lunes, 4 de julio de 2016

El camello de la reina blanca

Yonkópolis

Ella parecía una artista, él se acababa de chutar heroína. Yo no soy ni ella ni él, pero podría ser perfectamente ambos. Soy quien narra una historia que una vez soñé y que está basada en una idea arquetípica: el arte de vivir como sanación.

¿Quién era aquella extraña juglaresa? La escuché por primera vez en la puerta de la narcosala. Una bizarra poetisa con un antifaz. Recitaba una versión mordaz y de mal gusto de un sobreconocido poema de Bécquer:



Volverán las oscuras jeringuillas
en tus brazos sus picos a colgar,
y, otra vez, con el jaco en tus umbrales
jugando matarán;
Volverán las pastillas y las clecas
de speed y coca las tochas a esnifar
y, otra vez, en la noche, aun más morbosas,
tus pupilas se dilatarán;
Volverán del asco en tus oídos
las palabras hirientes a sonar;
tu corazón, de su profundo miedo
tal vez despertará;
pero vacío y absorto y en cuclillas,
como se adora la mierda ante su altar,
como tú te has jodido...yonki, desengáñate:

¡así no te joderán!


Ella cogió una jeringuilla gigante de juguete donde había escrito con un marker la palabra love. Se arremangó. Se ató una goma de pollo bajo la axila -en la inserción superior del tríceps-, repiqueteó el brazo buscándose la vena basílica -la más témplica-, puso los ojos en blanco y fingió que se chutaba hasta terminar en el suelo, nadando como un pez drogado en una balsa de aceite.
Después, teatralizó tres variantes formales del mismo concepto:

  1. Para representar la adicción psicológica, se puso una sonda que desembocaba en un suero con la fotografía de Elvis Presley.
  2. Para representar la ansiedad química de la drogodependencia, escribió con tiza en el suelo la máxima de William Blake: “El camino del exceso conduce a la sabiduría” y fingió que esnifaba esa frase por la nariz.
  3. Para mostrar el delirio humeante, escribió poemas en papel de fumar, y después simuló fumárselos mientras prendía un palosanto.
A todo esto, había a su alrededor un coro de personas riéndose. Se incorporó, hizo una reverencia con su sombrero bufón y exclamó:

- ¿Alguien quiere regalarse un viaje gratis? ¡Sube mucho!

Puso un efecto de carcajadas y aplausos en un ampli portátil, que – a instancia de las neuronas espejo- provocó carcajadas y aplausos en el público. En ese momento, retiró una sábana que cubría su bicicleta, tuneada para que tuviera el aspecto de un camello. Sobre su lomo aparecía la palabra Ser-vicio social.

Tiró al suelo la jeringuilla y el sombrero, se puso la máscara de una calavera y siguió hablando, con una voz muy seria:

- Este es el viaje alternativo.

Cuando terminó de pronunciar aquellas palabras, muchos se fueron. El show ya no era gracioso.
Él se sentó en el suelo. Estaba muy colocado y ella le parecía fascinante.

- Hola, ¿cómo estás? ¿Te apetece irte de viaje?
- Sí que me gustaría...
- Muy bien... Súbete al camello. Calculo que pedalearé cerca de cuatro horas.

II. Dreamachine o el arte de soñar

Verás: un camino siempre contiene dos viajes, la ida y la vuelta, la entrada y la salida.

Ella pedaleaba con fuerza circense. Tenía piernas de acróbata y equilibrio de funambulista. Le pidió que se agarrara fuerte al sillín, mientras conducía al camello levitando, levitante.

- ¿A dónde vamos? -dijo él.
- Te llevaré a un lugar que es sagrado.
- ¿Por dónde cae?
- ¿Sabes? En realidad no hay puerto. ¡Contempla el paisaje, camarada bergante! ¡Este viaje quiere enseñarte a soñar despierto!

Él vio que a sendos lados de la carretera había un bosque de pinos. Atardecía detrás de los árboles. Observar aquello era muy relajante. Ella sonrió:

¿Has oído hablar de la Dreamachine? Es una lámpara estroboscópica ideada por Brion Gysin, artista, viajante, escritor y alquimista, fabricada con una cartulina recortada y un tocadiscos. Intenta imitar fenómenos muy sencillos que se dan en la naturaleza y que hacen que nuestro cerebro produzca ondas alfa. Es bien sabido que cuando uno pedalea al lado de una hilera de árboles con el sol detrás, cae en una especie de trance relajante que se parece mucho a soñar despierto.

Él cerró los ojos. Olía el suave perfume del cabello de su extraña salvadora. ¿Acaso era todo aquello un sueño? ¡Qué bella y poética podía ser la realidad, si uno aprendía a contemplarla de otra manera!
Al cabo de unas horas, ella tomó una bifurcación por un camino de tierra. Llegaron a un claro, que tenía una vieja cabaña de madera. Al lado de esa cabaña, había una estructura geodésica recubierta con lonas, de no más de un metro de altura, y un extraño horno con una hoguera encendida. La danza de las llamas debía de ser otra especie de Dreamachine. Ella saludó a un hombre que estaba alimentando el fuego.

- ¿Qué tal?
- El temazcal está casi a punto de empezar. Puedes preparar a nuestro invitado.

III. Temazcal

Junto al iglú de lonas, habían unas doce personas sentadas en círculo. Entre ellas, destacaba un hombre ataviado con plumas, que cantaba acompañándose con un pandero.

- El hombre que ves allí cantando, es un guía o chamán.- dijo ella.- El temazcal es un templo de vapor, un rito ancestral que purifica el cuerpo, lo desnuda y lo conecta con la madre Tierra.

Ambos se integraron en el círculo. El guía tomó la palabra:

- A los nuevos les daré unas breves instrucciones. Este es un rito de purificación, de limpieza. Nos conectamos con la Tierra, con el fuego de su matriz. El fuego limpia la roña del alma, llega allí donde nunca llegó el agua.  Yonki... nunca más sentirás nostalgia de tu madre.


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