miércoles, 19 de febrero de 2014

¿Libropausia?



- ¿Qué es un libro? Si me ayudas a abrirlo, veremos lo que hay dentro...

Libropesía, librópata, libropausia.
 En la memoria celular están los quipus enredados, las tablillas mesopotámicas de los motines de guerra, los papiros egipcios dormidos entre falsificaciones, las cenizas de la biblioteca de Alejandría. El primer ufólogo de la historia – Giordano Bruno- encuadernó con su propia piel las obras que perecieron con él  en la hoguera.
 
 Imaginad las palabras divinas que las futuras generaciones deberán recordar, el conocimiento secreto del libro que sobrevive a la carne. ¿Si fueras un hombre-libro de Fahrenheit 451, quién escogerías ser? Probablemente, un texto sagrado y verdadero, escrito con caricias.
Arcimboldo construyó un librero amontonando libros. Quevedo llamaba a los libreros “licenciados Librunos”. Acumular libros sin aprehenderlos es contraer obesidad espiritual. ¿No lo dice así la Tabla de Cebes?
No sólo cuenta el mensaje, también el soporte. Existen encuadernaciones en piel humana. El libro es pensamiento materializado. La misma disposición de los renglones de la escritura hace pensar en un campo de cultivo, un huerto florecido.
Al principio, los libros sólo eran para los magos o sacerdotes. Gran parte de la población era analfabeta y el conocimiento de un alfabeto ayudaba a penetrar en el pensamiento simbólico.
Hablar del libro es contemplar la fijación del lenguaje. Se dice que la lengua de los habitantes de Lemuria era tan afín con el código secreto de la creación que era capaz de dominar los cuatro elementos. 
La lectura es un catalizador de la imaginación. La concibo como un portal estelar, un agujero de gusano. Permite viajar en el espacio-tiempo. Gracias al libro, podemos conversar con los difuntos y dialogar con el pasado, conocer la historia de nuestra civilización.
Se ha especulado sobre el Libro de la vida, esto es, el genoma. Uno puede leer el mundo como si fuera un libro abierto. Antaño, la literatura empezó en la oralidad. Los juglares y rapsodas eran hombres-libro de Ray Bradbury. El buen poeta griego debía memorizar los mejores cien poemas antes de empezar a escribir. 

            Borges imaginó cómo sería la biblioteca infinita en su cuento “La Biblioteca de Babel”. También supuso la existencia de un libro laberíntico, infinito y vertiginoso, que nunca se abre por la misma página: “El libro de arena”.
            El libro cerrado es el continente del misterio. Hay unas excelentes fotografías de Chema Madoz que contienen este concepto:
 
-        Un libro con una mirilla, donde pone la palabra “amigo”
-        Un libro dentro de otro libro: tantas lecturas como lectores

            El manuscrito siempre ha sido un objeto de fascinación, porque el manuscrito es un libro irrepetible. Muchos escritores han utilizado como técnica ficticia la argucia del “manuscrito encontrado”. Así aparece en El Quijote, las Cartas marruecas y otros tantos. He aquí la fascinación que se ha sentido siempre hacia los grimorios. Algunos, como el ms. de Voynich, han despertado la curiosidad de criptógrafos y teósofos.
            El libro no sólo contiene palabras, también ilustraciones. La Alicia de Lewis Carrol decía no soportar los libros sin dibujos. Y así encontramos los libros de Frida Kalho, las planchas de William Blake, los álbumes de las damiselas románticas e, incluso, la novela gráfica fundada por Will Eisner.






***

¿Y toda esta reflexión termina aquí?
 En una olla tengo un pupurri con la biblioteca de Focio y la de Alejandría, las cartas a la madre de Nietzsche, el texto de la historia de Genji, los Vedas, las Etimologías de Isidoro de Sevilla y The Eremy of books.

El grado libropáusico es tal que decido inventarme un personaje: Friedrich Gotfried Schwarzenbach. Alemán, coetáneo de Goethe, prerromántico; nace en la selva negra; habla 14 lenguas, siente atracción hacia las ciencias ocultas; pedante, soberbio, viajero incansable; muere en Mongolia. Existe una carta- ensayo suya encontrada en grutas de Mongolia. Frauke von Strestz. Pound lo cita.  Él alude a otros en su epístola como Athanasius Kircher o Ramon Llull. En su carta narra un sueño sobre la quema de una Biblioteca Sagrada que contiene la Verdad, más allá de la algarabía datofágica de nombres, seres e ideas indigestas repetidas hasta ser decreto en la Historia de la Humanidad.


[1]              Véase el mito de Theút, de Platón.

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