miércoles, 5 de marzo de 2014

1. Kether (El principio)

Al principio, un triple vacío sin personajes hacía malabarismos con ceros.

 0/0/0=¡¿?!

¡Ain! ¡Ain Soph! ¡Ain Soph Aur!

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

¡Booooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooom!

(Big Bang)


Había una vez un anciano Rey-Dios-Ah, solitario y absoluto, cuyo reino se llamaba Infinito y que contenía Todo lo que Es.

Pero existir sin forma ni actividad o ser pura Luz blanca o Secreto de Secretos y más antiguo  que la Antigüedad era la página no escrita con todas las potencialidades latiendo; y, como la Nada se aburría, se puso a crear y a recrearse.

Por eso, el Rey-Dios-Ah se partió en cachitos (Él y Ella) y jugó al escondite consigo mismo para sorprenderse.

Lo primero que hizo fue dibujar una línea recta discontínua:

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Esa línea era la savia de un árbol mágico, de cuyos frutos podría alimentar a todo el universo.
Quien aprendiera a cabalgar ese árbol y a usarlo como un mapa de cualquier territorio, podría aventurarse en la conciencia con los poderes de un mago. 



Nadie puede mirar al sembrador de mundos sin convertirse en puro gozo y luz sin forma. 
Sin embargo, aquel que observe la huella de su aliento sobre la creación, podrá adivinarlo.

Bienvenid@ al Laberinto.
Esta historia es un As en la manga que se parte en dos, Él y Ella, 
viajeros intergalácticos de la conciencia,
exploradores del insondable misterio del Amor.


Y, puesto lo que no se da se pierde, este es el Hilo de Ariadna:

El Minotauro o el monstruo de la sexualidad.
El anima y animus.
El magnetismo.
Yin-yang.
La fusión de los polos.
La integración de la dualidad en el uno.
El andrógino.
La iluminación: la entrada en el reino de la conciencia expandida, el Genio de la Especie, la participación en el denevir de la humanidad como colectivo. 

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