- No se preocupe. Nadie más que yo puede escucharla. Relájese. Imagine que está en una habitación en la que no transcurre el tiempo. Piense que aquí dentro, al lado de la estufa, usted está protegida. Nadie puede hacerle daño. Cierre los ojos. Imagine que una luz blanca está al lado de sus pies y que asciende lentamente por sus tobillos... rodillas... nalgas... sexo... vientre... tórax... cuello... barbilla... sienes... ojos... frente... y que sale por la cabeza, hacia arriba, limpiándole en profundidad. En contacto con esa luz todas las células de su cuerpo alcanzan la serenidad. Respire profundamente. Ahora, dígame cualquier cosa, lo primero que se le ocurra.
- Una vez quise escribir el Necronomicón con el alfabeto de mi propio cuerpo, mis palabras y mis pasos. Cuando me senté a escribir, sin embargo, algo sucedió. Un obstáculo negro entorpecía mi escritura real. Existe una ley infranqueable que impide que la vida tal cual es sea anotada en un libro o un cuaderno.
- Una vez quise escribir el Necronomicón con el alfabeto de mi propio cuerpo, mis palabras y mis pasos. Cuando me senté a escribir, sin embargo, algo sucedió. Un obstáculo negro entorpecía mi escritura real. Existe una ley infranqueable que impide que la vida tal cual es sea anotada en un libro o un cuaderno.
1 comentario:
Donde estarán todos? creo que el necronomicon no nos ayudará a encontrarlos. Me impactó mucho aquel texto de Quevedo y la muerte que publicaste el otro día, por lo que como la muerte va con nosotros, ya lo veremos cuando el videojuego nos diga game over.
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