martes, 10 de febrero de 2009

Desaprender




[Blanco sobre blanco, de Kasimir Malevich]

¡DESAPRENDER!


Un vaso que está lleno, ya no puede llenarse de nada. Hay que vaciarse.


La primera vez que me crucé con esta palabra, se había posado en los labios de un hombre-flechazo. Fue hace años. No volví a ser la misma. Sentí cierto alivio. Al fin podía despojarme de los dogmas del camino, de los titulares de periódico, de los miedos escénicos, de la sumisión ante la autoridad desautorizada, del novio al que ya no quería y de los tics de la autista comelibros. Al fin, podía olvidar mi nombre y pasear por la calle como una atónita expresidiaria puesta en libertad. El pasado dejaba de lastrarme y predecirme. Podía detenerme a mirar y empezar una vida nueva. Por aquel entonces, estaba al borde de la veintena, y la manera de reinventarme fue dejar de ser la chica tímida que vive en su mundo imaginario. La vida se me planteó como un juego de rol interesantísimo. Me creé un personaje de cómic y me moví por todas partes conforme a lo que había deseado ser: una poetisa aventurera, intelectual pero algo macarra, sensible y dura, capaz de ayudar a los más desgraciados mostrándoles una de las drogas más baratas del ser humano: el arte y sus horizontes. Una guerrera inspiratriz. Bien, la imaginación no tiene por qué tener límites.

Pienso con cariño en esos años de florecimiento intelectual, en los que uno se atreve a pensar por sí mismo. Como dice Nach, el poeta rapero, los dos maestros fundamentales son Señor Libro y Señor Calle. Hay que enseñar calle a los que no salen del libro, y enseñar libro a los que no salen de la calle. Es la homeostasis perfecta.


Sidharta Gautama (alias Buda -curioso nickname-) dijo una vez que el conocimiento es como una barca que te ayuda a cruzar el río y llegar a la otra orilla. Tras conseguir el objetivo, sería absurdo seguir arrastrando esa barca, cargarla en la espalda. Para ir por el monte, una barca es un estorbo. Para ir por el monte, unas buenas botas o una mountainbike. Lo que todos los budistas repiten hasta la taladrante saciedad: hay de saber dejar ir, practicar el desapego.

El mismo concepto aparece en un libro que he leído recientemente del Punset, El viaje a la felicidad. Al parecer, desaprender es algo indispensable para ser feliz. Si acumuláramos toda la información que nos llega hasta el fin de los días, seríamos masas deformes al borde de la locura. Nuestro cerebro, por eso, cada noche desaprende por su cuenta, sin pedirnos permiso. Y tiene un filtro antispam. Por eso las rutinas de años pueden condensarse en un sólo día de recuerdos. Por eso recordamos el segundo mágico en el que conocimos un alma gemela, ingerimos una droga chamánica, concebimos un proyecto que nos satisfacía o asomó la cabecita de un reciénllegado por un lugar aparentemente tan estrecho como la mirilla de una puerta.

Todo el año es carnaval. La vida tiene un armario lleno de disfraces. Hoy escoges la peluca afro, mañana la gabardina negra hasta el suelo; pasado, las botas de suela gastada. Hoy dices me quedo encerrada en casa, enciendo una vela y miro al techo soñando despierta. Mañana sales y pillas el metro, y charlas con alguien que te mira con curiosidad. Pasado, decides probar algo que nunca has imaginado. Y otro día estás cabreada, y tirarías huevos en las ventanas de las casas de Sarrià. Y otro, eres una gran altruista: decides preparar una fiesta e invitar a todos los mendigos de la zona, a todos los yonkis de San Roque, a todos los que han perdido la esperanza y viven en infiernos portátiles.

En el Banquete, dice Platón que el Amor es hijo de la Pobreza y el Recurso. Si el vaso está medio vacío, quizá mejor vaciarlo del todo. Y entonces, mira: puede contener vino, o cerveza, o poleo menta para las anginas, o conchas recién recogidas de la playa, o... (?)

Un besote a todos ;)

6 comentarios:

Tu poeta dijo...

Es muy difícil comentar tus posts. A menudo me quedo meditando. Algunos de tus escritos me sirven para vivir mejor. Pero eres demasiado joven y bonita para ser tan sabia. Gracias por este blog.

A Khudori Soleh dijo...

salam. nice blog. barang-barang antic. please visit to my site

Nada del Otro Mundo dijo...

en el mundo hace falta más gente como tu, y menos brasura y mierdra

Anónimo dijo...

Jo, Maga, si yo pudiera dejar ir... Aunque por otra parte, ¿qué habría sido de Proust si hubiese desaprendido?

La Maga Juglaresa de Carabás dijo...

Yo creo que Proust desaprendió. Seguramente, escribir fue una buena excusa para olvidar. Es como cuando te apuntas la lista de la compra, para poder pensar en cosas que no sean rollos de papel higiénico o aceite de oliva. Así te puedes detener a escuchar cómo el viento lee en voz alta el paisaje (que para él está escrito en braille).

Proust recordaba mientras se vaciaba el vaso (también puedes mojar una magdalena mientras desaprendes). Es más, me acabas de dar una gran idea:

Si el vaso está medio vacío, pues lo apuras y yo te invito a la siguiente ronda ;) Esa es la filosofía de desaprender.

Pero no sé por qué, Gemma, a ti te ponen las tazas chicas de chocolate deshecho. ¡Revolución! ;) ¡Diles que no estás a dieta!

Marijoss dijo...

Hola a ToDos en especial a la dueña del blog.. pasaba por aqui buscando la tera de psicologia sobre desaprender.. y miren con lo que me encontre,una esayista aventurera montada en un caballo de cinco patas .. me encanto tu escrito sencillo y hermoso..la droga mas barata y eficaz del ser humano: el arte y la naturaleza (para mi)