miércoles, 14 de noviembre de 2007

Poema para fingir que no se está solo




Perseguir en solitario
a un mendigo al que invitar
es síntoma de mala salud.

Abre bien los ojos, vieja silla,
te sorprenderá la niebla egoísta
que mata las imágenes
y deja huérfana a la realidad,
esos fantasmones con alhajas
que miran nuestro escote
mientras bebemos con sorna
otro trago más y más y más.

Les miro. No les conozco.
(Sólo al barman, que te guiña un ojo
e interrumpe constantemente
mi conversación contigo, silla).
Podemos estar lejos para siempre,
deprimirnos,
desorbitar la luna
(esa experta en confundir...)
y bla bla blá*

Todas las lágrimas
pueden camuflarse.
La banalidad, en cambio,
es descarada.

Un sorbo de cerveza y
- míralos-
todos sonríen,
todos se cuentan la vida
- ja ja já*

El invierno, ese fiel camarada
me invita a buscar
- obsesión insaciable-
el cálido tufo de los bares
y la sonrisa pasiva
de ti, silla de enfrente.

Hay tanto que decir
y tanto que callar.

Pero
la silla permanece vacía e intacta
frente a mí,
con esa elocuencia de los ángeles,
y el cigarro encendido
tiene cosas más agradables
y amargas que explicarme [...]







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