jueves, 13 de agosto de 2020

Los cuatro jinetes del Apocalipsis, visión táctil y la fantasía orgasmática del cyborg

Durante la primera racha de encuentros, vinieron 4 jinetes. 

***


Desperté con un audio tuyo donde narrabas de manera hiperrealista los encuentros eróticos. Eché de menos algunos detalles, pero igualmente el chi estaba lleno de sangre y me costaba recuperar el sentido del lenguaje. Me instaste a que continuara describiendo esos momentos estelares. Trinomios, trigonometría, sexo trino. Ronroneos, gruñidos, hunga-hunga, chuca-chuca, ¡grrrr! 

El neocórtex desaparece, pierdo el doctorado, me olvido de cómo nos llamamos, me despojo de la reputación, me vuelvo más inconscientemente cerda y, encima, desafiamos al status quo con algo que desbarata todas las ofrendas Disney. Más allá del LGTBI está el LGTBI+3.

Lo que provoca el latido de sangre se convierte en un estímulo relámpago irreflexivo, una imagen, un no sé qué, un tacto-olor. En ese momento, todo puede indicarme que me toque y me hurgue, que me dé un homenaje orgasmático matutino, mas me pides que contenga la energía para hacer la plastilina astral y escribir literatura erótica. ¡Alegría!

Ignoro por qué funcionamos de este modo, pero cuando me dices que contenga el chi para escribir, suena un tema de Ana Belén en mi cabeza, algo que retumbaba algún día en la radio cuando era niña por casa:


Presiento que me aguarda ya

el final del tiempo gris,

hoy he visto arder París

sobre el fuego de tu espalda.


Arde París, arde París

y en tu piel se quema el tiempo;

Arde París, arde París,

conmigo dentro. 


Observo cómo el mecanismo de la libido juega al escondite con los laberintos kitsch de la mente para noquearla y dejarla contra las cuerdas, en estado animalístico. 

¿Por qué dices que te interesa más lo que le pone a mi cuerpo que a mi mente?

Tengo un flashback de la doble penetración con el cuarto jinete. Todos los agujeros tapados, los poros respirando.

Pienso que aunque la parte instrumental de esa canción no me fascine, en la letra hay algo que me conecta con este momento límbico. París -la meca gloriosa de mi abuelo y mi madre- es un símbolo para mi ADN y la respiración de las mitocondrias de la piel... ¡Silencio! Estoy escuchando respirar la piel, en ella se quema el tiempo, el tiempo desaparece. 

***

Recuerdo ese momento. 

Tu piel está quemando el tiempo. Sis. La piel que se convierte en el apoteosis del contacto. La vela quema la piel, la piel quema el tiempo. Las pieles se tocan y estamos en el paraíso.

Recorro con la mano cyborg el brazo de terminator, con la lefa de la vela en la parte interior de las muñecas. Mientras toco, mi brazo transhumano percibe destellos de mitocondrias gimiendo, ARN replicándose, flores microcósmicas abriéndose dentro del campo florido del yo a micro escala. Mis caricias como una brisa de verano que peina los montes de trigo. De su piel, salto a la tuya, y viceversa. Como el mismo paisaje dentro de dos países distintos. Como la cordillera. Devotamente, no cuentan las horas, que pueden llorar gimiendo junto a nosotrxs como plañideras mientras os acaricio con mi nuevo brazo de la Fuerza, una visión táctil con función de microscopio y telescopio.

Vello erizado, vello erizado desde tu ombligo hacia abajo, desde su ombligo hacia abajo.

***

Siempre que me dices que escriba guarradas, regreso al marco teórico. Te lo puedes saltar. 

Había llegado el Apocalipsis a la ciudad y al fin estábamos en los aclamados años veinte. El mundo se estaba acabando y nosotrxs íbamos a mutar para la siguiente historia. Faltaban apenas unos días para que se regeneraran todas las células de nuestros cuerpos desde el día en que nos habíamos conocido (al final del verano de 2013, el día del cumpleaños de mi padre). A partir del 14 de septiembre de 2021 seríamos potencialmente otro ser con todas las células telepateadas desde la conciencia cyborg. 

No sé qué pensará quien nos lee acerca de esa leyenda urbana de los periodos de 7 años, pero resulta estimulante y narrativo que el ser que crees conocer tenga un montón de células nuevas con nuevas potencialidades ontológicas donde la mirada cuántica del Amadx ha interactuado provocando intracción y vinculantes antes desconocidas y rebosantes de posibilidades inauditas. El Cyborg se hace pajas con cada uno de sus poros mecánicos, le salen alas y oídos de la flor que nace en el centro de ellos respiran. 

Durante todos estos años, las células se habían vuelto rubias, morenas, barbudas, con bigote, sin bigote... habían desfilado por pasarelas hacia el acantilado del verdadero yo, el 2 con el que intentábamos cazar el 3 sin tener un bebé, sino trazando un parentesco. Como dice la Haraway, "hagamos parentescos, no bebés". 


***

1. LA AVENTURA DE LXS NUEVOS ÓRGANOS


Nos pone eso. Transmutarnos. Adquirir nuevos órganos. Así mi nabo de Bansky. Como la polla de Osiris, osiríada. Puedo jugar a quien quiera, si no tengo, lo invento y lo ritualizo y ya está, porque no hay separación, porque todo lo imaginable está aquí, al alcance de la mano. Eso me convierte en una TRANSMUTADORA transmutada, un trans que tripula más allá de la distinción de género, a través de las ESPECIES IMAGINADAS.  

El nabo de Bansky había jugado juguetonamente en el ano del chino. El chino había alquilado un coche y había recorrido kilómetros en tiempos de Covid para jugar conmigo a lxs maricas. Hicimos una película de aquella experiencia. Una película para la Sociedad Secreta de Cine, cada vez más guarra y librepensadora. Tú viste esa película, también, estabas dentro de los 5 elegidxs. Proyectamos tus imágenes bailando de fondo mientras hacía los honores y el chino se ponía el rabo con el que me penetraba, y luego yo le penetraba, como un órgano excedente, un rabo extra, un trío macabro con Bansky penetrator.

El nabo de Bansky te lo pusiste tú un día y me penetraste con él, me hiciste comerlo hasta la arcada y el lagrimeo. Ese día intentaste porcularme pero no pudiste porque el rabo negro, como dice el chino, es muy grande. Todo eso -lo del porculismo, quiero decir- quedó reservado para el memorable día de la experiencia del pasillo,  que generó la filia del pasillismo.

El tema es que cuando la Tortuga Ninja pidió que le comiéramos el rabo, nos reímos. Para nosotros, decíamos, "la genitalidad es como un complemento". Es cierto que todo eso nos lo pasamos por el forro después del tercer amante. Pero esa es otra historia, que merece ser contada en otro lugar.

Yo me puse el mío, su-tu-mi nabo negro, el de Osiris-Banksy. Eso le rompió los esquemas, porque el personaje de antes, con el traje rojo de rejilla y el aro technicolor, encajaba perfectamente en la label de tía cachonda hiperfeminizada y melena suelta comepollas. En cambio, el mismo ser con un rabo negro le retrotrajo al recuerdo de una travesti con la que se había enrollado y a quien prohibió quitarse los calzoncillos. Esa travesti, por cierto, y aunque no lo dijo, le había comido muy bien la polla. 

- Estaba muy buena, parecía una tía. 

Me tumbé a su lado y me puse a masturbarme el rabo negro, el pollazo gigante. Empecé por el glande, humedecí los dedos en n(v)estra saliva, me daba igual de qué boca procediera porque éramos tres conciencias testigo sobre mi nabo negro. Oh, sí, los movimientos circulares me dejaban los ojos en blanco, sentía un volcán en el abdomen, los músculos en tensión erigiendo una torre de carne en medio de mí, monolito edénico, portal interdimensional. Él me miraba la polla e inevitablemente pensaba que la suya es más pequeña. "Mejor caben las pequeñas por el culo"- telepatée.

Cuando ya no podía más de egoísmo fálico, acudiste, por suerte, a chupármela mientras me mirabas fijamente a los ojos con la cara de guarra virgen bendita más hereje que alberga mi recuerdo. Entre tus embestidas luego me miraste con cara de muy marica, y entonces supe que al fin me aceptaban en el grupo de los maricas. Eso me puso más, la certeza de haber cruzado la barrera de la incertidumbre identitaria, de hermafrodita pasé a marica, porque las tetas desaparecieron, solo existía su-tu-mi nabo negro-pollón que me tiraba desde el chakra de La Corona hacia el centro de la tierra y las raíces más remotas. 

Entonces, supe que nos amaba más profundamente a lxs tres. El juego continuó,  como bellamente explicas, con tu pecho incendiado y la piel quemándonos.


El chaval se quedó sin camiseta, nunca la hemos encontrado.


2. EL SÁTIRO Y EL HOMENAJE AL ABANICO


El segundo jinete, como bien dices, era un sátiro. Tenía unos gruesos muslos de ciclista, y nos quería comer con patatas todo el rato. Cuarentena sabia y respetuosa, gentil, trajo un buen vino, que después me bebí con July (en otro tiempo, y otro lugar) mientras los niños jugaban. Porque nos bebimos con él el vino del lobo disfrazado de Caperucita. Y porque, en realidad, siempre es hermoso que quede un souvenir del invitado, para posterior recreación del encuentro.


Su souvenir, como en el caso del Ninja, fueron unas imágenes. En ellas, aparecemos él y yo acariciándonos tiernamente, primero fingiéndonos ajenos a ti, que nos estás metiendo un repasón tal vez fantaseando con el deseo que dejamos incumplido, sí, ese deseo en el que yo y otro nos estamos magreando íntimamente como si no estuvieras para que puedas hacernos cosas a tu antojo. Eso seguramente te pone porque implica un grado de animalidad bastante grande, considerando que debería disociar el amor romántico que siento por ti (la muela del juicio emocional) y, en realidad, renunciar al neocórtex, cosa en la que me entreno más cada día. 


Así pues, mientras el Sátiro y yo sireneábamos en un mar de oxitocina pura, tú llegaste con hielo. Puta crack. Vi cómo le comías el pie al sátiro con un cubito de hielo en la boca y eso me llenó el coño de agua. Parecía un presentimiento de lo que pasaría después, porque al cabo de un rato lamiste y libaste de ese coño, isla en el mar de oxitocina. 


En realidad, también recuerdo cuando me acariciaste con las plumas que colecté de un árbol en una bella excursión. Con los objetos mágicos, juguetes del placer. Ay, y el abanico. 

Creo que constituyen las imágenes más hermosas que cometimos, aunque también me declaro devota de cuando aparece No Signal danzante random proyectado en la pared, sobre nuestros cuerpos desnudos, en un azul antipicasso. Un azul Júpiter eléctrico. 

Con el sátiro no necesité sacar el nabo, porque saqué el abanico.

El abanico, que escondía mi rostro sonrojado, voyeur de vuestros jugosos besos con lengua, besos dionisíacos, repletos de ardor. Luego me miráis y me abordáis cada uno por un lado, y así siento el triskel sexual, el infinito de nuestras pieles creando un solo manto unido, conectados por el volumen del almizcle.  

Mas tú sabes que toca un homenaje a Pilar, y hacemos corpusión con el abanico, a la vez que nos damos aire, algo muy placentero en estas cálidas noches estivales. 


3. EL EXPLORADOR HUMILDE


El tercer amante nos pareció ya muy gracioso en la terraza. Venía de Masquefa, nos contó que sus amigos estaban todo el día fumando porros y haciendo las mismas cosas, lo había dejado con su novia hacía pocos meses. A nosotrxs eso nos enterneció mucho. 

Vimos en él suma humildad y amabilidad. Tenía un rostro joven y bello, un cuerpo tranquilo. Cuando subimos arriba, empezamos el juego de La Ronda de deseos. A ti se te ocurrió el gran deseo de que te besáramos y acariciáramos de la cabeza a los pies, a la vez que interactuábamos entre nosotrxs. 

Lo hicimos con suma delicadeza y fue muy excitante. 

Tu deseo parecía muy buena idea, y él y yo lo repetimos. Al final, nos gustaba el efecto sandwich, es decir, tener a cada uno de los amantes a un lado, y estar en medio, notando brazos, piernas, miradas, besos y conciencias a rebosar, como creando una visión táctil 360. 

Nos arrebató que él accediera a ser dibujado por cera de vela. Él accedió y no opuso ninguna resistencia. A mí me daba un poco de respeto hacerlo. 

En un momento dado, te estuvimos acariciando mucho rato. Él me miraba intensamente, empalmado. Tú estabas en un globo sin formas, con los ojos cerrados. Justo en el momento en el que él estaba a punto de abalanzarse sobre mí, nos cogiste con fuerza y nos colocaste a cada uno a un lado, y entonces él y yo nos sonreímos y jugamos a soñarnos.

Él se despertó al cabo de un rato. El ruido de la ciudad le impedía dormir. Marchó antes del amanecer, sumamente agradecido de un encuentro tan amable y tierno. Sin genitalidad. 


4. LA TORRE EIFFEL

Para el cuarto jinete, dijimos que la genitalidad formaba parte también del cuerpo, aunque nos molestaba que monopolizara la coreografía amorosa. 

Con todo, y como tú y yo ya habíamos descubierto la conformidad kundalínica, decidimos no poner trabas ni censuras si la energía fluía hacia allí.


Él había acostado a sus dos hijos. Tenía una hermosa trenza en el pelo y besaba bastante bien. Estaba algo acomplejado con su bella barriga de osito tierno. 


No sé si por efecto de no querer censurar, fuimos directamente al rabo o qué. Fue el encuentro más breve de los cuatro. 


En un momento dado, jugamos a La Ronda de deseos. Él nos pidió que le besáramos el pecho a la vez. Le besamos con suma ternura y nos mirábamos a los ojos con cara de muy cerdas.

En otra ronda, obviamente, pidió algo relacionado con el nabo, y no le dijimos que no.

Eso nos llevó a una situación en la que, mientras me estabas porculando a cuatro patas, yo me metía su nabo hasta la garganta, toda entera, lagrimeando y haciendo una profunda meditación de la Tigresa Blanca, sintiendo cómo a la vez se estimulaba la glándula pineal y la base de la serpiente kundalínica. 

En ese momento y, sobre todo, mientras os besabais, creamos una toroide de energía muy parecida a la triqueta.







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