- ¡Ay mi pobre y santa esposa! ¡Si ella supiera que he mirado el culo de esta camarera con la lascivia de un caballo en celo! Pero no puedo evitarlo, últimamente necesito que una rubia despampanante me mire fijamente a los ojos y me diga que me quiere, y que se iría conmigo al fin del mundo.
- No te preocupes, que a mí me pasa lo mismo. Aunque creo que es normal que suceda. Porque una relación estable anclada en rutinas y deberes compartidos es el suicidio del amor. Y la pareja, en ese caso, tiene una clara desventaja: se la conoce hasta el fondo. No hay sorpresa. Es como la primera Eva: uno le ha visto los huesos, los tendones y la cuenca de los ojos sin párpados.
- Bueno, pero eso tendría que unir un poco más, ¿no?
- No creo. El cariño del roce no es lo mismo que el amor.
- No entiendo por qué las parejas se van a vivir juntas. Lo único que consiguen de ese modo es tragarse la mierda del otro, aguantarse cansados, gritarse, perder el apetito sexual, privarse de la libertad y autonomía del espacio propio y crear tensiones por la limpieza doméstica. En cambio, si no vives con esa persona, quizá la ves un par de horas al día, y son los instantes más maravillosos de la jornada: evasión, descompresión, seducción y magia.
- Entonces, como vivir con tu pareja no te descomprime, te encuentras con la necesidad de salir un par de horas a pasear, para desconectar un poco de la agobiante rutina. Y, quizás, tal vez conoces en el bar de turno a alguien que te transporta lejos de la pesadilla de la acumulación de polvo y cansancio.
- ¿Sabes? Yo a veces pienso que me apetecería conocer a alguien, perder los papeles y enamorarme hasta la médula, sin poderlo evitar, con todo el dolor y riesgo que esto conlleva. Conjurar un amor maduro y desapegado, pero con imantación eléctrica y sexo desbocado. Redescubrirme nuevo en otros ojos, como si aún no hubiera nacido. Abrir un nuevo sendero en la piel, besar a alguien opuesto a mi esposa y tener miedo y desearlo. Somos humanos y lo comprendemos.Pero qué difícil es decirlo en voz alta.
- Sí, y si no lo dijéramos en este bar de carretera, no lo habríamos dicho en ninguna otra parte.
- Las relaciones amorosas no tendrían por qué ser tan intolerantes con el amor hacia otros. ¿Hay que poner un tope? A lo mejor uno se traiciona a sí mismo cuando no se deja llevar por esas corrientes magnéticas de gozo y encantamiento que podrían justificar una vida entera.
- La próxima vez, no le digas nada y llévatela a la cama. No hace falta ni que te pellizques. Más vale condenarse que arrepentirse.
- No te preocupes, que a mí me pasa lo mismo. Aunque creo que es normal que suceda. Porque una relación estable anclada en rutinas y deberes compartidos es el suicidio del amor. Y la pareja, en ese caso, tiene una clara desventaja: se la conoce hasta el fondo. No hay sorpresa. Es como la primera Eva: uno le ha visto los huesos, los tendones y la cuenca de los ojos sin párpados.
- Bueno, pero eso tendría que unir un poco más, ¿no?
- No creo. El cariño del roce no es lo mismo que el amor.
- No entiendo por qué las parejas se van a vivir juntas. Lo único que consiguen de ese modo es tragarse la mierda del otro, aguantarse cansados, gritarse, perder el apetito sexual, privarse de la libertad y autonomía del espacio propio y crear tensiones por la limpieza doméstica. En cambio, si no vives con esa persona, quizá la ves un par de horas al día, y son los instantes más maravillosos de la jornada: evasión, descompresión, seducción y magia.
- Entonces, como vivir con tu pareja no te descomprime, te encuentras con la necesidad de salir un par de horas a pasear, para desconectar un poco de la agobiante rutina. Y, quizás, tal vez conoces en el bar de turno a alguien que te transporta lejos de la pesadilla de la acumulación de polvo y cansancio.
- ¿Sabes? Yo a veces pienso que me apetecería conocer a alguien, perder los papeles y enamorarme hasta la médula, sin poderlo evitar, con todo el dolor y riesgo que esto conlleva. Conjurar un amor maduro y desapegado, pero con imantación eléctrica y sexo desbocado. Redescubrirme nuevo en otros ojos, como si aún no hubiera nacido. Abrir un nuevo sendero en la piel, besar a alguien opuesto a mi esposa y tener miedo y desearlo. Somos humanos y lo comprendemos.Pero qué difícil es decirlo en voz alta.
- Sí, y si no lo dijéramos en este bar de carretera, no lo habríamos dicho en ninguna otra parte.
- Las relaciones amorosas no tendrían por qué ser tan intolerantes con el amor hacia otros. ¿Hay que poner un tope? A lo mejor uno se traiciona a sí mismo cuando no se deja llevar por esas corrientes magnéticas de gozo y encantamiento que podrían justificar una vida entera.
- La próxima vez, no le digas nada y llévatela a la cama. No hace falta ni que te pellizques. Más vale condenarse que arrepentirse.
11 comentarios:
¿Por qué lo llaman "amor" cuando quieren decir "sexo"? ;P
Michel Onfray, La fuerza de existir. Manifiesto hedonista, en Anagrama. Si quieres te lo dejo (aunque no sé mu bien dónde para en estos momentos). Y concuerdo con Nada del Otro Mundo: confundimos la gordura con la hinchazón.
Pues que querais que os diga. No estoy de acuerdo con algunos de estos planteamientos. Yo, prefiero dejarme la piel. Prefiero algo a medias, pero intenso. Prefiero las mentiras interesantes a las verdades ñoñas. Incluso lo insoportable puede soportarse. Prefiero sufrir, pero notar el corazón. Quiero vivir la vida exprimiendo al máximo cada tormenta, cada felíz encuentro, cada desgracia. Me bebo la vida en su totalidad; acepto lo bueno y lo gozo; acepto lo malo y lo padezco. No soporto la blandez de nuestro tiempo. Estoy lleno de laceraciones, bien es cierto. También es cierto que si no me he suicidado es porque encontré caminos por los que escapar de tanto en cuanto: la performance, el dibujo, mis hijas, la serenidad de algunos momentos, el pimiento rojo, el horizonte marino, la luz de algunas miradas. Intenté transitar la vía del medio, pero la vida se camina por los laterales con una intensidad adictiva de la que no me quiero curar. Disculpadme. Sexo, amor? Intensidad.
Estoy contigo, Lluís. Intensidad. Incluso para estos camioneros, que tienen su corazoncito. Para lo otro, ya se inventó Onán lo suyo.
¡Brindo por Lluís!
Y pellizcarse, y pellizcarse, y pellizcarse tantas veces como nos haga falta. Que todo es sueño... y en los sueños no habrá sol, pero sí polvo y cansancio y dolor y ese no ser fatigado para dar leña a la llama.
Lo demás: ejercicios de taller de los mojigatos. Estudios de color para apocados.
Eh, que yo sólo lo decía en broma. De acuerdísimo con los profundos.
Maga, ¿has pensado seriamente en escribir una novela, guión cinematográfico, lo que sea? Tu poesía es buenísima, pero me deslumbras más con la prosa. Estoy convencido de que este blog pasará a la posteridad, porque te leo cada día con sed. Y te seguiría leyendo aunque fueras una viejecita de setenta años, porque logras lo que muy pocos pueden: ser universal.
Yo también brindo por Lluís. Me parece un valiente.
creo que alguien me dijo una vez algo sobre verosimilitud en el relato...es fantástico el diálogo pero no pega ni con cola que sean camioneros... :-P
un abrazo
Sí, es completamente inverosímil que sean camioneros. Pero quién sabe, la realidad supera la ficción. Y tal y como están las cosas, seguro que hay muchos camioneros con carrera universitaria...Jejejejee
Un abrazo
Yo sí que creo que exitan camioneros así. No subestimemos a nadie. Son antetodo personas.
Me quedo con la "falta" de verosimilitud, con el título (¡qué largo y doloroso es cualquier viaje al desamor!) y apunto una idea, la de que tal vez el pellizco imaginario sea más sabroso que el real...
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