martes, 8 de abril de 2014

El sendero flamígero (Agni)

Ese cuchillo sangriento sonríe. Con él me he decapitado. Ahora sólo resta caminar por ese filo brillante, como el de una espada turca, hija de Lunas. Destino es el extraño nombre que pusieron a este horizonte labrado que huele a Presente. Parecía que nunca podría llegar hasta él. Detrás de su caricia, ¡había una serpiente de lomo irisado y de ojos azules como vasto océano! La visión de esa marea de luz que viene a asesinarme con belleza embriagadora, ese laberinto que une yoes y no-yoes y funde cuerpos que se creían separados. De un mordisco el viento se me lleva los órganos sexuales y remonto la cascada que reconstruye un vómito de dios. ¡Sé fuerte! ¡Existes, existes! Dos vasijas de agua se derraman entre los brazos de un ángel que hace cócteles. ¡Ahógate! ¡Sé fuerte! Lloro como Lázaro al ser resucitado.

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