Hay un momento en la vida de todo ser humano en el que es preciso hacer una contabilización de los bienes materiales e inmateriales que se poseen y ponerlos en tela de juicio. Esta operación sería innecesaria si viviéramos como pájaros o trogloditas, pero debemos comprender que, por muy desprendidos y desapegados que nos consideremos, la propiedad privada existe y ocupa parcelas de nuestra mente. Eso, traducido al lenguaje de la jarana de bar, significa, entre otras cosas, que:
1. La vieja tele se irá a tomar vientos. Está a punto de ser llevada al rastro.
2. Parte de la biblioteca será regalada.
3. Mucha ropa - incluida la bebil- emigrará a casas okupadas barcelonesas.
4. Ídem con otros objetos, relaciones y sentimientos inclasificables.
Mi hedonismo me impide ser anacoreta, aunque quizá algún día logre convertirme en una hedonista de la carencia y entonces pondré el mismo ahínco en perder que antaño puse en ganar.
Eso tiene relación con mi sueño de programar mi suicidio cuando sienta que todos mis objetivos vitales se han cumplido. Sé que, de entrada, esta idea asusta, porque durante siglos el suicidio se ha perseguido como "pecado" y trastorno mental. Pero os puedo decir que cuando uno ya no tiene motivos para vivir, no tiene por qué arrastrar dolor y miseria.
Imagino los preámbulos de mi suicidio como un hermoso ritual con banquete, reunión de amigos, música y baile; una fiesta de la lucidez, seguida de una copita indolora de "eso", abrazos y cartas para todos mis allegados y un epitafio feliz que diga:
"Apoptosis. Bailad sobre mi tumba."
No encuentro mejor manera de poner punto y final a la obra más grande de una vida, la vida misma. Pero, hasta entonces, hay que podar las ramas para que broten las hojas verdes de la primavera.
1. La vieja tele se irá a tomar vientos. Está a punto de ser llevada al rastro.
2. Parte de la biblioteca será regalada.
3. Mucha ropa - incluida la bebil- emigrará a casas okupadas barcelonesas.
4. Ídem con otros objetos, relaciones y sentimientos inclasificables.
Mi hedonismo me impide ser anacoreta, aunque quizá algún día logre convertirme en una hedonista de la carencia y entonces pondré el mismo ahínco en perder que antaño puse en ganar.
Eso tiene relación con mi sueño de programar mi suicidio cuando sienta que todos mis objetivos vitales se han cumplido. Sé que, de entrada, esta idea asusta, porque durante siglos el suicidio se ha perseguido como "pecado" y trastorno mental. Pero os puedo decir que cuando uno ya no tiene motivos para vivir, no tiene por qué arrastrar dolor y miseria.
Imagino los preámbulos de mi suicidio como un hermoso ritual con banquete, reunión de amigos, música y baile; una fiesta de la lucidez, seguida de una copita indolora de "eso", abrazos y cartas para todos mis allegados y un epitafio feliz que diga:
"Apoptosis. Bailad sobre mi tumba."
No encuentro mejor manera de poner punto y final a la obra más grande de una vida, la vida misma. Pero, hasta entonces, hay que podar las ramas para que broten las hojas verdes de la primavera.
5 comentarios:
Si llegado el momento, consigues reunir alrededor de la mesa un número considerable de amigos, reír, beber, comer y bailar: no te suicides.
Un beso y, descuida, si no consigues reunir a esos amigos, yo misma te hago el cóctel mágico. Pero francamente, querida, espero ser una de las invitadas y espero un magnífico menú, aunque sea suicida.
Todo eso está muy bien porque el final es inevitable y sería mejor sin dolor y redondeando los sentidos de la vida como un cuento de Chejov, que abrupto y agónico como nos tiene acostumbrados la muerte. Pero si no lo fuera, si uno pudiera vivir y vivir hasta donde quisiera, quizá tendría más sentido todavía hacerlo así, a lo elfo de Lothlórien, pero a ver quién es el guapo que se apoptiza entonces.
yo tambien pienso que el suicidio deberia celebrarse, por todo lo que tiene de purificador! tu alma maga la vamos a acrisolar pero por ahora que el festin sea por la vida y la primavera... que no llega! besos delapatry
Es una cuestión de concepción de la muerte. Recomiendo al respecto: 'La piedra filosofal' (ARIEL), de Josep Muñoz Redón, ó, ya un clásico 'Bailando sobre la tumba' de Nigel Barley (ANAGRAMA), en los que se toca el tema de la muerte desde diversas perspectivas.
Por poner un ejemplo real, recientemente (el año pasado) me impactó la muerte de la suegra de un amigo (en HOlanda), programada para un día (allí la eutanasia es legal y clara, no como aquí que se practica a hurtadillas...), de forma que nuestro amigo nos anunció en una cena que no se encontraba demasiado bien: la madre de su pareja iba a morir el lunes. La gente se reune, se despide y lo 'celebra', al ser una liberación al padecimiento físico.
Algo literaria, y cargada de tópicos artísticos, de postal, me parece tu 'liberación final cumplidos objetivos en vida'. ¿no pensarás en los sentimientos de tu hijo? :-P
un fuerte abrazo
Sobre todo, pensaré en los sentimientos de mi hijo ;-) Él es lo más maravilloso que jamás he contribuido a crear. Aún tengo que guiarle un poco por el mundo, enseñarle algunos de los códigos (sobre todo la llave maestra: el cariño) y, en fin, darle herramientas para sobrevivir.
Algo muy distinto es el apego, con el que aprenderá a lidiar. Si tenemos suerte, me verá morir y espero que sea una bonita despedida, sin traumas, sin bloqueos, sin tabús absurdos que impiden la sinceridad de lo que se siente.
Durante los años que llevo haciendo los duelos de las personas que perdí más me he dado cuenta de las carencias de la educación emocional que hemos tenido. No nos han enseñado bien nuestros contornos. Lo más liberador es amar y morir sin restricciones. Eros y Tánatos se han encadenado durante demasiado tiempo.
Necesitamos el "ars amandi & moriendi" que se adecue a nuestros tiempos. Sin dramatismos, con fluidez.
Si lo supiéramos, nadie se sentiría timado al final.
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