lunes, 11 de enero de 2010

Ser una piedra es mejor de lo que creía


[Debía de ser una de esas rocas madre, o estaba más abajo aún]


Últimamente me voy a dormir con varias preguntas encima. Quiero consultárselas a mi oráculo de Delfos doméstico y barato, la almohada. Y tarde o temprano voy a parar a esos océanos del inconsciente colectivo, trabo conversación con desconocidos interesantes, levito en parajes con colores y música abstractos y suelo despertarme muy desorientada, sin saber qué cara tengo o cuál es el color de mis ojos. La visión del espejo matutino me despierta carcajadas. Mi traje humano está aún muy bien planchado, tiene pocas arrugas. Le queda bastante trote.

Hace unos días soñé que era una piedra enorme y compacta sepultada por varias toneladas de tierra. Cualquiera diría que podía ser una pesadilla, ¿no? Pues la verdad es que tenía una sensación de bienestar y felicidad indescriptibles. La temperatura era la adecuada y me sentía completamente conectada con el murmullo de la madre tierra.

¿Tengo un tumor en la cabeza?¿Cuáles son los límites de la cordura?

2 comentarios:

Nada del Otro Mundo dijo...

Nada de tumores, Maga. Es más sensato lo que dices que hacerse una operación de cirugía estética. ¡Las piedras sienten también!

Anónimo dijo...

Por lo visto eres de las mías, nos vemos en las conversaciones de los sueños.