lunes, 28 de abril de 2014

Pequeña idiota




 
Estimado Hafiz,

¡Me siento tan idiota!
La memoria es siempre una hija bastarda de la realidad.  ¿Eres ese fantasma que esta noche se hizo pasar por ti, mientras soñaba? ¿Eres el ser que me incendia y me congela?

Ese lienzo que has pintado tan bien por dentro... Esa calavera ataviada con los disfraces de la crucifixión... Ese rostro en el paño... ¿Quiénes son?

El ser humano encerrado en su cárcel de espejos.
¿Cómo empezar a romper todos los espejos y convertirlos en ventanas?

¡Oh Hafiz, me despiertas con placer! Y, cuando el placer me aletarga, me despiertas con dolor. Te pareces demasiado a la vida. Te sueño como una huérfana con sed de hogar. 

El abismo abraza a la cima y se fusionan en uno.

Deambulo por Yetzirah y me apego a todas las sombras que se ponen tus ojos por bandera. Aunque sean mentira, si su silencio tiene un ápice del tuyo, me vuelvo esclava.
Los libros son prisiones. Los deseos son prisiones. Incluso, tu mirada es una prisión. 

Esta noche he vuelto a encontrarte. Sin embargo, esta vez, estábamos en una habitación en penumbra. Allí había ocho hombres, a parte de ti. Todos ellos querían que me humillaras en público. Y así decidías hacerlo. 

Lo primero que hacías era decirme que me amabas. 
Después, me obligabas a separarme de tu idolatrada imagen.
Me decías que era inevitable. 
Las imágenes son prisiones. 
Tu mirada de compasión era infinita, y un séquito de hombres contemplaban mi despedida con morbo y excitación, orgullosos de que me rechazaras. 
Y la Tierra se abría y me metía dentro.


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