martes, 2 de febrero de 2010

El arte de la alegría


En ocasiones, el cerebro está preparado para detectar lo que se ha perdido, y no lo que se ha ganado. Hay quienes utilizan su cuerpo como medio de transporte de esos cerebros pesimistas. Los he visto alguna vez: se encaman, se enfurruñan y claudican sin haber vivido. ¡Total, ya todo está perdido de antemano! A esos jubilados de la ilusión, cuyas mentes brillantes se merecen un ápice de esperanza, les diría que la alegría es un arte que se cultiva, que puede fomentarse en la adversidad. El arte de la alegría da para escribir un grimorio con hechizos y rituales. Hace años, ideé ese hechizo para resfriar a la tristeza:

Cuando estés triste, habla con quien nunca hayas hablado, ves donde nunca hayas estado y haz lo que nunca hayas hecho.


Este hechizo -escrito detrás de un collage secreto que los arquéologos del futuro encontrarán enterrado en una playa- funciona siempre. Cuando uno se obliga a salir de su cabeza y a verse con la sorpresa de que siempre se puede empezar algo nuevo, sin los lastres de nuestras torpezas y- sobre todo- de nuestros talentos (los dones pueden convertirse en una tortura), la sonrisa vuelve a cosquillear desde el estómago e inicia su recorrido ascendente hasta salir por la boca.


Carpe diem, doy fe de Maga Despistada.

1 comentario:

Ana dijo...

Tu hechizo lo pondré en práctica.