sábado, 3 de agosto de 2013

Y al tercer día resucitó, ajeno a la voluntad de su autora




Las palabras suben con la marea de la conciencia, el ego de la escritora muere ahogado en el océano de sus ficciones. Ella se disuelve y acepta la derrota de su voluntad. 

- No puedes dejar de coleccionar secretos. De lo contrario, los secretos se agolparán en tu puerta, el buzón de tu hipotálamo sangrará, el universo no podrá hacer la digestión de todos los misterios que requieren de los jugos gástricos de tu locura.

 A Arthur Conan Doyle le amenazaron con prisión por hacer que Sherlock Holmes se matara antes de tiempo. El personaje, como hijo genuino de la ficción, era más grande ya que su creador. Tenía un cuerpo independiente de la carne y el criterio de su padre. Por eso, tuvo que revivir. Tuvo que seguir aún, y bailar sobre la tumba de su progenitor.

Así, del mismo modo, hoy un espíritu me ha atravesado el estómago mientras paseaba nocturnamente por Barcelona. Regresaba de la playa, aparentemente tranquila, por calles solitarias y de denso silencio. De súbito, la melancolía de un amor puro que sentí en la juventud me ha arponeado. He sentido ganas de llorar, como una niña idiota. Y, entonces, he tenido ganas de resucitar algo muerto, y he escrito una nueva entrada en el blog que había asesinado.



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