En efecto, acabo de inaugurar mi particular Libro de las listas. Cada día apunto todas las menudeces que pretendo hacer con mi vida. Normalmente, nunca tengo la sartén por el mango y, hacia la noche, veo que sólo he conseguido un par de objetivos. Cada vez me cuesta más poner un nuevo reto en la lista, pero los que persisten son cada vez más decisivos. Es un método que recomiendo a cualquiera, porque con el Libro de las listas te das cuenta de cuáles son tus deseos emergentes e, incluso, de la cantidad de trabajos fatuos que uno hace, y nace esa picaresca de eliminar lo alienante para tener una vida menos desafinada, más acorde con el instrumento musical que somos y la melodía que queremos tocar.
Amigos, tenemos que desenmascarar nuestros dones.
1 comentario:
A Quignard le encantan las listas.
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