miércoles, 5 de marzo de 2008

Muñecos de plastilina



Nadie puede imaginarse cuán degradante se ha tornado mi búsqueda:
paseo por las noches junto al contenedor de la basura;
a veces me encuentro gatos de porcelana blanca con las orejas rotas,
en ocasiones recojo carpetas con dibujos pornográficos
o tablas de madera para hacer cuadros encima.

Yo no soy ningún Picasso;
soy consciente de mi poco cuerpo y fama,
intuyo mi irresoluta insignificancia de arroz hervido;
me sorberán las olas del Mediterráneo;
soy sólo una imbécil testaruda,
soy sólo una creyente en montañas habladoras
y en microscopios que muestran bacterias animadas.

Si camino un rato, se me enganchan las bragas en el culo.

Yo no sé por qué tenemos nariz;
en todo cuanto miramos, insertamos ojos y boca.
Mirar al Otro sólo confirma
que somos muñecos de plastilina.

2 comentarios:

Therfer dijo...

Tenemos nariz porque los olores del mundo están ahí. Aunque la atrofia del olfato sea una realidad es sorprendente que las embarazadas y algunos enfermos lo agudicen. Quizá porque la vida y la muerte son sólo un aroma que percibimos con un apéndice atrofiado.

La Maga Juglaresa de Carabás dijo...

Sí, Therfer, la nariz huele. El sentido del olfato es maravilloso y también traidor. Pero plásticamente la nariz es un bulto en la cara que sirve para que no se caigan las gafas. Hemos de reconocer que somos raros los humanos. Si un extraterrestre nos viese, no entendería por qué tenemos nariz.