incompatibilidades y simplemente aspirábamos a tolerarnos en cada encuentro. Una comida donde uno se mordiera la lengua ya constituía todo un éxito.


Y una tarde recibí una llamada suya. Me dio una noticia triste. Me puse a llorar amargamente.

- ¿Quieres que te vaya a ver mañana?

- No. Antes de que me metan en el hospital quiero correrme una juerga de aquí te espero. Dame este fin de semana para mí.

En ese preciso instante, entendí como nunca su decisión de viajar hasta el final de la noche en una ebriedad continuada, un baile tribal sin irrupciones, curvas y neón y alcohol y tabaco, desfase goliárdico ante la inminencia del cáncer y su criado, el miedo.

Me di cuenta de que ese fin de semana, cuya crónica me quedaba claramente vedada (los padres no pueden confesar a sus hijos, por pudor, muchas locuras perfectamente comprensibles), podía ser cierto que, algún día, escribiera con él un libro: él con su vida y yo, con una ristra impotente de palabras puestas en fila.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No tengo palabras, es una lecion para todos.

nickmazziu dijo...

En esos momentos quizá llegas al absurdo, cuando tu cuerpo te manifiesta quiere dejar de luchar cuando estas en tu mejor momento, cuando lo has ganado y luchado todo para intentar ser feliz, para relajarte y disfrutar, para contemplar en unos años el camino que has recorrido y ayudar a recorer el de tus hijos. Entonces la medicina te ofrece seguir viviendo, pero quizá a un precio que no nos conviene o sólo es un sufrimiento más que te precipita la caída al vacío.

Pensando esto, y me acerco muy poco comparado con un paciente que padece semejante enfermedad en sus carnes, puede que la mejor solución es vivir intensamente a tu manera los días antes de vaciarte por dentro o ser condenado a una posible mala vida, o incluso a la muerte con un grave sufrimiento.

Bueno, esos episodios de su vida, serán su secreto y el de sus amigos, sentimientos muy puros que se grabarán en el recuerdo del DVD de su vida. Valorará su estancia en este mundo y el camino al otro, y puede que sea la mejor manera de afrontar su nuevo nacimiento después de sobrevivir a la operación, y sino que te quiten lo bailado!.

Ya verás como todo va bien. A veces, querer a alguien no significa estar con él 24h. También sabe que nos tiene aquí esperando su vuelta.

un besi maga

PD: Creo que con el Blog ya tienes un libro que se va autoescribiendo como obra maestra.

Un mudo titubeante dijo...

No lo había leído... Vosotros con este drama y yo escribiéndote octosílabos ligeros de vulgar novato... Lo siento mucho.
Cualquier cosa que necesitéis me lo haceis saber.

Nada del Otro Mundo dijo...

Hay tantas historias escritas desde ese miedo a la muerte y la enfermedad amenazadora... Es verdad, yo también habría cambiado mis palabras por un poco más de salud. Cómo somos los humanos.

Tu poeta dijo...

Siento esa situación, sea real o ficticia.