domingo, 24 de noviembre de 2013

Experiencias místicas de una magabunda

Estimado cómplice secreto de las profundidades mágicas e invisibles, blablablá...
En mi vida he tenido encuentros con seres no humanos que he identificado como separados de mi ego porque me han permitido hacerles pruebas. Otras veces,  he visto que la experiencia procedía de una suerte de creación imaginaria. El asunto de separar la creación propia de la ajena es lo que más me cuesta de discernir racionalmente. Y, sin embargo, sé que, en el fondo, separarles a ellos de mí es tan absurdo como distinguir el agua en función de los recipientes que la contienen. No obstante, ambos sabemos que aún vivimos en un mundo donde es importante el Catálogo de las Vasijas, aunque sería más interesante discernir si el agua va clara o turbia. ¿De manantial puro, del grifo o contaminada?
Veamos si puedo describirte algo tan complicado para nuestro raciocionio y tan sencillo para el alma-niña.
La conciencia que jugó conmigo en Orrius y me enseñó maravillas era más grande que la mía ordinaria, más evolucionada, sin duda. Ocupaba el bosque entero y si yo fuera de alguna religión monoteísta, habría dicho que era "dios". ¿Por qué? Me hablaba telepáticamente, pero acompañaba sus mensajes con elementos sensoriales de mi alrededor, que utilizaba a modo de símbolos. Podía meterse dentro de cualquier cosa sin alterar su individualidad. Era como una música que se mete dentro del oído, pero imaginando que nuestro cuerpo entero es un tímpano y él/ella música. De todos modos, no sé por qué, parecía más Ella que Él. Me eligió por CARISMA. Su carisma era tal que la empatía lograba atravesar las paredes de los nombres. Dijo que yo era como ella. Que yo era ella. Y eso me llenó de un gozo y de una alegría infinita. Como si un pedrusco cualquiera descubriese que en su esencia contiene el diamante.

Así, por ejemplo, el romero se me reveló como una entidad arquetípica simpática o psicopompo, algunos árboles (cuyo nombre no sé, soy urbanita ignorante de botánica) eran caleidoscopios infantiles y musicales. Me ofreció un palo que se transformó en varita mágica. Gracias a ese palo, pude jugar a ser ella y me convertí en una directora de orquesta de la Naturaleza. Así me enseñó su oficio: directora de orquesta de la música de la naturaleza, coordinadora de la belleza y comunicadora universal.

Otorgaba poderes y enseñaba a quien quisiera, a mí me ofreció dones que eran los “poderes mágicos” que durante toda mi vida he suplicado al universo. Cuando le pregunté acerca de mi destino, vi dentro de mi cabeza un pentagrama de color azul y suspiré la palabra “Pitágoras”. Recordé las hojas del roble y los libros antiguos, encuadernados con amor y responsabilidad. Me recordé intérprete de símbolos arcanos y, para mi sorpresa, me vi como una sacerdotisa creativa. Ese aumento de poder, sin embargo, no venía acompañado de soberbia. No tenía demasiado sentido tenerla, porque era simplemente expansión, no posesión. Es decir, fue como iluminar una parte del paisaje que antes estaba a oscuras, pero esa parte del paisaje siempre había existido.

Piensa que para mí describir a este ser es tan difícil como reconocer una lechuga dentro de la sangre después del proceso de digestión. Luego continuaré. Me agota el esfuerzo.

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