miércoles, 7 de mayo de 2008

El botón a la virulé


A Melitta Calvet


Esa mujer ufana que sonríe y que tiene arrugas de sabiduría me dice, con un café y un bebé que hace zumo de calcetín por testigos, que hubo una época en la que sólo podía levantarse de la cama gracias a la rabia. Que la rabia, ese perro que nos enseñan a sacrificar, era el único motor de su existencia. Que por ella, cuando el dolor quiso perseguirle, no se había convertido en una lánguida llorona, ni había buscado la muerte prematura, ni había claudicado ante un game over inminente, ni se había convertido en una quejumbrosa mártir de la mala suerte.


Tenía una chaqueta con un botón colgando, patético como un ojo fuera de las órbitas. ¡Ese maldito botón-cuatro-ojos tenía que caerse! Cada vez deparaba más miradas de crítica, en el metro, en los bares. Suscitaba comentarios.


Ella se excusaba siempre, como si fuera un detalle sin importancia. Pero cada día se levantaba con esa rabia y ese botón a la virulé. ¿Cuándo caería? El hilo era fuerte.


Paseó con ese abrigo y esa rabia todo un invierno. Las malas épocas tienen esas cosas. Son modas de temporada.


Hasta que, evaporado el frío, quedó en el armario esa chaqueta tuerta. Con el calor, Melitta se olvidó del dolor y la rabia. Quizá se tomó un zumo de sandía y cerezas. Y se puso una ceñida camiseta con tirantes. Eso no lo ha contado.


Pero me dice estas cosas mientras saborea el café y le sonríe con complicidad al bebé que hace zumo de calcetín.


Los demonios y los símbolos ayudan a sobrevivir. Si los tratamos con naturalidad, se retiran cuando es necesario. Entonces podemos decir que hemos aprendido. Y, tal vez, algún día, podamos explicarlo en una terraza de bar, mientras pica el sol y el aire trae... aromas de experiencia.

2 comentarios:

Therfer dijo...

Precioso, Maga.

En la antigüedad creían en los elementales, de cada uno de los cuatro elementos. Seres que nos acompañaban en la naturaleza. Poseían emociones, entre ellas la rabia, que condicionaban los entornos naturales en los que convivían con personas.

También existen elementales de los botones y las telas, del asfalto y el hormigón, de la pasta de papel y el cartón. Toda la tabla periódica y todos los materiales modernos tienen su elemental. Elementales que, como ángeles de la guarda, abrigan y acompañan a las personas en sus vidas.

Algunos tuvimos la suerte de crecer entre elementales de tela y abigarrados botones. Eran aquellos elementales los que nos empujaban a todo.

Un fuerte abrazo.

Myriam M dijo...

El texto es muy bello y transmite una ternura infinita. Sea bienvenida la rabia que no inmoviliza como el miedo. Me gustó la imagen del botón a medio coser que resiste y resiste.

Te quiero mucho Maga!