La verdad es que escribir es un acto físico que depende en gran medida de las herramientas que se utilizan. Aún cuesta mucho manipular las propias neuronas para conseguir una obra x (en cuanto suceda, empezaremos a estudiar Neuroliteratura) pero sí que, en cambio, podemos escoger nuestros utensilios de escribir.
Yo, como la mayoría de escritorzuelos, escribo a mano -¡hay que generar nuevos manuscritos!- o con teclado.
A MANO
Por imposición, uso la derecha, que tiene un notable callo en el dedo corazón. Sé escribir bien con la izquierda; de hecho, de niña era ambidextra, quizá más zurda que diestra. Mi lateralidad es evidente porque mi orientación espacial es pésima; quizá por ello uso la intuición o los mapas para moverme por el mundo.
No suelo usar lápiz, porque el grafito genera endebles testimonios documentales, que no pueden sobrevivir siglos. Yo quiero que se encuentren mis papeles en el siglo XXIV, y tengo que trabajarme como mínimo el material y el soporte.
Mis espadas van desde el típico boli de diez colores perfumados, un boli-dragón que me compré en el chino, los pinceles de artes plásticas, un mao-pi de caligrafía (china) que era de mi madre, el pilot de turno, los rotuladores Carioca, las letras recortadas de los periódicos y, sobre todo, mi estelar e inseparable pluma Harley-Davidson, la que se desliza por el papel rápida y rugiente y convierte mi escritura autógrafa en un placer sensual.
CON TECLADO
Y aquí quiero deciros que uso, aunque muy esporádicamente, algunas máquinas de escribir. Sobre todo, la Torpedo, que creo que es de los años 50 y tiene tinta roja y negra. Era de mi difunta mamá, ella me la regaló antes de ponerse malita. Luego, tengo algunas cuantas más que me han ido obsequiando porque las colecciono. (Colecciono, de momento: secretos, barajas de cartas, sombreros, narices, fotocopias de manos, abrazos y máquinas de escribir; regalé mi colección de sellos a otra mayor: ya no colecciono sellos *Si os sobra alguna de estas cosas, enviádmelas, jejeje).
Pero, está claro que los ordenadores portátiles son prácticos y hacen mucho bien a la humanidad, aunque no sé hasta qué punto los archivos informáticos pueden sobrevivir a la hecatombe o descargarse en el siglo XXIV después de una excavación arqueológica.
Mi primer portátil lo adquirí en el 2000 y se llama Clarky (de Clark Nova). Aún está vivo, tiene un bellísimo color amarillo. El segundo, es un Acer funcional pero quise llamarle Toth, el dios egipcio escriba de los dioses que luego se asimila a Hermes Trismegisto.
***
Estas letras le cuestan sudor a Toth, que trabaja a jornada completa. Él está cargando mis palabras como si fueran cajas de cerveza.
Hace un par de fines de semana, Toth enfermó por culpa de un virus. Lo llevé al hospital y lo formatearon otra vez. Desde entonces, el Wordpad me estaba matando.
Ayer, por suerte, le instalé un software libre, el Openoffice y quería deciros que el procesador de textos, el Writer, es una maravilla. Las mejores cosas son gratis y ahora escribo más libre, con este aleteante software librepensador.
Yo, como la mayoría de escritorzuelos, escribo a mano -¡hay que generar nuevos manuscritos!- o con teclado.
A MANO
Por imposición, uso la derecha, que tiene un notable callo en el dedo corazón. Sé escribir bien con la izquierda; de hecho, de niña era ambidextra, quizá más zurda que diestra. Mi lateralidad es evidente porque mi orientación espacial es pésima; quizá por ello uso la intuición o los mapas para moverme por el mundo.
No suelo usar lápiz, porque el grafito genera endebles testimonios documentales, que no pueden sobrevivir siglos. Yo quiero que se encuentren mis papeles en el siglo XXIV, y tengo que trabajarme como mínimo el material y el soporte.
Mis espadas van desde el típico boli de diez colores perfumados, un boli-dragón que me compré en el chino, los pinceles de artes plásticas, un mao-pi de caligrafía (china) que era de mi madre, el pilot de turno, los rotuladores Carioca, las letras recortadas de los periódicos y, sobre todo, mi estelar e inseparable pluma Harley-Davidson, la que se desliza por el papel rápida y rugiente y convierte mi escritura autógrafa en un placer sensual.
CON TECLADO
Y aquí quiero deciros que uso, aunque muy esporádicamente, algunas máquinas de escribir. Sobre todo, la Torpedo, que creo que es de los años 50 y tiene tinta roja y negra. Era de mi difunta mamá, ella me la regaló antes de ponerse malita. Luego, tengo algunas cuantas más que me han ido obsequiando porque las colecciono. (Colecciono, de momento: secretos, barajas de cartas, sombreros, narices, fotocopias de manos, abrazos y máquinas de escribir; regalé mi colección de sellos a otra mayor: ya no colecciono sellos *Si os sobra alguna de estas cosas, enviádmelas, jejeje).
Pero, está claro que los ordenadores portátiles son prácticos y hacen mucho bien a la humanidad, aunque no sé hasta qué punto los archivos informáticos pueden sobrevivir a la hecatombe o descargarse en el siglo XXIV después de una excavación arqueológica.
Mi primer portátil lo adquirí en el 2000 y se llama Clarky (de Clark Nova). Aún está vivo, tiene un bellísimo color amarillo. El segundo, es un Acer funcional pero quise llamarle Toth, el dios egipcio escriba de los dioses que luego se asimila a Hermes Trismegisto.
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Estas letras le cuestan sudor a Toth, que trabaja a jornada completa. Él está cargando mis palabras como si fueran cajas de cerveza.
Hace un par de fines de semana, Toth enfermó por culpa de un virus. Lo llevé al hospital y lo formatearon otra vez. Desde entonces, el Wordpad me estaba matando.
Ayer, por suerte, le instalé un software libre, el Openoffice y quería deciros que el procesador de textos, el Writer, es una maravilla. Las mejores cosas son gratis y ahora escribo más libre, con este aleteante software librepensador.
2 comentarios:
Vinci.
Jalea jacta est en la tostada matutina.
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