jueves, 8 de agosto de 2013

V.I.T.R.I.O.L. (De cómo una alquimista construyó una presa para el río de Vishuda)




¡Alquimista que forjaste el amor en una piedra!
¡Alquimista que buscas bajo la tierra un fuego más puro que el del infierno!
Observaste que mi canto era un río desbordado
y, misericordiosa con esta juglaresa tarada,
erigiste un diapasón para templar la lira de mi alma.  

Y así llegó mi amuleto, receptáculo de los cinco elementos,
¡Akasha poético y 5D!
¡Construiste una presa de magia en un templo de Luna!
¡Una llave de plata para despertar al ángel que dormía
en el narcótico lecho de la Poesía!

***
La conocí en el circo, porque además de gemóloga y orfebre de la poesía es una acróbata de aéreo.

Ella, como todo alquimista, tiene una relación misteriosa con la oscuridad: hay que descender al centro de la tierra y, tras incursionar en los infiernos, hallar el sendero secreto que conduce al tesoro. ¿Y cómo se encuentra el tesoro, sino creándolo?

Un día, mientras charlábamos, se topó con mi Vishuda desbordado y parlanchín: Vishuda es el chakra azul de la garganta, fundamental para los poetas y para todo artista que aspire a comunicar la belleza sagrada de la creación. Entonces, me confeccionó este diapasón mágico para templar la lira del alma: me regaló un amuleto que es un telescopio musical, un firmamento de plata para la garganta, una estrella que constela consigo misma y con mi peca del cuello:



He aquí un pentagrama único e irregular, con un compás interior (no visible en la foto) que me ayuda a delimitar las esferas del idealismo, los sueños y las utopías.  Este amuleto es catalizador de la poesía, la magia y del canto. Para mí, representa la llave de la Flor Azul de los poetas, la que abre el  portal dimensional vibrante de las cuerdas vocales, el latido de la comunicación que quiere tejer un mundo de sonido dentro de un poema-templo.

En cada uno de nosotros existe la posibilidad de hacer una"carambola mágica". Es una especie de conspiración cósmica: un imán gigantesco hace que una servidora se encuentre con una sabia alquimista llamada Paola Milovic, que conoce las sinapsis de los metales y de la geometría, que ha escuchado el canto de las piedras arropadas en el vientre de la Madre Tierra y que sabe acariciarlas con la talla, y forjarlas con la lima y en el fuego. Ella me entrega a la Luna dentro de un microtemplo de plata, y yo, como agradecimiento, le escribo unas líneas para que la humanidad entera celebre su Arte.

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